Mi dulce de melocotón; Libro uno (ver.2022)

Capítulo dieciséis

𝐀𝐁𝐃𝐄𝐋

𝐀𝐁𝐃𝐄𝐋

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Miro los hermosos ojos azules con los que despierto cada mañana, recuerdo cada cosa que he pasado con ella desde el primer día que la conocí, aunque ella no recuerde nada, yo quiero ser el que siempre lleve nuestros recuerdos. Mi conejita siempre ha sido tan delicada y siempre la he cuidado para que no sufra.

Sus ojos brillan mirando el túnel por el que camino mientras la cargo, sin ningún problema en que esté medio desnuda agarrando sus prendas de ropa, sé que en este lugar nadie la podrá ver, nadie sabe de estos túneles, y la he hecho mía en estos mismos.

Es una melodía jugosa escuchar como pronuncia mi nombre.

— ¿Cuánto lleva esto aquí?

Miro como no tiene vergüenza de estar desnuda ante mí, y eso me enorgullece mucho, mi pequeña conejita se está volviendo más segura siempre que está a mi lado. Creo que debo de dejar de estar a cada momento deleitándome con su aroma, ya que si vuelvo a caer se repetirá lo mismo de hace minutos y quiero que ella descanse.

La observo un momento antes de responder, siempre me ha gustado como ella se ve y espero nunca cambie por gusto de otros.

— Desde que planee cómo debía de ser esta casa, esta casa tenía un año sin habitar porque no me atrevía a decirte que me pertenecías. — Se sonroja lentamente y beso sus mejillas. — Hay muchos túneles para salir sin ser visto, y solo yo sé donde están. Mate a los que construyeron la casa, eran unos repudiados que querían atacarme al final de todo.

— No es bueno que mates a la gente. — Gruñe con ternura, por lo que sonrió culposo mientras miro su leve enojo.

Sin que se dé cuenta pisó algo en el suelo que ayuda a que se abra la pared enfrente nuestro, camino un poco admirando su cara de asombro, la recuesto sobre la cama, encantado con su cuerpo.

Miro las marcas que he dejado en su cuerpo, un par de chupetones y una que otra mordida, de alguna forma debo de marcarla sin que se enoje. Eso me deja en que la única forma de marcarla es en uno de sus celos, que espero sea pronto.

No me gusta que me niegue algunas cosas, pero tampoco me gusta hacer cosas sin decirle antes a ella. Prefiero que ella sea parte de la decisión a dejarla excluida y que se sienta menos.

En su celo está vulnerable y yo tengo la gloria divina por saber que puedo lograr hacer todo lo que quiera. Me gusta ver su rostro en el clímax, es demasiado tierno más cuando estará en una nebulosa por aquel celo.

— Necesitamos volver a la fiesta. — Se incorpora un poco y niego recostándola nuevamente, beso sus labios repetidas veces siendo lento. — Pero y si nos necesitan, tus padres habían dicho que se irían temprano por el embar...

La callo posicionándome en medio de sus piernas, pasó sus piernas alrededor de mi cintura y sonrió al ver que no es tan inocente como pensaba en estos momentos.

— A-abdel...— Balbucea, bajo mis labios por su cuello y beso lentamente en donde voy a poner mi mordida. Es algo que me complica la existencia y no estaré a gusto hasta que me deje marcarla. — Y si Javadd...

Me alejo de ella mirándola con seriedad. Ya no me agrada ese renacuajo, es demasiado chiflado, y no siento que sea alguien bueno para mi hermana. Su mirada refleja algo que no es bueno y solo me recuerda a una persona que he visto en una manada, esa persona es un niño que mato a su padre y ahora lo han puesto como líder solo por verse intimidante llamándolo "Alfa temido".

No quiero imaginar si el renacuajo es igual que aquel joven, no quiero que Jazmín esté conviviendo con alguien que pueda hacerle daño.

— Tenías que hablar de ese mocoso. — La escucho reír. — Debes de hablarle a sus padres, ya no lo quiero más aquí.

— Es un niño.

Recuerdo la edad que Arturo me había dicho cuando lo dejo aquí, y ahora me lamento el haber aceptado que se quedara aquí. Jazmín es una niña y Javadd no está a mucho de cumplir su mayoría, no puedo dejarlos juntos.

— ¿Cuál niño?, a sus 16 años, quiere secuestrar a mi hermanita y marcarla. Es un estúpido. — Me incorporo. 

— Tú eras igual.

— No, yo nunca te quise secuestrar. Solo quería tenerte a mi lado y que estuvieras segura por diferentes cosas que no comprenderías.

Agarró su bata y la cubro con ella para que no esté desnuda por más tiempo, cualquiera puede entrar a nuestra habitación y no quiero que la hagan sentir incómoda, miro como trata de caminar, pero se vuelve a sentar.

— Estoy cansada, necesito descansar. — Me siento a su lado y comienzo a acariciar todo su cuerpo, consigo volverla a acostar, beso su cuerpo y voy bajando hasta su entrepierna. — Oh. Sí. Eso... está muy... bien...

Balbucea lo último, cierra sus ojos y yo sigo complaciendo a mi conejita mientras me como su rico coño. Siento como se tensa para después sentir sus piernas temblar por el orgasmo a la que le hice llegar.




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