Mi dulce de melocotón; Libro uno (ver.2022)

Capítulo cincuenta y dos

𝐀𝐁𝐃𝐄𝐋

𝐀𝐁𝐃𝐄𝐋

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Destrozo el cuello de un renegado antes de caminar a la cocina para ir por mi conejita, asegure que nadie estuviera ya en la casa para que ella estuviera a salvo, mis pasos se detienen y mi corazón se cae al suelo al ver como la puerta de la cocina está abierta, me da un colapso por pensar que alguien entro a la cocina y que encontrara a mi conejita.

Observo al intruso caminar hacia una esquina donde rápidamente miro a mi calabaza sosteniendo un cuchillo intentando defenderse, algo que me rompe el alma al ver como ese sujeto se aprovecha de ella.

Sin dudarlo más, me acerco con rapidez y tomo en mis brazos a dicho hombre que no paraba de susurrar cosas, alguien llega ayudándome y se lleva al sujeto, necesito saber si los envío la persona que tengo en mente.

Siento como dos pequeñas manos me abrazan y es cuando pongo atención a mi alrededor, escucho sus sollozos mientras se apega más a mí, me giro un poco dejando que me abrace, beso su frente repetidas veces respirando con más tranquilidad de que nada le haya ocurrido.

Aunque el miedo que siente me hace sentir más furioso que antes, observo como mueve su pequeña nariz por el miedo que esa persona le causo, esconde su rostro en mi cuello y solo acaricio su espalda.

— Y-yo... n-no-no... me querían llevar Abdel...— Cierro mis ojos negando, eso no debería de estar sucediendo.

— Todo está bien, ya nadie intentará llevarte. — Susurro comenzando a caminar lejos de lo que ha ocurrido, tratando de que no olfatee la sangre que hay en toda la planta baja.

— No quería hacerle daño a esa persona. — Lo dice un poco más calmada. — Y si tenía una familia...

Beso sus labios deteniendo sus palabras.

— No te hagas esa idea, él quiso llevarte y tú no le causaste ningún daño. Y nadie más te causará ningún daño. — Sus ojos azules me miran. — Yo me haré cargo de que nadie más te haga daño.

Suspira y deja caer su rostro en mi pecho cerrando sus ojos.

Camino saliendo de la casa hasta llegar a la pequeña cabaña que remodele para que uno de los últimos recuerdos que tuvo nunca se le olvide y es la última vez en la cual paso un momento lindo en este lugar antes de todo lo ocurrido.

Noto que mi calabaza se ha dormido y sonrió queriendo no despertarla mientras la dejo en la cama, miro como junta sus labios y la beso, siendo un beso tierno. Me quito mi suéter lleno de sangre y camino hacia la chimenea para hacer algo de fuego y que no este tan frío el lugar.

Suspiro mirando a Giovanna que se remueve entre las sabanas buscándome, me meto a la cama asegurándome de taparla bien y siento como me abraza, mi cuerpo se estremece al solo verla en esa forma tan vulnerable.

Mientras busca un lugar seguro.

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Ronroneo despertando, siento las caricias de parte de mi conejita y sonrió dejándome manejar por ella. Siento como besa mi pecho desnudo con delicados besos, algo que me despierta más rápido.

— Te estás metiendo en algo peligroso, hermoso melocotón.

Gruñe por lo que dije y se aleja de mí.

Abro mis ojos mirándola, esta cruzada de brazos dándome la espalda, me incorporo poniéndome detrás de ella, abrazándola aun cansado y con ganas de seguir durmiendo.

Gira su rostro hacia otro lado cuando ve que quiero darle un beso en su mejilla.

Beso su hombro repetidas veces queriendo que deje de estar enojada conmigo, solamente no quiero que se lastime ella y tampoco los tres cachorros. Mi familia no sabe que Giovanna está esperando a trillizos y mucho menos que está embarazada, en la universidad he sabido que se rumorea algo, pero no he informado a nadie sobre lo que es real, no quiero poner más en riesgo a mi conejita.

Nadie la ha visto por lo que si mi madre se entera me matara por no haberle dicho, Ivanna la apoya si se trate de golpearme y solo me colma la paciencia, esto, no quiero un drama, es algo que nunca me ha gustado y prefiero que todo sea calmado.

— Abdel, la persona que me quiera llevar, decía que mi padre me quería de vuelta. Que no me harían ningún daño, solo me querían de vuelta.

Agarro su rostro obligándola a que me mire, miro sus lágrimas y con mis yemas las limpio, beso sus labios, algo que se me es imposible no hacer.

— Estás segura.

Niega llorando con más fuerza.

— Esa persona dijo mi nombre y menciono que mi padre vendría en poco, ya que miro mi vientre, escuche como le informo a alguien que estaba en cinta. Mis padres me dejaron ¿no?, siempre pensé eso, puesto que mis tíos nunca hablaban de ellos.

La abrazo a mí tratando de calmarla para que no se altere demasiado, cierro mis ojos recordando las palabras que dijo aquella persona la cual degollé sin remordimiento.




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