—Oficial, disculpe. ¿Puede decirme de donde está sacando la información que me está diciendo? —. El oficial tomó de su café y respondió —Cuando comenzamos a hacer la investigación entramos al cuarto de su hijo y encontramos un conjunto de diarios donde anotó su experiencia. Hemos recolectado la información de mayor relevancia. Antes de que pregunte dónde está su hijo, permítame terminar de leerle el diario. —Está bien, prosiga—, respondió.
“Cuando llegó el fin de la ida al cine le dije a Michelle que me sentía mal, que quería esta vez ir solo a casa. Así se dirigió ella a su apartamento y yo al mío.
Directamente al llegar prendí la computadora y entré a la página, respondí su mensaje: ¿Quién eres?, ¿de dónde sacas las fotos?, demoraron un par de minutos, pero al final respondieron:
Alex, nos sorprende la lentitud con la que te diste cuenta de todo esto. Llevamos unos meses observando tus pasos, sabemos dónde estudias, conocemos a tus amigos, a tu novia, a lo que te dedicas, y, probablemente te preguntes porqué lo hacemos, a decir verdad, hacemos esto con muchas más personas, no solo contigo. Nos dedicamos a secuestrar personas para experimentar, y luego, venderlas a centros de maltrato humano. No intentes llamar a la policía, no intentes rastrearnos, de ti depende la vida de tus allegados. Si lo que quieres es evitar nuestra finalidad, puedes mandar tu número telefónico por un mensaje y nosotros te contactaremos. Fin del comunicado.
Me quedé unos minutos viendo impactado al monitor, sin saber qué hacer, sin saber qué decir, sin saber nada. Quedé pensando durante media hora si era prudente enviar mi teléfono, aunque podía estar evitando mi futuro secuestro, también podía facilitarlo. No quería decirle ni a mi mejor amigo, no quería meterlo en problemas que no se merecía.
Traté de ir a dormir, pero pasaron las horas y no podía cerrar los ojos, como era de costumbre abrí la ventana y fumé un cigarro, pensando y analizando todo me di cuenta que en frente de mi casa estaba un hombre parado, viendo fijamente a la ventana, sin apartar ni por un segundo la mirada. Más enojado que aterrorizado bajé y miré por el ojo mágico de la puerta, seguía en el mismo lugar, ahora viendo directamente a la puerta, como si pudiera saber donde estoy.
Cerré con seguro la puerta, puse una silla que trataba de servir como bloqueo, y subí a mi cuarto. Sin asomarme mucho cerré la ventana, pero entre cortinas aún lo alcanzaba a ver ahí parado. Duré toda la noche despierto y apenas pude cerrar los ojos al amanecer. Fui a la escuela, pero me quedé dormido la mayor parte de las clases, hasta que un maestro me dio permiso de ir a la cafetería a despertarme, quizá beber algo y lavarme la cara, y parecía ir bien, pero al momento de estar pagando lo que había pedido, desde el reflejo de uno de los espejos que estaba frente a mi, volví a ver al tipo de anoche. Igual, mirando. Sólo que ahora me hacía saber que incluso de día, estaba siendo observado”.