«Recuerdo cuando me mirabas con ansias y yo era dueña de tus pensamientos. Recuerdo que estar a mi lado, asimismo besar mis labios, era tu deleite. Recuerdo... que buscabas cualquier excusa para verme».
Jimena se acostó desesperanzada de ver a Pablo antes de dormir, quien, al parecer, tuvo otra reunión social con sus socios.
Por lo menos el bebé ya se había dormido y por fin podría descansar un poco. Estaba aliviada de que sus pechos dejaron de doler, puesto que hacía poco se habían secado. El bebé ya no quiso ser amamantado desde hace un mes atrás, razón por la que ella sentía que las mamas le explotarían, al estas estar llenas y ella no haber podido aliviarlas con su niño.
Cerró los ojos con parsimonia y con la decepción clavada en el pecho, debido a que añoraba la compañía de su esposo. En esos días, se sentía deprimida por la distancia que se había creado entre ellos, pero también, por las necesidades sexuales no resueltas que le hacían estragos, en especial, porque tenía que presenciar a su esposo desnudarse y dormir a su lado sin ropa. Aquello la prendía como el demonio; sin embargo, ya no sentía el valor para tomar la iniciativa.
Se despertó con ardor en los ojos al sentir a Pablo meterse debajo de las sábanas; así que supuso que se durmió solo por unas cuantas horas. Se sentó en la cama apreciando el torso desnudo de su esposo, que se medio escondía en la oscuridad de la noche, pero que era alumbrada con la luz tenue de la luna.
—¿Por qué llegaste tan tarde? —interpeló y cruzó los brazos.
—Jimena, estoy cansado. Por favor, no empieces. —Se tapó el rostro con la sábana.
—Por lo menos debiste llamar. —Se recostó sobre la almohada.
—Como si llamar cambia el hecho de que haya llegado tarde...
—Pero por lo menos sabría dónde estabas.
—Eso tampoco cambiaría el hecho de que haya llegado tarde. —Bufó
—¿Te estás burlando de mí, Pablo Mars?
—¡Que manía de las mujeres Gutiérrez llamarnos por nuestro apellido! —se quejó, apretando la tela.
—No me cambies el tema, Pablo —espetó molesta.
Pablo se sentó de golpe, hastiado, por lo que él consideraba una discusión sin sentido, y muerto del sueño.
—Jimena, si lo que quieres saber es si te estaba pegando los cuernos; no cariñito, no te la estaba pegando. —Suspiró profundo—. Ahora, si no es mucho pedir, quiero dormir. Tuve un día de perros y no estoy de humor para tus reclamos. Hasta pareces mi esposa.
—¡Soy tu esposa, imbécil! —exclamó, perdiendo la paciencia. Era injusto que él siempre se saliera con la suya, solo por actuar como un payaso.
—Cierto, lo eres. Bueno, sé del tipo de esposa que se duerme temprano y no cuestiona a su marido, quien se mata todo el día trabajando para darle todo lo que necesita.
—¡Claro! Tú haces lo que te venga en gana y yo tengo que soportarlo callada.
—Exacto, mi amor. Ahora, si me perdonas, debo levantarme temprano mañana.
—Pero mañana no trabajas.
—No obstante, tengo una salida importante.
—¿Una salida importante?
—¡Uy! —se quejó, ahogando su rostro en la almohada—. ¿Es en serio?
—Tú nunca me dices nada. Ya ni hablamos. —Pablo respiró profundo, tratando de no perder la compostura
—Son las doce de la media noche, Jimena. ¡Bonita hora para conversar!
—No me refiero a eso. —Frunció el ceño—. Además, antes no te importaba la hora para estar conmigo —se quejó.
—Antes, quería comerte la manzana.
—¿Y ahora no? —Ella arqueó una ceja.
—Ya me la comí. Y hasta se reprodujo —contestó burlón.
—¿Cómo debo interpretar eso, Pablo?
—Eres la madre de mi hijo..., así que ya no es lo mismo. Como tampoco eres la misma chica de antes. Sería raro verte como mujer.
Él hizo una mueca al percatarse de lo que había dicho. Por su parte, Jimena se quedó en silencio, tratando de asimilar lo que acababa de escuchar. Su corazón estaba desgarrado y no pudo evitar las lágrimas que escaparon de sus ojos. Por lo menos, la oscuridad de la noche las ocultaba bien.
» No quise decir eso, Jimena. ¿Ves lo que provocas? Hablo estupideces cuando tengo sueño —se retractó con culpabilidad, pero ella no respondió. Se limitó a acostarse, dándole la espalda, y dejando que las lágrimas silenciosas mojen la almohada.
#1031 en Novela romántica
#388 en Chick lit
infidelidad, divorcio arrepentimiento amor hijo celos, divorcio y segunda oportunidad
Editado: 07.02.2025