>> Narra Sally
Esta noche el cielo está despejado y se pueden ver las estrellas con claridad desde el balcón de mi cuarto. La luna está rodeada de estrellas ubicada con tanta perfección como si estuviera dibujada en el cielo solo para mí. Cerré los ojos y deseé poder estar en el techo de la casa para poder ver con más detalle la hermosa luna, pero luego regresé a la realidad. Estoy tan cansada que mi cuerpo no puede ni trepar al asiento, mucho menos podría subir al techo. Después de recibir los baños medicinales que mi abuela me prepara, yo quedo sintiéndome débil hasta casi desfallecer. Salir a mirar el paisaje es lo mejor que puedo hacer en momentos así para elevarme el ánimo.
- Nop, no puedo hacerlo. No soy mujer araña ni mujer gata, ni nada por el estilo. - Dije asomada en el balcón mientras miraba hacia el techo de arriba y comparaba las distancias entre ambos. El balcón de abajo es la entrada de la casa al primer piso, donde estoy es el que queda junto a mi cuarto y justo al lado hay unas ventanas con fácil acceso al techo. Me da pereza a esta hora subir por las ventanas para llegar al techo como hago algunas noches. Además, estoy mal vestida, tengo un camizón corto que no pasa de las rodillas.
Mirando hacia la luna suspiré y comencé a pensar en muchas, muchas cosas. Noté que parecía estar cayendo una estrella. Quería pedir un deseo lo más rápido posible, pero esta estrella caía muy rápido y se hacía cada vez más grande.
- Deseo, deseo, deseo estar en el techo de esta casa y poder contemplar sin distracciones la hermosa luna de esta noche. - Dije esto con los ojos cerrados, con la cabeza en alto y sosteniendo mis manos en súplica.
Al poco rato de caer la estrella muy cerca de mi casa, comenzó a aparecer humo acercándose a mi, como si yo me estuviera quemando o algo parecido y empecé a gritar, me tapé los ojos asustada y cuando los abrí de nuevo, yo estaba en el techo de la casa. Buscando cómo bajar del techo encontré las ventanas y sí, si llegan al techo, pero están muy lejos para mis brazos cortos. El árbol de almendras está muy lejos, la troca de mi tía Seli también está lejos y la casa del vecino ni siquiera se puede considerar como opción; no tengo vecinos cerca.
La casa se asemeja mucho a una cajita de fósforos, tiene dos pisos. El primer piso consta de la sala con la chimenea, cocina y comedor, un baño en el centro justo al lado de las escaleras y el balcón en frente. El piso de arriba cuenta con tres cuartos, un baño en el centro y un balcón al frente que conecta con mi cuarto. Toda la casa es de cemento excepto el techo y los barrotes de ambos balcones. El balcón del segundo piso tiene asientos muy viejos de madera y algunos barrotes están flojos, pero recibe mucha brisa y es mi lugar favorito para estudiar.
- ¿Ya entiendes por qué no se pueden cumplir todos los deseos vagos que aparecen en nuestros pensamientos? - Escuché una voz muy ronca de hombre, hablando en un tono muy bajo por encima de mi hombro. Traté de alejarme del borde del techo y ver quién me habla tan de cerca.
- Por favor bájame de aquí, hace mucha brisa a esta hora y le tengo miedo a las alturas. No es lo mismo subir cuando uno quiere a subir sin planear y no poder bajar por los nervios. Quien quiera que sea por favor, ayúdame.
- ¡Concedido!
Un solo paso hacia atrás y ya estaba cayendo del techo. Sentí que caía de un edificio y no llegaba al suelo. Gritaba y gritaba por largo rato y no lograba llegar al suelo. ¿Cómo puedo caer tanto rato? Solo estaba en el techo de la casa y no quedaba tan lejos del piso, hasta un gato se podría tirar sin lastimarse. Luego de mucho rato, dejé de caer. Simplemente me detuve, me detuve en el aire; yo estaba flotando en el aire como si estuviera volando como las aves.
- Pediste el deseo de estar en el techo y no lo pudiste apreciar, pediste que te bajara al suelo y tampoco funcionó. -Se acercó a mi cara con su mano en la quijada, observando con atención mi marca de nacimiento. Justo detrás de la oreja tengo una marca de nacimiento que parece ser una estrella, una luna y un sol juntos.
Yo flotaba en el aire, luchando para levantarme. Lo miraba y lo miraba sin lograr entender quién es este desconocido y por qué me hace esto. Su vestimenta no era una ropa cualquiera; todo lo que tenía puesto se podía apreciar por la luna que lo iluminaba claramente. Se veía tan apuesto, parecía estar diseñado por los mismos dioses, sacado de las historietas de guerreros mezclados con príncipes, como príncipes guerreros o algo así. Es fornido, de cara ancha, labios gruesos, los ojos de un color café oscuro, y la nariz se veía tan perfecta. Tiene los hombros anchos, cubiertos por una chaqueta negra; entonces es de espalda ancha. Solo pude ver hasta la cintura, no pude ver más abajo de su cinturón. Sacudí mi cabeza para volver a caer en el tiempo real y salir del trance en el que entré al ver a esta persona.
- ¿Ya terminaste? - Dijo muy serio; su tono de voz cambió. Su voz ahora es muy suave y coqueta, pero hace poco era muy ronca y seria.
- Ayúdame a bajar de aquí. - Dije con dificultad, pues no podía hablar por estar batallando con la gravedad, aún seguía flotando y dando vueltas en el aire.
Tronó sus dedos y caí de cara al suelo. Esto le causó gracia y a mí me causó mucho enojo. Esta persona desconocida viene de la nada a burlarse de mí.
- Entonces, explícame, ¿sólo apareces de la nada a burlarte de mí? Quiero respuestas claras y precisas. - Dije molesta, tratando de levantarme y arreglarme el pelo.