Mi dulce de melocotón; Libro uno (ver.2022)

Capítulo sesenta y tres

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Grito con fuerza agarrando su vientre, al igual que gruñía, agarro la primera mano que apareció en su campo de visión. No creía que ese momento iba a llegar, era febrero y estaba entrando en labor de parto.

— ¡Abdel! — Gruño con más fuerza. — Rápido... ¡Ah!

— Estoy llamando a Gilian. — Dijo tratando de calmarla, solo que Giovanna estaba perdida entre los dolores.

— ¡Te voy a matar chucho podrido! ¡Ah! — Lo agarro con más fuerza de las manos, comenzando con las contracciones que eran más fuerte de lo que pensaba.

— Respira... 1... 2... — Lo maldecía mentalmente mientras respiraba con más calma. — Repite... 1 conejito, 2 conejitos...

— ¡Ya deja estas tonterías! — La cargo en sus brazos soportando que su conejita le estirara el cabello, entendía que trataba de soportar ese dolor y no la haría enojar más.

— Ya tienes las cosas listas. — Gilian asintió mientras abría la puerta para que ellos pasaran sin ningún problema. Después abrió la puerta del auto trasera, y Abdel dejo a Giovanna con cuidado dentro.

— Cariño, que piensas de dejar mi cabello para poder acomodarte mejor. — La mirada de su conejita fue asesina mientras deliraba un poco.

— Esto es tu culpa. — Dijo quitando su mano mientras que Abdel checaba su reloj para ver cuanto duraba cada contracción. — Te odio... ¡Ah! — Abdel cerro la puerta del auto con una sonrisa, mientras que Gilian conducía hacia el hospital.

— Y yo te amo más que a nada en el mundo.

Recibió de nuevo una mirada asesina de su melocotón, a lo cual guardo silencio, la ayudo con las contracciones mientras mantenía de igual forma la calma. Aún tenía la idea de castigar a sus hijos.

— Llegamos calabaza. — Murmuro besando la mejilla de Giovanna haciéndola gruñir.

— ¡¿Por qué tres?!

Abdel sonreía manteniendo toda la calma que su conejita no mantenía.

— ¡Frambuesas! Uno era suficiente. Pero no, el lobo quería tener más que solo eso. ¡Duraznos podridos!

Gruñía mientras Abdel la llevaba en una silla de ruedas, llamaron la atención de muchos por los insultos y quejas de su Luna hacia él, pero su sonrisa era de mucha felicidad sin importar cada cosa que ella dijera.

Mientras Giovanna solo quería meter un cuchillo y sacar a esos tres bebés porque todo su vientre dolía, todo eso le quitaba cada gota de ternura que antes ella portaba.

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Giovanna recobró la conciencia, sintiéndose sin dolor, aunque aún adormecida y sintiendo cosquillas en su vientre. Su mirada se fue directamente a Abdel que se mantenía de espaldas a ella, mientras que un doctor checa sus signos vitales.

— Mamá ha despertado, Tanesha. — Abdel se giró con una gran sonrisa, su conejita sonrió suspirando. — ¿Verdad que mami es bonita?

— Cállate. — Murmuro Giovanna negando por las palabras de su Alpha.

— Nuestra princesa es encantadora. — Acerca a la bebé con una gran sonrisa a su calabaza dulce para que la mire aún mejor. — Se parece a ti de bebé conejita, tiene tu cabello pelirrojo, sorprendente. Tu mamá al verla lloro emocionado por tener de nuevo la imagen en vivo de su hija.

Miro a la pequeña que dormía cómoda en los brazos de su padre. Se asombraba de que en tan poco Abdel ya marcara territorio con su pequeña como el celoso que era, se le hacía increíble ver eso. Sin duda sería un padre celoso con cualquier lobo que se acerque a su pequeña, era una imagen que con emoción Giovanna quería ver.

— Tengo sed, demasiada.

Abdel dejo que el hermano de su dulce melocotón cargara a su pequeña. Ayudo a Giovanna a sentarse y tomar agua, acomodo las almohadas para que ella estuviera más cómoda y beso con una sonrisa el rostro de su dulce.

— ¿Quieres ver a Theo y Treyvon? — Asintió a la pregunta de Abdel, sonrió al ver a sus pequeños.

Uno tenía el cabello pelinegro y otro pelirrojo, era extraño verlos, ya que sus dos niños no se parecían, solo ciertas cosas parecían conectarlos. Uno era más parecido a Abdel y el otro era más parecido a Giovanna. 

— Pensé que todos se parecerían. — Hablo Giovanna.

— Recuerda que el doctor hablo de eso, dijo que podía ser normal si uno de ellos no se parecía del todo a sus hermanos.

Las palabras de Abdel para ella tuvieron más sentido y no cuestiono nada más.

— ¿Entonces el mayor será un Alpha, mientras que los otros dos serían diferentes?

— Si, conejita.

— Esto es muy distinto a lo que pensé, al menos podremos distinguirlos sin problemas. — Bufo recargándose en las almohadas, Abdel les dio a sus dos hijos para que ella los cargara. Su conejita feliz los cargo, miraba a cada uno de sus hijos encantada de tenerlos en sus brazos.




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