Mi dulce de melocotón; Libro uno (ver.2022)

Capítulo veintisiete

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Abdel cerro la puerta detrás de su coneja, su hermana estaba dormida y no dejaría pasar nada. Poner de excusa perfecta el que tenían que dormir en la madriguera por la lluvia fue algo solo de su plan.

Giovanna salió del baño sin tener idea de lo que su Alpha planeaba, Abdel la agarro de las manos atrayéndola a su cuerpo con una sonrisa, algo que Giovanna le siguió dándole un beso en la barbilla. Él la puso en la madriguera, la miraba con un gran sonrisa porque ese baño había sido algo realmente placentero, el escuchar esos delicados gemidos lo volvía loco.

Tendría que ir a un manicomio y llevarse a escondidas a su conejita, porque cada noche la haría suya, podría tener una grave obsesión por ella y de la cual únicamente podría sentirse lleno si Giovanna estaba a su lado.

— Abdel, no creo poder aguantar. — Giovanna entrecerró sus ojos por un momento sin creer lo que pedía él en ese momento, no había obtenido aquella marca en la ducha, por lo que sus esperanzas la dejaban.

Abdel la sorprendió, bajo su mirada, observando como él ponía crema en sus piernas, algo que siempre disfrutaba ella al ser consentida por su Alpha. Las manos de Abdel subian lentamente hasta llegar a su destino deseado.

— ¿Aquí?

Pregunto cuando llego a la entrepierna de su conejita, Giovanna lo miro con más atención y negó lentamente entendiendo lo que hacía. Cuando quiso hablar fue detenida por como su cuerpo tembló cuando Abdel paso sus dedos por aquel lugar haciendo a un lado su ropa interior.

— Ah. Sí. — Giovanna perdió su juicio por completo mientras Abdel se aprovechaba de eso feliz de comer a su melocotón. 

— Alpha. — Gimió apenas consciente por todas las sensaciones que sentía en todo su cuerpo en el momento.

Abdel se detuvo con una gran sonrisa, le gustaba verla así perdida sin juicio de la razón, se acercó de nuevo al rostro de su conejita besando la mejilla de Giovanna.

— Abdel, quiero más.— Chillo insatisfecha.

Giovanna pidió y aquel Alpha no perdió el tiempo en cumplir lo que su luna pedía, introdujo sus dedos en ese húmedo y apretado interior, provocando que ese rico orgasmo llene a su conejita mientras escuchaba perdidamente esos jadeos.

La agarro en sus brazos mientras miraba las mejillas sonrosadas y sus ojos cristalizados mientras parecía seguir perdiéndose con la sensación de su cuerpo. Giovanna no se dio cuenta cuando Abdel fue por su cuello lamiendo un poco hasta llegar a la clavícula.

— Mi dulce y delicioso Khukh.

Giovanna suspiró pesadamente, recuperando algo de aire mientras sentía como la tapaba con una sabana. Abdel se alejó un poco de ella y cuando se dio cuenta, Giovanna rascaba la zona de su clavícula.

Alejo la mano de su conejita de ese lugar.

— Te he dicho que no me hables en árabe.— Refunfuño por no poder entender nada y aun cuando una vez intento aprender no fue fácil por lo que se rindió.

Abdel la atrajo hacia él sentándola en sus piernas, apretó aquel trasero de melocotón con una sonrisa mientras besaba la mejilla de Giovanna.

— Te diré Melocotón en todos los idiomas posibles. — Giovanna niega con una pequeña sonrisa aún con las mejillas sonrojadas por culpa de él. — Mi zibiya.

Aun así Giovanna admitía que escucharlo hablar en su idioma era algo sensual de escuchar, estaba igual de perdida como aquel Alpha está en ella, ambos se habían enamorado profundamente sin aún creerlo.

— Eres muy malo conmigo.

Quiso hacerse la sufrida.

— Nunca te quejas cariño. — Abdel miro el sonrojo nuevo en las mejillas de su conejita mientras él acomodaba su cabello. — Creo que te encanta lo rudo, ¿estoy en lo correcto?

Se sonrojó aún más indignada de que la descubrieran y giro su rostro hacia otro lado, cruzándose de brazos, Abdel miro esos pezones cafesosos que ella tenía y sonrió encantado. Le estaban hablando y estaba seguro de eso, la podría hacer de nuevo suya, pero su conejita aún estaba recuperándose del baño tan cansador que tuvo.

— No hay pruebas de eso. — Dijo con un pequeño gesto que le encanto a Abdel.

Suspiro y beso esos hermosos labios que ella portaba, si alguien lo veía perdido en ese desastre de pelos rojizos se reirían, pero esa bola de pelos lo tenía en su completa disposición en un solo chasquido. 

— Yo tengo las suficientes pruebas para comprobarlo. — Giovanna negó con ternura. — Oh, mi hermosa zibiya.

Giovanna se alejó negando, Abdel la atrajo de nuevo a él tomando uno de los pezones de su conejita con su boca, lamía aquel pezón con delicadeza, algo que estremecía el cuerpo de su omega.

— ¿Cuándo nos vestimos?




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