Mi dulce de melocotón; Libro uno (ver.2022)

Capítulo cincuenta y cinco

𝐆𝐈𝐎𝐕𝐀𝐍𝐍𝐀

𝐆𝐈𝐎𝐕𝐀𝐍𝐍𝐀

◣◥◣◥◤◢◤◢◣◥◣◥◤◢◤◢

Con emoción observo los juguetes del área en donde estoy, imaginar a nuestros trillizos mientras juegan con alguno que otro juguete me hace ponerme más emocional. Giro mi rostro mirando a Abdel que solo hace que los trabajadores del lugar agarren cosas y más cosas, ya que a sus palabras "a sus pequeños no les puede faltar nada".

Es irreal verlo de esa forma tan emocionante en donde lo único que ve es a sus tres primeros hijos corriendo por nuestro hogar, es una sensación que también me hace sentir bien. Me siento importante al estar en cinta y obtener toda la atención de mi Alpha, uno del cual no puedo despegarme.

Mi vista se concentra en un momento sobre unas pequeñas sillas para niños y sonrió imaginando a nuestras crías sentadas ahí comiendo, Abdel hace una seña y alguien del lugar toma tres cajas tratando de no incomodarme.

— ¿Qué más quieres, calabacita? — Entrelazo nuestros brazos recargando mi rostro en su brazo.

— No sé, creo que ya sería todo.

Me mira por un momento más, trato de no verme caprichosa a los ojos de todos, porque siento que parezco eso al pedir muchas cosas para nuestros hijos. No me importa mucho lo que digan, creo no es adecuado, preocuparme por eso mientras estoy embarazada. 

— Recuerda, eres la luna y puedes pedir todo lo que quieras. — Toma mi mano.

Bajo mi rostro, para no caer tan fácil por sus palabras y contenerme un poco, lo vuelvo a mirar con una mirada curiosa y asiento, señalo unas cunas que había visto 

— Quiero esas cunas para nuestras crías. — Me sonrojo por la mirada de todos. — Las podemos pintar de blanco y decorarlas para nuestros trillizos.

Abdel sonríe.

— Haremos todo lo que tú digas. — Unos de los hombres de Abdel toman tres cajas de esas y sonrió aún más pasando por mi vientre abultado.

— Alpha, estas cunas solo son económicas. Muchos las pintan y decoran como dijo luna, pero si gusta tenemos otras más extravagantes para personas de alto calibre. — Interrumpe la encargada del negocio.

Frunzo los labios y niego mirando a Abdel, en estas últimas semanas me ha gustado hacer cosas para mis bebés que están por nacer, empecé tejiendo unos pequeños suéteres. También he hecho algunos peluches tejidos para que mis hijos tengan muchas cosas ellas por mí, siento que es algo lindo y me da una gran sensación el saber que yo hice eso.

— No, no, no. — Repito muchas veces en un susurro para que solo Abdel escuche. — Me gustaría mejor decorarlas a mi gusto.

La encargada me mira sin entender mi petición, siendo una cara que no me agrada, al igual que a Abdel, quien muestra su disconformidad por eso.

— ¿Te repito de nuevo lo que he pedido? — La encargada niega yéndose hacia la caja en donde cobran. Giro mi rostro un poco mirando a Gilian, quien se había quedado en silencio cuando entramos al lugar, note que se daba vueltas por el lugar observando las cosas, algo que me daba curiosidad. — Gilian, tú te quedas a cargo de todo.

Gilian sonríe algo que me hace sentir relajada, en esas semanas en donde se ha quedado aquí he visto que es alguien bueno, solamente que a Abdel de una extraña forma le enoja su presencia. Me ha cuidado en ocasiones y a pasado tiempo conmigo mientras Abdel sale a hacer algunas cosas, también me ha dado regalos para los trillizos, dice que quiere ser el tío favorito de ellos.

Por lo visto es amigo de Abdel, por lo que si lo hablan él puede ser tío de nuestros niños. Nunca imagine conocer a alguien tan parecido a mí y se me haría interesante que fuera tío de los trillizos, es mestizo igual que yo y de extraña forma no le gustan las zanahorias, aunque yo soy alérgica a estas.

A veces no logro entender cuando habla por su acento peculiar, me dijo que era de Watspur, algo que me emociono, ya que tengo cartas que alguien manda de ahí cada mes. Con una letra demasiado linda y fina, habla maravillas de ese lugar y de los orígenes de mi familia.

— Entendido, yo me aseguraré de que todo esté bien empacado y que sea entregado a su casa. — Abdel asiente, me lleva de la mano sin mirar a nadie más, yo me despido de Gilian a como puedo aún algo distraída.

Detengo a Abdel, quien me arrastra casi por todo el lugar, pero estoy demasiado cansada como para seguir su paso. Mis pies duelen y están hinchados, algo que es insoportable aún con las pantuflas compradas por Abdel cuando me queje de los tenis.

— Estoy cansada.

— ¿Mi conejita está cansada? — Se acerca con una pequeña sonrisa, me carga en sus brazos teniendo cuidado con mi vientre. — Iremos a descansar a casa y ya no saldremos.

Suelto un puchero mirando directamente sus ojos verdes. 

— Tengo mis pies hinchados por caminar tanto. — Me quejo queriendo un masaje de Abdel.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.