- Ya vamos por dos deseos según tú. A ver dime, ¿que tu pedirías si te dicen algo parecido a ti? - Dije esto para ganar algo de tiempo y acomodar mi ropa aún más corta y me saqué de encima la grama pegada en mis diminutos pantalones.
Él me miro muy asombrado y confundido - ¿Qué? ¿Ese es tu tercer deseo? - Agarró su barbilla y comenzó a contarme historias con dueños anteriores y me dijo que “sólo puede concederme deseos a mí hasta que termine de pedir los tres deseos, ya luego puede ir con otra persona”. Woah solo tres deseos. Pero ya el muy bastardo utilizó dos de mis tres deseos.
- Te entiendo a la perfección, pero sigo esperando tu respuesta. Si lo pido en petición de deseo, ¿estarás obligado a contestarme?
- Tienes muchas preguntas sin sentido, curiosa princesa. ¿Por qué deseas saber tanto sobre mis deseos? - Dijo con una sonrisa traviesa, desviando mi mirada mientras se rascaba la barbilla.
- Oh, no me subestimes. Si estás aquí para concederme deseos, debes saber que quiero usarlos con sabiduría. - Levanté una ceja, desafiante.
- Inteligente y valiente. Interesante combinación. - Asintió con aprobación mientras sus ojos brillaban con un atisbo de admiración. - Respondiendo a tu pregunta, sí, estaré obligado a contestarte si lo pides como parte de un deseo. Pero ten en cuenta que mi conocimiento tiene sus limitaciones.
- Entonces, ¿puedo pedirte cualquier cosa, incluso conocimiento sobre los misterios del mundo? - Levanté ambos brazos, cruzándolos en actitud triunfante.
- Puedes pedirlo, pero no garantizo que pueda proporcionarte todos los secretos del universo. - Dijo con una sonrisa irónica. - Mis poderes tienen sus propias restricciones y no puedo desafiar las leyes cósmicas.
- Entiendo, tienes tus límites. - Asentí, algo decepcionada pero no dispuesta a rendirme. - Entonces, ¿qué pasa si no uso todos mis deseos? ¿Tendré oportunidad de utilizarlos más adelante?
- Si decides no usar todos tus deseos, esos deseos no utilizados se mantendrán en espera. Podrás usarlos más adelante si así lo deseas. Pero ten en cuenta que no puedo ofrecer una garantía de cuándo o cómo podrás usarlos. - Explicó con paciencia dando vueltas a mi alrededor estudiándome.
- Interesante. - Sonreí, comenzando a comprender mejor las reglas de esta extraña situación. - Pero sigo esperando tu respuesta a mi pregunta inicial. ¿Si tuvieras la oportunidad de pedir un deseo, que pedirías?
- Bueno, yo... yo pediría... yo pediría ser libre. Viajar por el mundo, atravesar el mar, disfrutar de la humanidad, ser feliz con unas buenas vacaciones humanas…
- Suena fantástico, yo también quiero hacerlo. Quiero viajar, viajar mucho, y quiero ir a París, a China; quiero ir a tantos y tantos lugares. También quiero trabajar mucho y ganar mucho dinero. Quiero una vida sin preocupaciones. Hacer arreglos en esta casa y construir un buen camino que no sea de tierra y piedra para que mis viejas puedan llegar a casa sin problemas.
- Entonces, ¡concedido! - Levantó su mano con la intención de tronar sus dedos.
- Espera, espera. No dije "deseo tal cosa" ni "tal cosa". Solo te dije que quiero por qué tú también lo quieres. Ahora, ambos vamos a desear ser libres. - Levanté mis manos y cerré mis ojos, esperando el milagro. Él, en una playa, y yo en un avión con destino a París. Pero él sólo me miraba sonriendo.
- Tú no sabes lo que deseas. Si yo pido ser libre, tú debes tomar mi lugar o el ser más cercano a mí. No tengo lámpara como en esas historias de fantasía de humanos, pero tengo esposas. Estas cosas bonitas que ves aquí son esposas y están encadenadas a la luna. - Me mostró sus brazos muy bien formados y anchos, muy marcados por los músculos y bien señaladas las cicatrices. Tienen unas pulseras anchas de color dorado con una Luna tallada. Él es guapo, sí, muy guapo, y de esto no cabía la menor duda.
- Mira las esposas, están más abajo, en mis manos y no en mis hombros. - Mis ojos se desviaron a muchos lugares de su cuerpo menos a sus manos.
- Tus piernas, tus piernas no están. ¿Qué les pasó a tus piernas? ¿Qué desgraciado te hizo esto? - Un suspiro involuntario escapó de mis labios al ver las piernas inexistentes del genio. No podía evitar sentir una mezcla de asombro y curiosidad ante lo que parecía desafiar todas las reglas de la lógica.
- No tengo, mira. - En su cintura tiene una banda cubriendo bajo su cintura que solo expulsa humo en lugar de piernas, y me agaché para ver dónde comenzaba el humo y tenía mucha curiosidad por ver. Él me levantó de los brazos y me enderezó de inmediato.
- Eso está prohibido. Nuestros secretos no pueden ser revelados a ningún humano. – El genio trato de taparse con las manos y me apartó de un golpe. No insistí más, pero me quedé con la duda y no perdía oportunidad de mirar de vez en cuando más abajo de su cintura.
- Dime tu último deseo jovencita. - Dijo muy cerca de mi oreja; esta vez sonó coqueto. Trata de convencerme de decir mi último deseo, pero ¿por qué tanta insistencia?
- ¿Qué ganarías tú con mi último deseo? - Dije caminando hacia él, me acerqué y lo miré seriamente en tono desafiante.
- Nada, ganaría nada con el deseo de los humanos. Solo que, si lo dices ya, yo podré irme a casa para dormir. Me encanta dormir y los humanos apestan y hablan sin sentido alguno y bueno, ya conoces a los humanos. - Miró mi ropa con desagrado.