Mi Genio, el Encuentro

Capítulo II

Con ropa y sábana lista, bulto en mano y Don José a mi lado, aún aturdido, llegó la ambulancia y nos dirigimos hacia el hospital. En el hospital, las enfermeras llamaron varias veces al teléfono celular de Doña María, pero no hubo respuesta. Un doctor se acercó para comenzar el interrogatorio.

- Dígame su nombre. - Dijo el doctor muy serio, mirando a su paciente aún aturdido en la camilla.

- Sallya Gastrell.

- ¿Relación con el paciente? - Anotando en unos documentos cada respuesta que yo le daba.

- No soy familiar de Don José, pero soy su encargada en las tardes.

- Situación con el paciente. ¿Por qué lo traen en ambulancia?

“Porque quiero traerlo a jugar pelota en un hospital con la cabeza abierta” poniendo mis ojos en blanco y encogiéndome de hombros. Quise decirle todo esto con sarcasmo, pero en este pueblo todo se toma a ofensa y podrían negarle la ayuda a Don José, así que respondí amablemente.

- El aún es independiente y se cayó mientras se bañaba.

- ¿Quién estaba con él? - Ahora mirándome fijamente.

- Yo lo esperaba fuera del baño cuando escuché el escándalo. - Ya me estaba dando frío y comencé a ponerme mi chaleco.

- ¿José para dónde ibas cuando te caíste? - Ahora dirigiéndose a Don José en un tono muy serio.

- Iba para el suelo, doctor. - Ambos se miraron muy serios y comenzaron a reír. Luego el doctor procedió a examinarlo, limpiar su herida y vendarla.

- Casi pierdes la cabeza esta vez por testarudo. ¿Cuántas veces más necesitas caerte para entender que ya necesitas ayuda? Deja que la chica te ayude a bañar, porque un día de estos vendrás sin cabeza. Vamos a sacarte unas placas y hacerte pruebas de sangre para descartar algunas posibles causas. Si todo sale bien, te irás rápido a casa para descansar.

- Es que ella es muy jovencita para mí, si llegara a ser tu hermosa madre, le permitiría ayudarme a bañar. ¿Quién sabe si le daría un masaje como premio?

Y así continuaron con su charla. ¿Qué, el anciano siempre anciano, el viejo serio y amargado está respondiendo de esta forma? No, no, no. Y para colmo, el doctor riendo también le respondió aún más pícaro.

Al rato de haber acomodado a Don José en una camilla de la sala y sacarlo de la camilla de la ambulancia, llegaron las enfermeras encargadas de trasladarlo al salón de rayos X, procedieron a hacer las radiografías y luego las pruebas de sangre para descartar azúcar baja u otras causas para la caída. Luego de esperar largas horas, llegaron los resultados. El doctor despidió a su paciente y regresamos a su casa en otra ambulancia.

Tan pronto llegamos a la casa, quiso bañarse de nuevo, pero esta vez me permitió ayudarlo en el proceso. Le deposité en el agua de la bañera algunas medicinas muy parecidas a las que mi abuela usaba conmigo en mis días más complicados. Le ofrecí de comer bizcocho de maíz y leche caliente. Estuvimos en el balcón charlando y esperando a su hija por un largo rato. Él estaba muy preocupado por la tardanza de su hija, su casa queda apartada de las otras y decidimos hablar sobre su herida de hoy para calmar los nervios por la tardanza de su hija.

- Unos años atrás, esta herida en la cabeza, la niña bonita me la hubiera curado rápido. No sé si me hacía magia, pero yo quedaba como nuevo luego de su suave toque. - Dice estas palabras levantando su cabeza, cerrando los ojos y sonriendo tiernamente.

- Hace mucho que no me cuenta de ella. - Don José siempre me cuenta historias de una bruja dulce, bueno, así le dice él a la pobre chica. - Cuéntame un poco más sobre ella.

- Ella apareció como un hermoso ángel en el parque justo cuando estaba a punto de caer al suelo por una rama alta en mi camino. Yo iba solo al parque para mirar el lago de fondo y las aves volando para alimentarse, una vida simple y satisfactoria. Tuve una vida muy ocupada, ¿sabes? y me relaja poder quedarme quieto en un solo lugar, mirando el mundo seguir su rumbo sin yo tener que intervenir. ¿Sabes qué?, yo era el líder de mi familia. - Se voltea y comienza a mirarme con una sonrisa en su rostro - Todos me temían y me respetaban, excepto mi hija María, claro está. Ella siempre fue indomable e irrespetuosa conmigo y con todos, pero leal hasta el final. Mi hija María aprendió a trabajar para mantenernos con alimentos y sustentos, mientras yo aprendía cómo hacer los trabajos en madera. La niña me ayudaba en el taller y con mis cuidados mientras mi hija no estaba, y en cada golpe que me hacía ella me curaba muy rápido las heridas. Era tan gentil y amable que se ganó mi cariño en poco tiempo. Iba y venía como los pétalos de las rosas, siempre sonriendo, siempre brillando y siempre amable. Yo celebré el matrimonio entre ella y su esposo. Él comenzó a venir para aprender albañilería y crecieron las ventas inexplicablemente. En pocos días hacíamos los pedidos de meses; él, muy rudo y trabajador, ella, amable y diligente, hacían la pareja perfecta. Cuando ella se mudó de pueblo, yo no permití que alguien más viniera a cuidarme hasta que llegaste tú con un aura similar a la niña que antes venía. -Se mantuvo en tono melancólico, pero esto último lo dijo con una leve sonrisa en su rostro y mirándome de reojo.

Me queda claro que no está hablando de mis padres, pues mis padres murieron en un accidente en el bosque y ellos no se mudaron como dice el anciano. ¿Será que este pobre anciano no sabe que murieron estos dos chicos que tanto extraña? Qué triste estaría si se enterara de esto.




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