Mi dulce de melocotón; Libro uno (ver.2022)

Capítulo sesenta y cuatro

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— Son tan hermosos, ¿quién es el mayor? — Pregunto Ivanna con una sonrisa mientras mantenía sus manos juntas por la emoción.

— Theo es el mayor.

Menciono Giovanna.

— ¡Genial! Ya vi a quién molestaré. Y si no soy yo será mi querida Liz. — Abdel rio llegando con dos tazas de chocolate, se le hacía gracioso como su tía era, beso la mejilla de su bola de pelos.

— ¿Nunca te cansarás?

— Nunca sobrino, es divertido, así que será divertido molestar a tu hijo.

Ivanna se fue hacia la sala después de estrujar las mejillas de Abdel para dejarle un ceño fruncido. Giovanna negó divertida por aquello al saber que solo le gustaba ver como actuaba Abdel después de molestarlo.

— Es lo de ella, ¿creo? — Con las manos vacías estrujo las mejillas de Giovanna, encantado de aquella hermosa ternura que ella siempre mostraba.

— ¿Quién es la más hermosa? — La acerco a él besando todo el rostro de ella. — Mi hermosa conejita lo es.

La dejo.

— Ahora me duelen las mejillas. — Dijo dramáticamente llenando de preocupación a Abdel que se acercó a ella, Giovanna sonrió y beso los labios algo resecos en ese momento de su Alpha. — Ahora yo te engañe.

Sonrió mientras tomaba de su chocolate hecho por su Alpha, miraron al padre de Giovanna y a su madre quienes cargaban a los bebés, había aceptado todo después de lo ocurrido, decidió darle paso a ese nuevo futuro del que aún no estaba segura.

Acepto que sus padres no tenían la culpa, pero aun así algo quedaba inconcluso en sus recuerdos, se dio cuenta de que la única persona que podría decirle lo ocurrido era su amado esposo, nunca había pensado en eso, pero desde que la marco eran lobo y coneja. Por así decirlo, y ahora que había recobrado la memoria sabría que él le diría en su momento todo lo que ella le preguntara.

— ¿Podemos dormir? — Menciono sabiendo que él no había dormido aún, lo había visto en la madrugada darles de comer a los bebés con la leche que antes Giovanna se había sacado para en esos momentos.

Y Abdel solo trataba de no despertar a nadie, ni a su conejita.

— No lo...

— Vayan a dormir, nos quedaremos todos aquí a dormir para ayudarles. — Menciono Esmeralda.

— Si, también ya vi que hay leche para los pequeños, así que si les da hambre nosotros nos encargamos. — Dijo Ivanna.

— Está bien. — Hablo Abdel rendido, su calabacita agarro su mano llevándolo con ella. Ahora era su turno de cuidarlo por un momento, no quería ver a su Alpha tan cansado, aparte que sin querer le encantaba cuidarlo.

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Una risa tierna sorprendió a todos quienes se comenzaron a sentir ansiosos por la emoción de ver a aquellos hermosos trillizos. Mientras que sus padres y hermano de Giovanna los cargaban, Abdel y Giovanna sonreían felices, mientras que por primera vez desde la llegada de los niños comían con tranquilidad.

— ¿Qué sucede? — Pregunto Abdel al ver la mirada de su conejita demasiado acaramelada.

— Estás muy guapo. — Se acercó a ella con una sonrisa encantado de que ya no sufriera una inseguridad por decir lo primero que se le viene a la cabeza, Giovanna lo beso con gran iniciativa mientras Abdel repasaba con su pulgar la mejilla de su conejita.

— Debes de tranquilizarte o no te irá bien, no quiero hacer nada aún. — Hizo un puchero que aplasto las fortalezas de su Alpha, dejo su mejilla recargada en la mano de él.

— ¿Hasta cuando?

— Cuando los bebés tengan un mes.

— Eso es mucho tiempo, Alpha. — Abdel beso su nuca con dulzura, siendo algo que solo hace siempre que su melocotón le causa gran, pero gran ternura, suspiro alejándose de ella antes de agarrar los platos e irse hacia la cocina.

Giovanna lo siguió abrazándolo por la espalda encariñada con el amor de su vida, besaba la espalda de él con gran ternura.

— Conejita, acaba de pasar poco tiempo del parto y de tu salida del hospital.

— Está bien, estaré contando los días hasta que haya pasado el mes. — Abdel la miro mientras ella contaba los días que tenía que esperar. — Hoy es el día uno.

Alzo su dedo meñique con ternura y su Alpha agarro su pequeño dedo guiándola a la sala en donde todos estaban junto con los bebés.

— ¿Quieres tomar una siesta? — Se puso a la altura de su dulce de calabaza, ella asintió, estiro sus brazos para ser cargada con cuidado por él.

— Que bueno que nadie nos ha visto, después mi padre comenzara con sus celos. — Beso los labios de Abdel, se sentía inquieta por tanta atención de él. Mientras cuidaba todo a su alrededor para que ella se recuperara del todo.




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