Mi Genio, el Encuentro

Capítulo XIV

>> Narra Sally

- ¿Cómo me llamo? ¿Y tú crees que yo te diré cómo me llamo? ¡Dime tú cómo yo me llamo! ¡No tengo que decirle mi nombre a una desconocida como tú! - La noté molesta y luego comenzó a llorar de nuevo. La abracé para consolarla y trató de apartarse, pero no se lo permití.

- Calma, calma, yo te voy a cuidar mientras te recuperas. Pronto podrás regresar a casa; tu familia debe estar buscándote muy ansiosamente.

Decidí llevarla a casa, es el lugar más cercano en estos momentos. Estoy segura que si se resguarda junto a la chimenea, podrá mejorar pronto. Siempre he pensado que el humo de la chimenea es mágico o incluso medicinal, ya que cada vez que yo me enfermo o algo sucede, debemos estar cerca recibiendo este humo de la chimenea. Sin importar que sea invierno o verano. Para cualquier situación sobre la salud, el humo de la chimenea cura cualquier queja.

Al llegar a la casa mi abuela nos abrió la puerta y cuando vio a la chica, por un momento la vi enojada y confundida. Ambas se miraron sorprendidas y la chica bajó la vista de inmediato. Mi abuela la miró de arriba abajo, observando sus vestimentas, sus heridas, su diminuto rostro, su cabello y su tiara. Sí, la chica tiene una tiara escondida en su cabello revuelto, algo que no vi antes. Mi abuela se negó a aceptarla en la casa. Sorprendida por el acto de mi dulce abuela, acomodé a la chica en el asiento del balcón y entré a hablar con ella para convencerla de poder ayudar a esta chica herida.

- Abuela, la chica necesita de nuestra ayuda. Deberíamos ayudarla, ven, abuela, ven a examinarla. Tú sabes más que yo en asuntos de salud. - Agarré a mi abuela de las manos tratando de halarla hacia la puerta.

- Es una extraña, Sally y por sus vestimentas no es cercana de este pueblo y no la quiero aquí con nosotras. Mi niña Seli aún no llega a casa con mis medicamentos y quiero esperarla en calma. Esa muchacha causará mucho alboroto mientras nos acompaña y además necesita a un buen médico, y yo no soy uno.

- Abuela, ella está confundida. No me dice quién es, ni su nombre, ni de dónde viene. Ella necesita ayuda. Apareció en el bosque sola; no creo que tenga familia cerca. Debemos ayudarla. Creo que somos las únicas que pueden ayudarla. - Le puse los ojos de cachorro perdido a mi abuela y no pudo resistirse. Siempre me funcionan mis ojitos con mi dulce abuela.

- Tú eres muy parecida a tu madre, siempre tan amable e inocente y eso te va a meter en problemas. Está bien. Que solo pase hasta la chimenea, y tan pronto mejore se irá de esta casa.

Mientras acomodo a la chica junto a la chimenea medicinal, noté que ya tenía fiebre. Busqué agua fría en la nevera y los pañuelos que usa mi abuela cuando me enfermo, lo cual sucede muy seguido. Cada luna llena o cada sol ardiente, suelo enfermarme hasta desmayarme. Mi pobre abuela se ha preocupado mucho por mí todo este tiempo. Mientras yo solo me acuesto enferma, ella sufre tratando de mantenerme con vida.

Al rato, la fiebre empezó a ceder y la chica me dijo en susurros: - Soy la princesa de Sol, Solana Solel. Ayúdame. - Cerró sus diminutos ojos de nuevo y quedó inconsciente.

- Está bien, aquí estás segura, princesa. Nadie te podrá hacer daño. - Solté los paños dentro del envase con las aguas y vi a mi abuela salir a sentarse en el balcón y esperar a Seli. Limpié lo que quedaba cerca y salí al balcón para acompañarla.

- Estoy cansada, ya estoy anciana. Mi niña Seli aún no llega y esa pobre muchacha está enferma. ¿La acomodaste bien? - Mi abuela me miró con los ojos vidriosos a punto de llorar.

- Sí, abuela, la muchacha está junto a la chimenea con la cabeza apoyada en las almohadas. Le pasé los pañuelos con medicina y la abrigué bien. Tía estará bien, ya verás.

- Seli es la niña que me queda en mi compañía. ¿Qué haré si ella me falta? - Casi al borde del llanto y cortando cada palabra para poder respirar.

- Abuela aún no encuentro una razón para que tía Seli aún no regrese con nosotras, pero debe ser una razón sostenible. Vamos a darle un poco más de tiempo antes de salir a buscarla. - Toqué su hombro y recosté mi cabeza.

Esperamos en el balcón largo rato hasta que anocheció. Nos levantamos a preparar sopas de pollo con vegetales y le dimos de comer a la chica. Puso resistencia un poco para comer, pero entendió que era para que mejore su salud.

Pasé esta noche pensando en mi genio. ¿Cómo estará mi genio?, ¿qué estará haciendo justo ahora?, ¿por qué no viene mi genio?, no regresa a pedir aunque sea uno de los deseos que tanto ansiaba que yo pidiera, pensé que eran importante pedirlos. Mi tía me preocupa, pero sé que estará bien. Ella me ha enseñado todo lo que sé hasta ahora.




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