Narra TN
Miré por los retrovisores y confirmé mis sospechas: me estaban siguiendo. Giré rápidamente la cabeza y vi cómo sacaban una pistola.
—Maldición... —murmuré entre dientes.
El primer disparo pasó rozando mi hombro. Aceleré la moto, esquivando las balas como pude, mientras sacaba mi arma y disparaba en su dirección. Mi puntería no falló: le di justo al acompañante. Aceleré aún más, pero en medio del caos no noté que habían pinchado una de mis llantas.
Tuve que tomar un desvío, maniobrando entre las calles hasta llegar a un hotel abandonado. Detuve la moto y me apresuré a esconderme. Pocos segundos después, escuché cómo los autos se estacionaban cerca.
—¡Sal de donde estés! —gritó uno de ellos.
Me asomé levemente. Solo eran dos: el conductor y el que iba en el asiento trasero. Sujeté mi arma con fuerza.
—Vamos, no te haremos nada. Solo queremos hablar contigo —dijo el mismo tipo con un tono fingidamente amable.
Sí, claro. A otro con ese cuento.
Me mantuve oculta contra la pared, esperando el momento adecuado. Uno de ellos comenzó a acercarse. En un movimiento rápido, salí de mi escondite y le disparé directo a la cabeza. Su cuerpo cayó pesadamente al suelo.
El otro, al escuchar el disparo, entró en pánico y comenzó a disparar a ciegas. Noté cómo sus manos temblaban.
—Es mejor que te vayas, niñito —dije con burla.
—¡No soy un niño! ¡Mataste a mi amigo! —gritó, furioso, disparando al techo en un intento de intimidarme.
Solté una risa sarcástica.
—¿Crees que me asusta tu pistolita?
Me moví con sigilo, manteniéndome fuera de su vista. Él giraba de un lado a otro, disparando sin control.
—Si sigues así, te quedarás sin balas —comenté en tono burlón.
—¡Cállate! —gruñó, claramente alterado.
Sonreí. Me encantaba desquiciar a los novatos.
—A mí nadie me hace callar… y menos un principiante sin experiencia.
—¡¿Cómo sabes eso?! ¡Yo puedo matarte en cualquier momento!
—¿Seguro?
—¡Sí!
—Apostemos. Te apuesto a que yo puedo matarte en menos de un minuto.
Se rió con desprecio.
—No puedes. Eres una mujer.
—¿Quieres verlo?
Antes de que pudiera reaccionar, me lancé sobre él, sujetándolo del cuello. Su arma cayó al suelo con un golpe seco.
—Te dije que te mataría en menos de un minuto.
Él intentó hablar, pero apenas pudo soltar un jadeo.
—Mald...dita...
Su rostro comenzó a ponerse rojo.
—No te mataré… si me dices quién te envió.
Luchó por respirar, pero logró soltar unas palabras.
—Tú… ya sabes… quién quiere verte muerta…
Suspiré.
—Qué pena. Eras tan joven…
Sin titubear, giré su cuello hasta escuchar el sonido seco de sus vértebras rompiéndose. Su cuerpo cayó sin vida al suelo.
Saqué un marcador rojo de mi mochila y escribí en la pared:
"No envíes a novatos a hacer tu trabajo."
Guardé mi arma y mi mochila. Al salir, vi mi moto con la llanta desinflada. Suspiré con fastidio.
Las sirenas de la policía comenzaron a sonar a lo lejos.
—Siempre llegan tarde… —murmuré con una sonrisa irónica.
Justo en ese momento, mi teléfono sonó. Vi la pantalla: era mi jefa. Suspiré y contesté.
—¿Qué quieres?
—¡TN, qué pasó!
—Oh, ya no hay TN. ¿Estás bien? ¿No te hicieron nada? —me burlé.
—Lo siento, sí. Pero dime qué pasó.
—Pues… me quisieron matar. ¿Qué más va a pasar? —respondí con evidente sarcasmo.
—No me digas que los mataste…
—¿Qué comes, que adivinas?
—TN, sabes que eso irá en tu…
La interrumpí antes de que terminara.
—¿Querías que me mataran o qué?
—No, pero…
—Mira, no dejé huellas, como siempre. Así que no sabrán que fui yo. Y sabes qué, tengo que dejarte.
Le colgué antes de que pudiera seguir insistiendo.
Llegué a un taller mecánico y estacioné mi moto.
—Buenos días, señorita. ¿En qué le ayudo? —me preguntó el mecánico.
—Necesito que cambien la llanta de mi moto.
—Enseguida.
Mientras trabajaban en mi moto, decidí llamar a Min Joo.
—¿Aló?
—Hola, mi niña.
—¡Hola, hermana! ¿Cómo estás?
—Estoy bien, aunque llegaré tarde.
—¿Por qué? ¿Qué pasó?
—Nada importante.
—Está bien…
—Te dejo, nos vemos después.
—Chao, cuídate, hermana.
Colgué y solté un largo suspiro.
—Qué día más loco…