Mi dulce de melocotón; Libro uno (ver.2022)

Capítulo quince

𝐆𝐈𝐎𝐕𝐀𝐍𝐍𝐀

𝐆𝐈𝐎𝐕𝐀𝐍𝐍𝐀

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Me siento debajo de una de las sombrillas del jardín por mi piel sensible al sol, miro a todos los niños que corren divirtiéndose por todo el lugar. Alguien se sienta a mi lado, miro a Javadd por el rabillo de mi ojo, por lo cual dejo a un lado mi comida.

— Pensé que estabas con Jazmín.

— No me hace caso, solo está con sus amiguitos y no me dejo golpear a uno que se acercó mucho a ella. — Bufa enojado y solo niego.

— Eres demasiado fácil de estresar. — Su mirada llena de enojo me hace reír. — Ah, deja de un lado tu comportamiento, hoy es el día de Jazmín y quiere convivir con sus amigos.

Gruñe enojado por mis palabras.

— No me gusta que la miren. Es mía.

— ¿Le estabas gruñendo a todos? — Asiente cruzándose de brazos. — Abdel no te hizo una plática. — Vuelve a asentir. — ¿Y qué te dijo?

— Solo dijo algo sobre cuidar a Jazmín de cualquiera que se le acerca y dejarla ser libre, no escuche todo. Y creo que no intentara secuestrarla.

Niego lentamente, recuerdo que mis tíos me habían prohibido hablar con Abdel porque me quería secuestrar y resguardar en una cabaña lejos, cuando solo tenía 13. Pero aún no logro saber por qué, solo sé que desde ahí me prohibieron ver a Abdel.

— ¿Qué harías si ella es coneja?

Nos miramos por largos segundos mientras que él piensa en lo que debe de decir.

— La protegería.

— Algo más.

Frunce su ceño; — ¿Uhm?

— Nosotras sufrimos de abusos, aunque está cambiando con el tiempo, es muy propenso a que algo nos suceda. A veces nuestro aroma es tan dulce que atrae a gente mala sin nosotras tener en cuenta eso.

— Ya dije la protegeré. — Gruñe y se va enojado.

Agarro un poco de pastel, entretenida con la música que habían puesto, me pongo a pensar en qué sucedería si con los consejos de Abdel, uno de nuestros hijos piense igual que Javadd a su edad, está claro que tendrá prohibido darles consejos a mis hijos si sigue comportándose así.

— No puedo creer que mi hermosa conejita se vea tan tierna comiendo pastel. — Me sonrojo, giro mi rostro mirándolo con mis mejillas llenas de pastel.

Veo el traje que usa y comienzo a toser, trato de no ahogarme con el pastel, Abdel me da a tomar agua y golpeo mi pecho levemente hasta que se me pasa.

— Es bueno que llegaras, pensé que tardarías más en llegar. — Evito lo que paso, me envuelve en sus brazos. — Ya estaba aburrida.

— Te gusta este traje, puedo utilizarlo en... — Me guiña el ojo, desabotona los primeros botones de su camisa y lo detengo rápidamente.

— ¿No quieres pastel? — Murmuro apenada.

Me alza cargándome, niego poniendo mis manos en su pecho para obtener espacio y me besa rápidamente ruborizándome nuevamente. Muerdo mis labios avergonzada por estar rodeados de gente.

— Te ves hermosa con ese lindo vestido. — Bajo mi rostro con una sonrisa. — Me gusta como marca tu escote, podemos subir y...

Negué.

— Hay niños, deja de decir cosas como esas. — Murmuro mirando hacia todos lados.

— Todavía no se intensifican con su ser animal, así que nadie nos escucha.

— Algunos. — Susurre sin permitir que me bese.

— Javadd es el único más grande que ya se transformó. — Me cruzo de brazos. — No lo veo aquí.

Corro mi vista lejos de sus ojos, intentó encontrar rastro de Javadd, pero no lo encuentro.

— Aun así estamos en una fiesta de niños...

— No me importa. Vamos a la habitación, tengo ganas de solo disfrutar este día con mi conejita.

Me alejé un poco de él.

— Abdel, es el cumpleaños de tu hermana menor. — Le regaño bajándome de sus brazos, alejándome más de él.

— Vamos. — Ronroneo agarrándome de la cintura. — Quiero de vuelta a mi conejita mala de hace unos días.

Niego por sus palabras, entro dentro de la casa, siendo detenida varias veces por él. Me detengo al ver como Javadd y Jazmín se besan, aunque fue un piquito pequeño. Detengo a Abdel con mis brazos, Abdel los mira con un ceño fruncido, casi lleno de enojo.

Muerdo mi labio apresurando mi paso hacia algún lugar lejos de donde están, mi rostro se ilumina al ver la puerta del baño en la planta baja. Lo empujo dentro del baño y cierro la puerta detrás de mí, su cuerpo permanece tenso.

— ¡Lo viste! ¡Ese maldito! ¡Bajo mi propio techo! — Le quite su saco, y solo trate de relajarlo.




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