Mi dulce de melocotón; Libro uno (ver.2022)

Capítulo cincuenta y cuatro

𝐆𝐈𝐎𝐕𝐀𝐍𝐍𝐀

𝐆𝐈𝐎𝐕𝐀𝐍𝐍𝐀

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Entro al auto aferrándome a la sudadera que Abdel me puso, el frío se había vuelto más insoportable mientras estábamos en el chequeo del 5.º mes, teníamos en mano la ecografía de nuestros niños donde se miraba su crecimiento algo que tenía emocionado a Abdel.

La sonrisa de Abdel hace que sienta la misma emoción de él, mientras Abdel sostiene ahora la foto en sus manos mientras mira con detalle aquella imagen, una que pasa a guardar en su cartera. Aunque para mí no todo es feliz, mi cuerpo parece tener cambios cada vez que abro los ojos, me preocupa cambiar tanto más por escuchar a algunas enfermeras decir que después perderé mi encanto.

Y mi Alpha me dejará, pero confió en Abdel y sé que él no es así como para dejarme al ver un cambio en mi cuerpo, aun así son cambios que me preocupan mucho. A Abdel no le interesa mucho eso, pero a mí solo me estresa, estoy gorda con los pies hinchados y con un dolor de espalda. No me gusta para nada, tampoco quiero que él me vea y decida que no sirvo para nada por estar así, eso me estresa aún más.

— No estás feliz. — Comienza a conducir. — ¿Qué sucede?

En un momento toma mi mano antes de seguir conduciendo, suspiro, cierro mis ojos y recargándome por completo en el asiento del carro.

— Estoy gorda, Abdel.— Lo miro con un puchero.— Apenas si me puedo cambiar y moverme.

Detiene el auto y agarra mis manos, mi humor cambia en solo segundos en los cuales me enoja cualquier cosa. Besa mis manos calmando un poco ese enojo que siento por el ruido, me mira con ese brillo especial de siempre uno que me gusta ver.

— No estás gorda, estás embarazada de tres crías, eso es demasiado diferente. — Besa mis manos. — Y de nuevo te lo digo, así como hace horas lo dije, a mí nunca me va a importar tu apariencia, calabacita. Estás creando tres vidas y no es importante si subes de peso, por eso ni por otra cosa, yo te amo mucho más sin importar tu físico. A mí me enamora todas tus cualidades divinas y hermosas.

— Deja de decir lo mismo.— Alejo sus manos irritada por todo.

— ¿Por qué?— Lo miro. — A mí me gusta decir las verdades cuando se trata de ti y si siempre digo eso es porque un melocotón aquí no parece entender la razón por la cual la amo demasiado.

Hago un puchero por sus palabras y sollozo inconscientemente, me abraza con fuerza tratando de tranquilizarme y limpiar mis lágrimas para poder seguir manejando. Trato de calmarme un poco para alejarme de él, logrando eso después de algún tiempo.

— ¿Quieres algo?

Miro hacia otro lado lejos de él, limpio mis lágrimas por completo mientras Abdel comienza a manejar nuevamente.

— Tengo hambre. — Lo murmuro sin aún mirarlo para no sentirme mal por los tipos de cambios de humor que tengo diariamente.

— Entendido, tu Alpha hoy preparará un gran buffet. — Me lanza un beso al aire. — Tengo que dejarla llena y satisfecha.

Me cruzo de brazos con una sonrisa, besa mi cuello aprovechando mi distracción logrando estremecer mi cuerpo, mi colita sale por los nervios que solo en cuestión de segundos adquirí e intento mantener la calma.

— ¿Estás bien? — Lo ignoro. 

Agarro con fuerza el cinturón de seguridad mirando únicamente la ventana mientras él sigue manejando, escucho su pequeña risa por comprender lo que pasa y la razón por la cual estoy nerviosa a su lado.

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Abdel me da de comer y limpia mi rostro cuando por fin acabe de comer la sopa de verduras que me preparo, beso mi frente antes de cargarme y me llevo en sus brazos de nuevo a la cama. Mueve las madera que puso para el fuego de la chimenea, quiere que sea un lugar cálido y acogedor mientras estemos aquí.

Sonrió cuando se acerca para acostarse a mi lado y lo abrazo al sentirme bien después de estar toda la tarde en el hospital, estar ahora en la cama se me hace tan relajante mientras estoy con mi Alpha quien me cuida.

— ¿Le ha gustado a mi conejita lo que he preparado para ella? — Asiento, besa mis labios con una sonrisa y suspiro cuando acaricia mi colita. Pongo mis manos en su pecho alejándolo un poco, miro su rostro observando su sonrisa divertida.

Niego, me siento cuando trata de hacer lo mismo de nuevo, besa mi mejilla y baja por mi cuello, algo que logra incrementar mi pulso.

— No, Abdel. — Sigue besando mi cuello, estremeciéndome solo por eso.

— Tus hormonas me están volviendo loco. — Susurro en mi oído mientras yo me sonrojo inevitablemente.

— Pero...

Me calla besándome con lentitud y suavidad, comienza a desabrochar su camisa dejándome ver su piel trigueña, suspiro cerrando mis ojos  para no prestarle atención por solo tentarme. Sus manos suben por mi vientre y me incorporo negando, tengo miedo que algo suceda con los niños.




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