Mi esposo no me ama

Capítulo 2: Patán

Temprano en la mañana, Pablo se estaba peinando frente al espejo. Aunque se vistió con ropa casual, lucía elegante y muy atractivo, por lo que Jimena se quedó contemplándolo embelesada. Se fijó en lo mucho que le había crecido el cabello, cuyas puntas le rozaban el cuello; al parecer, él había decidido dejárselo largo.

Jimena no podía evitar admirarlo en silencio, debido a que le encantaba lo apuesto y varonil que él era.

—¿Ya te vas? —le preguntó ella mientras agitaba el biberón con una mano, mientras que con el otro brazo cargaba al bebé.

Pablo se acercó al niño y lo llenó de besos, inundando los sentidos de Jimena con su fresco perfume. Ella cerró los ojos al sentir su cercanía y abrió los labios receptiva. Él, en cambio, la miró como si ella fuera un bicho raro y la besó en la frente, provocándole una gran decepción.

—Cierto, ya no me ves como mujer —espetó con tristeza en la mirada. La culpabilidad lo invadió al instante, al recordar sus estúpidas palabras, entonces se acercó a ella hasta que sus labios se rozaron.

—Deja de decir estupideces —susurró sobre su boca.

Varios escalofríos recorrieron el cuerpo de la rubia ante aquel sensual gesto. Ella lo besó con deseo y anhelo, puesto que ya no era común ese tipo de roce entre ellos. El beso duró pocos segundos, debido a que Pablo puso como excusa que se le estaba haciendo tarde.

Ni siquiera le dijo a dónde iba.

Un vacío le inundó el pecho y las lágrimas le recorrieron las mejillas, otra vez.

***

En la mansión de los padres de Pablo, toda la familia decidió reunirse.

—¡Hola, gente! —saludó Pablo, haciéndose notar. Todos se sorprendieron al verlo llegar sólo.

—¿Dónde está Jimena? —preguntó Genaro mientras buscaba alrededor.

—No se sentía bien —mintió.

—¡Qué lástima! —expresó su madre—. ¿Por qué no trajiste a Adrián?

—Porque él llora mucho cuando está lejos de Jimena —se excusó— y quiero estar tranquilo, por lo menos hoy. Necesito paz por un día. —Su madre lo miró con desaprobación, mas no contestó—. Por cierto, ¿no han llegado los tórtolos?

—Kevin y Laura están de camino. —Cristian se acercó y le palmó el hombro como forma de saludo.

—¡Cuánto tiempo, Pablo! —Claudia le saludó con sarcasmo.

—Oh... Por lo visto ya saliste del loquero —espetó burlón.

—¡Qué desagradable eres! —Ella se cruzó de brazos—. No entiendo cómo fue que Jimena se pudo fijar en un tipo como tú.

—Y yo no entiendo cómo es que dejan suelta a una loca que persigue hombres como tú. “Cásate conmigo o te mato...” —se burló, cambiando el tono de su voz a uno que pretendía imitar a la rubia.

—¡Imbécil! —escupió ofendida—. Eso fue una calumnia. Yo no necesito perseguir a ningún hombre; por el contrario, son ellos los que me persiguen a mí —dijo, moviendo su cabello de un lado a otro.

—Me imagino. —La miró con los ojos entrecerrados—. Kevin se moría por ti, también, el profesor de dibujo te acosaba de tal manera, que pusiste una orden de restricción —ironizó—. ¡Los artistas te persiguen! —exclamó con sorna; como reacción a su burla, Claudia por poco lo cachetea.

—¡Ya basta! —intervino Paulo—. Deja de sacar los pecados de tu cuñada a la luz, no vaya a ser que también le coja con ser masoquista y que sus afinidades cambien. No querrás que se obsesione contigo. Ese tipo de gente loca tienden a interesarse en lo prohibido.

—¡Paulo! —lo llamó Clara en forma de reclamo—. No hables así de mi sobrina, por favor. —Fijó la mirada sobre él y Pablo—. Sean considerados con ella, ha tenido muchos problemas y ha sufrido bastante. —Ambos bufaron.

—¿Podrían cambiar el tema? —Cristian los miró fulminante—. Vinimos aquí para compartir en familia, no para matarnos como perros y gatos.

—Es cierto —secundó la madre de Pablo—. Dejemos los temas incómodos y vamos a tener un momento agradable.

—Mamá, esta familia está llena de temas incómodos. ¿De qué hablaremos, entonces? —Pablo razonó con sarcasmo.

—¡Cállate ya, imbécil! —reclamó su hermana.

—¡Hablando de locos! —exclamó burlón.

—¡Hablando de imbéciles! —contraatacó ella mientras hacía una mueca—. Por cierto, ¿a qué hora va a llegar Kevin?

—Hablando de amores obsesivos... —Pablo susurró.

—Te oí, tarado. —Su hermana le golpeó el hombro—. Kevin es mi primo favorito, así que deja deja de decir tonterías.

—Eso me queda clarísimo, hermanita. —La miró con picardía—. Él es tu “favorito” y único primo.

—No sé ni por qué hablo contigo. —Entornó los ojos. En ese momento, Kevin y Laura entraron a la mansión de los padres de Pablo y saludaron a todos con efusividad. De inmediato, Jessica se lanzó a los brazos de su primo.

—¡Te extrañé tanto, Kevin! —Lo miró a los ojos con intensidad—. Creí que nunca llegarías de París.

—Solo me fui por un mes... —Le acarició las mejillas.

—Todo un mes de luna de miel, picarón. —Pablo se le acercó con una sonrisa traviesa—. No era para menos —lo miró con picardía—, fueron veintiséis años de abstinencia. Hasta llegué a creer que eras asexual.




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