Mi Genio, el Encuentro

Capítulo XII

>> Narra Sally

El olor a café de mamá siempre me despierta en las mañanas con buen humor. Rasco mis ojos mientras bostezo, tratando de recordar mi sueño. Anoche soñé con mi madre, ella estaba en el patio de la casa con mi tía, ambas mirando los colores en el cielo, que por cierto era todo un espectáculo. Los colores iban y venían como hilos en el cielo. Lástima que su rostro me parezca cada vez más borroso. Me saludaba con su sonrisa amplia, se veía tan hermosa, radiante y feliz. No quiero levantarme de la cama, quiero disfrutar un poco más de su compañía, aunque solo fuera dentro de un sueño. Me volví a cubrir con mi sábana, pero escucho a lo lejos a mi abuela llamándome porque estoy tarde para ir a la universidad.

Anoche fue una muy mala noche, me dio mucho dolor de pecho. Mis males estuvieron en su punto extremo. Sentí que mi piel se quebraba y ardía como el fuego mismo. Tuve algunos movimientos involuntarios por largo rato, los cuales mi abuela tuvo que detener sosteniéndome con fuerza dentro de la bañera. Mi dulce abuela estuvo toda la noche cuidándome con los medicamentos que vierte en el agua. Algunas veces creo que esos medicamentos me mantienen con vida. Pobre de mi abuela condenada a mantener con vida a esta loca enferma.

Mirando por la ventana que ya la mañana esta cálida, me sumerjo en mis pensamientos. ¿Qué estará haciendo mi genio? Aún me debe los deseos a realizar y no ha regresado. No, no, es muy pronto. Él es un genio y yo solo soy un cliente más de montones que ha tenido en posiblemente muchos años. Por cierto, ¿Cuántos años tendrá el genio? Que tan mayor podría ser. No me queda de otra que volver a la realidad. Sacudo mi cabeza y comienzo mi día. Me preparo lo mas rápido posible, bajo las escaleras y disfruto del desayuno que hizo las dulces manos de mi abuela. Hoy hizo pan caliente con mantequilla de ajo y jamón frito, su especialidad.

- Mamá, te quedó bueno el desayuno hoy, delicioso. El café te quedó hoy en su punto exacto y el pan picante, mi favorito. ¿Dónde está Tití que no la veo por ningún lado?

- Seli salió por mis medicamentos muy temprano. Dijo que se iría temprano para regresar temprano, pero aún no llega a casa. ¿Qué estará haciendo afuera mi niña? ¿Dónde estará que no llega a casa? - Miraba el pan en sus arrugadas manos y comenzó a sonreír muy pensativa. - Aún recuerdo cuando tu madre probó por primera vez el pan con ajo que yo preparo. Ella no paraba de comer y tuvimos que esconder el pan ese día. Peleaba y pelaba porque quería seguir comiendo sin parar. - Me miró con sus ojos llorosos muy tristes, tratando de sonreír con una sonrisa muy débil. – Tenía que dejarla comer más, debí dejar que se comiera toda la comida disponible hasta que engordara y estallara de tanta comida en su estómago. Ella era muy feliz mientras comía de mi comida y tú eres muy parecida a tu madre. Tu padre era muy arrogante y mal criado, pero hacían una bonita pareja. Ellos estando juntos hacían creer a cualquiera que el amor eterno era muy poco tiempo para disfrutar. - Dice mientras levanta su rostro aguantando las lágrimas, sonríe y continúa comiendo lentamente.

- Mamá, no llores, recuerda que tu corazón está débil y no debes recordar cosas tristes. Ya debo irme para la universidad y no quiero irme sabiendo que aún lloras por el recuerdo doloroso de mis padres. Me pongo triste y no soy buena en los estudios ni en el trabajo cuando ando preocupada. - Sequé sus lágrimas y le di un beso en la frente.

Mi abuela recuerda muy a menudo a mi madre y padre, me cuenta cómo eran juntos como pareja y cómo la trataban. Mi abuela y tía Seli me cuentan muchos detalles amorosos sobre mis padres mientras estaban con vida, pero guardan silencio y no me dicen qué les pasó cuando los perdí, solo me dicen que ambos murieron para salvarme en un accidente en el bosque, pero no me dicen cual accidente o que realmente sucedió.

- Recuerda visitar la tumba de tus padres hoy sin falta, no lo olvides. Llévale rosas blancas a tu madre, le gustaban mucho y a tu padre unas fresas del jardín. Importante las fresas, no lo olvides. Cada vez que tenían un desacuerdo tu padre debía ir por todo el pueblo buscando rosas con desespero para aplacar la ira de tu madre hasta que logró sembrar el rosal frente al jardín. Él la quería mucho, pero también le temía a su temperamento. Tu madre era muy dulce pero indomable, y eso a tu padre le costaba entender. No importaba lo que sucediera siempre hacían todo juntos. Él no comía cuando ella enfermaba, ella no comía mientras el trabajaba. - Esto último lo dice sonriendo levemente.

- Me gustaría tenerlos cerca, aunque sea solo por un rato, tengo tanto para decirles. - Aún no se como es posible extrañar personas de los que solo tengo un pequeño recuerdo en mis memorias. Pero esa sonrisa me gustaría volver a verla.

- Llévate tu guadaña, así podrás cortar las flores y las fresas sin problema. Tu padre me pidió que nunca la soltaras. Debes llevarla siempre contigo, pero siempre la dejas enganchada en la sala. Como si fuera un premio inservible y no lo es.

- Abuela, no es un premio olvidado, es un recuerdo muy valioso. Es algo hermoso para recordar. Si me la llevo, la ensucio y la puedo dañar. Por eso permanece en la sala, no quiero verla quebrada o sucia. Es muy grande y ocupa mucho espacio, además parece ser muy delicada, me preocupa romperla en el camino. - Salí lo más rápido que pude al balcón para evitar llevarme la guadaña. Lleve las flores y las fresas a las tumbas de mis padres. Me gustaría quedarme mas tiempo en las tumbas como hago de costumbre comiéndome las fresas, pero debo irme con prisa para mis clases. Estuve buscando por mucho rato a mi tía Seli mientras iba por mi ruta y solo me queda correr como loca, soltar mi bicicleta en el paradero y correr sin casi respirar a través de los pasillos hasta llegar al salón de historia.        




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