Mi dulce de melocotón; Libro uno (ver.2022)

Capítulo cuarenta y ocho

𝐀𝐁𝐃𝐄𝐋

𝐀𝐁𝐃𝐄𝐋

◣◥◣◥◤◢◤◢◣◥◣◥◤◢◤◢

Salgo de una de las juntas semanales que me tenían angustiado por no saber que ocurre con mi conejita, tuve que dejarla sola en mi oficina, aunque no quisiera hacer eso. Pero era algo de lo que no tenía opción. Detengo mis pasos al sentir un aroma cítrico de parte de mi conejita, algo que no me agrada del todo.

— Alpha. — Informa Tamara para que todos se alejen.

Observo con atención como las pequeñas manos de Giovanna agarran con fuerza el cabello de la otra chica, descifro quien es la otra persona, siendo esta la hija del Alpha Green que a sus palabras aún no cree que tengo a mi luna.

La gente comienza a desaparecer cuando me acerco hacia mi Luna que parece no querer dejar ir a esa chica que la ha molestado, tomo sus manos haciendo que me mire y con enojo se aleja de mí cruzándose de brazos.

— ¡Está loca!— La hija de los greens la señala con miedo.

Aquella chica se esconde detrás de mí provocando que Giovanna al ver eso corra hacia ella, la tomo en brazos deteniéndola por estar haciendo esfuerzos, algo que puede cansarla, el grito de miedo de la hija del Alpha es detenido por Tamara quien se hace cargo de sacarla.

Mi conejita, por lo tanto, permanece enojada, sin querer hablarme, camino hacia mi oficina, cerrando la puerta detrás de mí para tener más privacidad con mi zibiya.

— No estoy jugando.— La dejo sobre mi escritorio.

Beso sus labios habiendo extrañado tanto estar a su lado, en segundos ella me abraza cambiando de humor por completo.

— Tengo a una conejita salvaje. — Agarro su rostro entre mis manos.

Noto sus lágrimas y las seco para consolarla en ese momento donde está vulnerable, parece inquieta al querer estar a mi lado y notar que alguien más intento estar en ese lugar la desquicio dándole aquella seguridad como para usar su fuerza contra aquella loba.

— Ella entró aquí como si yo no existiera e intento sacarme, la golpee y mi mano duele demasiado, Alpha. — Me enseña su mano con sus nudillos rojos

Asiento besando lo rojizo en su pequeña mano y escuchando como se queja, aquello me hace sentir bien al saber que aún ella necesita de mí y ahora no se esconde como antes.

— Oh, ¿qué más hizo?

Hace pucheros sin saber que más decir, ladeo mi rostro y Giovanna hace lo mismo, pasa sus manos por mi cuello acercando más mi rostro al de ella. Paso mis manos por su cintura y junto nuestras frentes, observando como intenta pensar en algo nuevo para que la cuide.

— Les hizo daño a los conejitos. — Murmura y pasa sus manos por su vientre.

Paso mis manos por sus hombros, negando por su encanto al mentir e intento de hacerme perder el control como para ir por aquella chica y el padre de ella por el daño que sufrieron mis crías.

— No debes de aprovecharte de los conejitos. — Termino diciendo.

Besa mis labios para que no siga hablando, sus ojos me tratan de hipnotizar, pero niego alejándome de ella. Me siento en mi silla observando como se cruza de brazos y hace un puchero, sus ojos azules se clavan en mí y con una sonrisa en su rostro baja del escritorio.

— Tengo hambre. — Entrecierra sus ojos mientras se acerca a mí.

Cuando llega hacia mí se sienta sobre mis piernas y pasa sus brazos por mi cuello colgándose de mí, suspiro por como comienza a usar sus feromonas para mantenerme en su control.

— ¿Tan rápido se te paso ese enojo? — Asiente juntando sus labios pidiendo que la bese y eso hago.

Con una sonrisa se aleja de mí recargando su cuerpo contra mi pecho para descansar un poco, paso mis manos por el contorno de su cintura acercando más su cuerpo al mío. Sentir que la cuido me hace liberar todo el peso que siempre soporto para mantener un mundo rosa a su alrededor.

— No debo de enojarme cuando mi Alpha solo es mío.

Alzo una ceja porque siendo algo nuevo en su vocabulario, ladeo mi rostro ante sus ojos y Giovanna asiente con una sonrisa afirmando que son cierta sus palabras. Cierro mis ojos por un momento al tener la paz suficiente a mi alrededor como para sentirme cansado en ese momento, aparte de tener a mi conejita en mis brazos me hace sentir más satisfecho.

— ¿Ya has comido?— Pregunto abriendo mis ojos después de unos minutos.

Asiente; — Aunque tengo más hambre, ¿tú comiste?

Pasa sus manos por mi cuello mirándome, niego lentamente. Se ruboriza sin dejarme saber la razón y trago duramente al volver a ver a mi tierna conejita.

— Las juntas no me dejan tiempo para comer.— Se aleja de mí abandonando mis brazos.

— Mmm, eso está mal. Mi vaquero sexy no debe de estar sin comer. —Agarra unas bolsas. — Vamos a ver que te trajeron. — Comienza a tirar las cosas dentro de las bolsas sobre el escritorio. — Oh, creo que no saben que no eres fans de los vegetales. Son lo que más odias.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.