Mi dulce de melocotón; Libro uno (ver.2022)

Capítulo treinta y uno

𝐀𝐁𝐃𝐄𝐋

𝐀𝐁𝐃𝐄𝐋

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Lamo su rostro mirando los hermosos gestos que hace, limpio la sangre y la herida. Miro con más claridad en donde la lastimaron y gruño tiene el aroma de Aiden y del otro desperdicio que está quejándose por la daga en su pierna.

Débil.

Me lanzo encima de ese desperdicio y miro a mi hermosa Luna, da un breve asentimiento antes de girarse para no mirar y termino con su vida dejando la cabeza de ese ser sobre los pies de mi Luna.

Mi conejita, mi loba, la luz de mi vida y la azúcar que mi cuerpo necesita para sobrevivir.

— Alpha. — Dice incómoda, sin mirar esa cabeza, observo sus hermosos ojos azules que tanto adoro unos que expresan tantas emociones mientras ella me mira.

Lamo su rostro, escuchando su tierna risa, mataría a todos si no fuera porque sirven para la seguridad de mi conejita. Pero en este momento ella necesita estar dentro de esa madriguera y que deje mi aroma impregnado quitando los otros dos aromas que no son de mi agrado.

Me transformo nuevamente en humano y siento los fuertes brazos de mi conejita que se cuelga a mí sin soltarse, sonrío discretamente. Miro a todos seriamente y agarro con fuerza a mi conejita, asegurándola en mis brazos, después de la aparición de Flora, que ahora no molestara nunca más.

Buscar a Giovanna fue algo que me dolió grandemente, llore sin que nadie más viera, quería sentir su aroma junto a mí e imaginar que su padre la tenía era algo que no me encantaba.

— Maten a cada uno que tenga el aroma de mi luna encima, los que queden vivos serán cuestionados por mí. Aiden hazte cargo y bienvenido de vuelta.

Mi conejita recibe un asentimiento de él mientras se despide, puede ser que aquel método de olvido sobre ella desapareció, aunque era necesario por la misión de Aiden, ahora creo que ella puede ser feliz recordándolo. Al final de todo es el único amigo aparte de mí que ha tenido en su vida.

— ¿Puedo abrazar a Aiden, Alpha?

Negué enojado con ella.

— ¿Por qué?

Hizo un hermoso puchero, beso sus labios cuando nadie nos mira y sonrío complacido por tenerla en mis brazos. Pensé demasiadas cosas que solo me hacían doler la cabeza, pero ahora mi preocupación es que esté bien.

— ¿Por qué saliste en mitad de la noche?— Baja su mirada, algo que siempre hace cuando recuerda algo malo o se siente nerviosa.

— Pensé que me engañabas y no quería escuchar más a Flora. — Aprieto su nariz y rio al ver como sus mejillas se ponen rojas.

— Oh, mi dulce zibiya. ¿Qué haré contigo? — La deje recargada sobre el primer árbol enfrente nuestro. — Yo nunca te engañaría, primero me quito el corazón para dárselo a la única persona a la cual amo tanto.

Sus mejillas se tornan rojas y es algo que me encanta tanto, si supiera que Flora no será ningún problema para ella, a partir de ahora creo que me estaría regañando, aunque por mi conejita Flora está viva, solo enfrenta las leyes por burlarse de la pareja del Alpha.

Me encanto poner esa ley, a cuantos no he encerrado por eso. Creo he perdido la memoria de cuantas personas están encarceladas por esa ley.

— Lo prometes.

Hace un puchero que me roba mi corazón por completo. Sería complicado que la engañara, no encontraría a nadie mejor que a ella para amarla y darle a unas hermosas crías.

Diez conejitos, hermosos y perfectos como ella.

— Lo prometo, pero primero necesitas tomar un baño. — Niega algo aterrada. — Debo de ver que lugares están con moretones y si aún sigue saliendo sangre debo de curarte.

— Aiden, ya me desinfecto las heridas.

Miro mal a Aiden quien no se da cuenta de lo que sucede a su alrededor como siempre, creo debería encerrarlo por siempre llevarse la atención de mi conejita.

— Nada hace bien, te puso en riesgo. Como siempre demostrando incompetencia.

Escucho su pequeña risa, la pego a mi cuerpo restregando mi erección en su abdomen. Me aleja con sus manos y solo la cargo con completo cuidado.

— Alpha, tus baños no me gustan, cansan mucho.

— Este baño no será de esos, debo de asegurarme de que estés bien. — Besa mi mejilla con completa ternura, demostrándome como siempre su tierno lado de conejita y omega.

La cargo sacándola de aquel lugar y dirigiéndome de nuevo a la casa ahora con mi conejita a salvo, miro a Javadd en la entrada de la puerta trasera mientras Jazmín duerme sobre unas colchas en el suelo. Él la cuido mientras no estábamos, ya que Jazmín asustada lo invoco. Al menos algo hizo bien al mantenerla a su lado y no irse de donde dije que se quedara.




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