Son las cinco de la mañana y mis papás aún no llegan de su fiesta. Supongo que estarán ebrios y no dormirán aquí.
—Oye Gustavo, ¿Dónde están nuestros padres?—preguntó Renata.
—Ellos están... están en una fiesta, ya están por venir—respondí—Y ¿Qué haces despierta a esta hora?—pregunté evitando el tema anterior.
—No puedo dormir, mamá tiene a mi a Elle, mi elefanta. Sin ella no me dormiré.
—Ven, me acostaré contigo para que puedas dormirte—dije con una sonrisa gigante, ella accedió contenta.
Pasaron los minutos y ella ya estaba profundamente dormida. Yo le seguí el juego y me dormí.
Pasaron tres horas, ya había amanecido y Renata aún seguía dormida, no puedo culparla durmió muy poco.
—Ya está listo el desayuno—se oyó desde abajo, en la cocina.
—¿Mamá?—exclamé en voz baja—¿Qué hace despierta?—trataba de resolver en mi mente.
Bajé decidido a averiguar a qué hora habían llegado y porque estaban despiertos.
—¿Mamá?... ¿Qué haces despierta a esta hora?. Deberías estar durmiendo.
—¿Cómo? Se escuchó una voz afónica.
—¡Tú!, ¡No eres mi madre!—grité tratando de huir de allí.
La mujer clavó sus garras en mi estómago, yo solo podía expresar mi agonía, ni una lagrima ni un grito. Solo una horrible agonía que no me dejaba en paz.
Se emitió un grito de la garganta de Renata.
Se escucho desde mi cuarto, donde además estaba Renata. Solo corrí, sin importar que estaba en agonía, subí lo más rápido posible.
—¡Renata!—grité desesperadamente mientras entraba a su cuarto.
Ella estaba aún dormida. Pero como era posible si escuché un grito.
Entre al cuarto de Eduardo y el también estaba durmiendo.
—¿Te sucede algo?—preguntó Eduardo, hablando en voz baja procurando no despertar a nuestros padres.
—No, no sucede nada—no quería decirle que escuché un grito proveniente de la habitación de Renata y que cuando fui a revisar no había nada ni nadie y que aparte ella estaba aún dormida—Perdón por despertarte, ahora ve a acostarte de nuevo—él hizo caso y fue a acostarse nuevamente.
—¿Porqué escuché ese grito?—dije susurrando. En ese momento estaba muy confundido y algo atormentado.
Cuando la mujer me estaba clavando sus garras se sentía muy real, demasiado para ser sincero.
Mis padres estaban en su cuarto durmiendo, así que bajé y comencé a hacer el desayuno para todos.
—¡Qué bien huele!—exclamó Renata medio dormida.
—¿Enserio?—pregunte riendo.
—Si, huele mejor que el desayuno de mamá, pero no se lo digas—pronuncio entre risas.
Ambos empezamos a reírnos, le serví el desayuno a Renata y nos quedamos esperando a que baje Eduardo.
La puerta de arriba se abrió muy rápido, era Eduardo que estaba bajando las escaleras corriendo por la desesperación de comer.
—¡Tranquilo!, te vas a ahogar—dijo Renata blanqueándole los ojos.
—¡Ti vis i ihigir!—dijo Eduardo burlándose de ella.
—¡Basta los dos!—dije aumentando la voz.
Renata estaba terminando de desayunar y Eduardo terminando de devorar su desayuno.
—Prepárense, hoy los llevaré a la escuela yo—dije tomando las llaves del auto de mamá.
La cara de Eduardo y Renata se desfiguraron, ya que solo conducía con la supervisión de un adulto.
—Tengo mi licencia, todo estará bien—respondí, mi licencia está a nombre de mis papás, ósea que si choco o pasa otra cosa, ellos se hacen responsables porque yo tengo diecisiete años.
—Dios nos ampare—dijeron ambos.
—Pues, se van caminando ahora—dije enojado.
Ellos se miraron y se subieron al auto, ya que la escuela estaba a unas cinco cuadras de nuestra casa y mis hermanos eran muy vagos y fatigosos.
Comencé a manejar, todo estaba bien deje a los chicos en su escuela y me fui a mi colegio estoy en cuarto año de secundaria.
—Bueno chicos, tomen asiento. Como su profesor de biología se enfermó yo seré su suplente—dijo—Mi nombre es Profesor Steve Jobs, si ya se que me llamo como el inventor de Facebook.
Todos comenzaron a reírse, parecía que él no sabía porque se reían.
—¡Steve Jobs es presidente de las industrias Apple!—gritó Michael, el más irritante del grupo, sus papás son dueños del colegio y él es un arrogante y egoísta.
—¿Apple qué?—preguntó el profesor seriamente—Saben que déjenlo así, sigamos con la clase de biología—pronunció.
Todos asintieron y sacaron sus libros para el dictado que el profesor estaba por dar.
—La enfermedad celíaca, ese es el título alumnos—dijo dando inicio al dictado
La celiaquía es una enfermedad hereditaria y autoinmunitaria en la cual la superficie absortiva del intestino delgado resulta dañada debido a la intolerancia al gluten, proteína que se encuentra en el trigo, avena, cebada y centeno, cuyo principal componente es la gliadina. Esto afecta la capacidad del intestino para absorber los nutrientes en forma adecuada.
Se desconoce la causa exacta de la enfermedad celiaca. En su patogenia intervienen factores ambientales, genéticos e inmunológicos.
La celiaquía es considerada la enfermedad intestinal crónica más frecuente. A pesar de que aun no hay registro de casos, estudios preliminares en nuestro país indican una prevalencia de aproximadamente 1: 200. Sin embargo actualmente se calcula que 1 de cada 100 personas es celíaca.
La enfermedad puede presentarse en cualquier momento de la vida desde la lactancia hasta la adultez avanzada.
Aquellas personas con familiares que padezcan la enfermedad están en mayor riesgo de padecerla.
A su vez existen numerosas enfermedades y afecciones que pueden estar asociadas a la Enfermedad Celíaca:
Anemia
Diabetes Tipo I
Trastornos autoinmunitarios: como la artritis reumatoidea y el lupus eritematoso sistémico
Dermatitis herpetiforme
Síndrome de Down
Intolerancia a la lactosa
Aborto espontáneo o infertilidad inexplicable
Osteoporosis u osteopenia
Enfermedad tiroides
¿Cuáles son los síntomas?
La enfermedad celíaca presenta un cuadro clínico complejo y los síntomas pueden variar significativamente de una persona a otra. Dicha variabilidad es parte de la razón por la cual el diagnóstico con frecuencia se retrasa.
Sonó la campana para ir al receso, en la próxima hora tenemos educación física. Un horror, creo que no soy el único que odia esta materia.
—Hola GusGus—se escucharon cuatro voces, eran de Guadalupe, María, Belén y Gabriel. Ellos eran mis amigos del colegio.
—¡Chicos!, ¿Cómo están?—pregunté entusiasmado por sus respuestas.
Todos dijeron que estaban bien, no les creí. Belén tiene problemas en su casa. Guadalupe tiene depresión. María tiene problemas en su alimentación y Gabriel sufre siempre por represión, tanto en su casa como en el colegio—Genial, yo estoy bien—dije con una sonrisa tan fría y falsa como la de ellos.
Todos entramos al salón, en la única hora que estábamos separados era en biología, gracias a Gabriel y su gran bocota, nunca sabe cuando quedarse callado. Le dijo al profesor que su esposa era una bruja tonta y al profesor no le gustó para nada eso y cambio de lugar a todos.
—Oigan chicos siéntense con nosotros—gritó Jack, el ex novio de María, ellos se seguían llevando bien después de la ruptura lo cual sorprendió a muchas personas.
Todos nos fuimos a sentar con Jack y Andrés, su mejor amigo.
—Chicos, soy la profesora de Historia y Formación ética y ciudadana—dijo—Mi nombre es Carol Alvarado.
Dio un montón de tarea sobre la Segunda Guerra Mundial y yo me dormí.
—¿Me pasan después la tarea por favor?—les pregunté a todos.
—Si, no te preocupes. Pero es la última la próxima no te la pasamos—dijo Gabriel hablando por nuestro grupo.
—Está bien. Será la última vez—dije esperando la tarea.
Llego la hora de salida y todos vivimos por la zona.
—¿Chicos se van conmigo?—pregunté.
Sí, respondieron todos, subimos al auto y comencé a manejar.
—Oye, ¿No tienes que buscar a tus hermanos?—preguntó Belén.
—No, solo los tengo que llevar, el transporte escolar los deja en casa—dije—Y... ¿Vamos a tomar helados?—pregunté.
—¡Sí vamos!—la decisión era unánime, todos queríamos ir a tomar helados.
Después de los helados fui dejando a cada uno en su casa, la que vivía a una cuadra de la mía era María.
Cuando llegue a casa vi un auto que no conocía, habitualmente están el de mamá, el de mi papá y el mío, qué nunca tiene gasolina.
—¡Mamá!, ¿De quién es el auto que está afuera?—pregunté mirando mi celular.
Cuando termine de cerrar la puerta de la casa se escuchó.
—Ese lindo auto es mío—dijo Lola, mi mejor amiga que se había mudado a Canadá con su novia Sophie.
—¡LOLA!—grité emocionado, mientras lloraba de emoción.
—No vine sola—dijo—Chicas salgan—ella dijo "Chicas" habló en plural. ¿Qué tiene dos novias? Me preguntaba a mi mismo.
—Hola—dijo Valentina, ella se mudó a Corea del Sur con su novio.
—Hola—exclamó Nathalia, ella fue a vivir libremente en Las Vegas en los departamentos de sus papás.
No contuve las lágrimas y comencé a llorar.
—No se olviden de mi—dijo Kiara, no sé fue de aquí pero se mudó a la otra punta y no podemos juntarnos por la distancia.
—Ahora si voy a llorar realmente. Todos nosotros unidos, esto es maravilloso—dije llorando a cántaros—Vengan aquí y denme un abrazo. El reencuentro.
—Los extrañe—estuvimos abrazados dos minutos y básicamente empapados por mi llanto.
—Y bien, ¿Alguien recuerda nuestras aventuras cuando teníamos dieciséis?—pregunté secándome las lágrimas.
—Pobre señora Whitechapel, sus paredes estaban tan lindas antes de los huevos y la harina—dijo Kiara riéndose a carcajadas.
Todos le seguimos las carcajadas, éramos muy populares en este pueblo y no por hacer muy buenas cosas.
—Chicas, ¿Cuánto tiempo se van a quedar?—pregunté sin previas lágrimas.
—Creo que... toda la vida—dijo Lola con unas risas breves.
—¿¡QUÉ?!—dije súper emocionado. Reencontrarse después de un año era genial, pero vivir en la misma calle era maravilloso.
—¿Chicas?—preguntó Renata—¿Son ustedes?—preguntó nuevamente y con una gran sonrisa.
—¡Renata!—dijeron todas, contentas de verla nuevamente.
—No creciste nada—dijo Nathalia, tocándole la cabeza, mientras la
despeinaba.
—Mmm, se me cayeron dos dientes. Supongo que eso es crecer—dijo mostrándole su boca.
—Haha, veo que estás creciendo—expresó Nathalia alegre.
—Vamos chicas a comer, hagamos unas pizzas—dije sacando el queso y la salsa de tomate de la heladera.
—¡Si!—dijeron todas incluidas Renata.
Comenzamos a cocinar las pizzas, ya eran las ocho de la noche, mis papás ya estaban lucidos y sin una gota de alcohol en su organismo.
—Me alegra que estén aquí—dijo mamá agarrando una porción de pizza y llevándosela a la boca.
—A nosotras también—dijo Valentina—Estamos encantadas de estar de nuevo aquí con Gustavo, y con todos ustedes.
—Señora, ¿Dónde está Eduardo?—preguntó Kiara sirviéndose un vaso con limonada.
—Está con su amigo Felipe, después lo ira a buscar su papá—respondió, sacando la otra pizza del horno.
Terminamos de comer y mis padres se quedaron en la cocina limpiando, mientras nosotros habíamos subido a jugar un rato a las cartas.
—Lola. ¿Qué pasó con Sophie?—preguntó Kiara, ellas no habían hablado de nada privado durante el viaje.
—Sí ¿Qué pasó?—insistimos esperando una respuesta de su parte.
—Ella me engaño—Lola rompió en llanto, ella la amaba tanto y la otra solo la usaba.
Todos la consolamos y la animamos con nuestras payasadas. Ella estaba fingiendo una sonrisa, eso era muy obvio.
—¿Guerra de almohadas?—preguntó Valentina agarrando su almohada.
—No me siento de buen humor—respondió Lola, en ese momento Valentina le pegó con la almohada y la guerra comenzó.
Estuvimos así por media hora y las chicas se fueron a su departamento, bueno al de los padres de Valentina. Ellos estaban de viaje en Perú.
—Chicos es hora de dormir—dijo papá apagando las luces.
—Hasta mañana—se escuchó de las tres habitaciones.
Se dio la media vuelta y se dirigió a su cuarto.
Desde la habitación de Renata se escuchó un grito, exactamente al de anoche. Pero aún eran las diez, lo que lo volvía más extraño.
Tomé el valor que se necesita y fui a buscar a Renata, supuse que era el único que la escuchaba gritar porque nadie más se levantó.
—¿Re-Renata?—pregunté, frotando mis ojos por el cansancio.
Ella volvió a gritar, pero el grito se hizo más fuerte, llegó al punto de que no se escuchaba más nada, aparte de ese horrible y agudo grito.
—¡AAHH!—grité saltando de la cama, mis papás vinieron a verme, para ver qué había sucedido.
—Oye, oye. Ya estoy contigo—dijo mamá mientras sacudía mi cabello—Fue todo una pesadilla—insistía mientras se paraba para irse de nuevo a dormir.
Ya pasaron seis horas desde que tuve mi pesadilla. Mis padres ya estaban levantados, mamá estaba preparando el desayuno y papá yendo a comprar las cosas para la comida.
—Chicos, a comer—dijo mamá desde la cocina. Renata y yo éramos los únicos que bajamos, Eduardo estaba bañándose.
—Huele delicioso—dijo Renata con una sonrisa—De verdad si huele delicioso—exclamó mientras se sentaba en la mesa.
—Coman, mientras su papá estaba comprando para la comida ordene un desayuno—dijo riéndose—No se lo digan.
—Hola familia—se escuchó desde la puerta.
—Hola papá—respondimos Renata y yo.
—Hola amor—dijo mamá mientras se daban un beso.
—¡Eduardo!, apúrate que se enfría—gritó papá mirando la hora en su reloj.
Él bajo de inmediato, ya estaba cambiado con su uniforme de fútbol.
—Vamos que hoy tienes entrenamiento.—dijo papá mientras comía el panqueque que estaba en su plato.
Al probarlos se le cambió la cara, estaban muy ricos.
—Están deliciosos amor—exclamó mientras seguía comiendo bocados de panqueques.
—Papá, ya estoy listo. Llévame al entrenamiento, ya sabes que a mi profesor no le gusta que llegue tarde—decía Eduardo mientras servía agua en su botella.
Ellos se fueron, Renata y yo nos quedamos viendo dibujos animados en la televisión.
—Ring-ring-ring.—el sonido provenía de mi celular. Era Valentina.
Dentro de la llamada
—Hola, ¿Cómo estás Vale?
—Hola GusGus, ¿Quieres que nos juntemos hoy en la tarde, con las chicas?.
—Mmm, no, no quiero.
—¿Qué?, es enserio?
—Haha, no, claro que quiero ir con ustedes.
—Nos vemos besos.
—Adiós Valentina.
—¿Quién era?—preguntó Renata, mientras seguía viendo sus dibujos animados.
—Era Valentina, quiere que nos juntemos hoy—respondí buscando el control remoto.
—Has palomitas y te lo daré—dijo con una sonrisa pícara en la cara.
—Está bien. Solo porque yo también quiero palomitas—respondí levantándome del sofá para hacer las palomitas.
Pasaron unos diez minutos, las palomitas ya estaban hechas.
—Renata, es mi turno de poner una película—dije quitándole el control remoto—Y cómo sabes adoro las de terror—exprese buscando alguna película de terror.
—¿La Banshee?—pronuncié en voz baja, no parecía de terror. Allí decía apto para mayores de trece—Veamos esta—dije mientras comía las palomitas.
—Está bien—dijo Renata—Espera, voy a buscar a Elle—Renata subió corriendo las escaleras y bajo con su elefanta en brazos.
—Hola Elle—dije viendo la película.
La película transcurrió bien, no era de miedo, más bien era de suspenso.
—Ves hermanita, no da miedo la película—exclamé mientras sacaba palomitas del tazón.
—No, no da miedo—dijo ella—Ninguna de las dos tenemos miedo—pronunció mientras comía palomitas.
Se oyó el mismo grito ensordecedor dentro de la película.
Mi cara se desfiguro automáticamente, Renata no sabia que pasaba. Ella estaba hablándome pero yo estaba atónito.
Como es posible que en el cuarto de mi hermana se escuchó un grito así y en esta película también.
—¡GusGus!—gritó Renata dándome un golpe en la cara.
—¿Qué?—dije mirando a todos lados. Renata estaba atónita, ella no entendía que sucedía. Al parecer estaba en un trance—¿Qué pasó Renata?—pregunte mirando mis manos, ya que si tienes un dedo de más o menos estás en un sueño. Todo parecía normal.
Ella solo miró. Y se despreocupo muy rápido, solo continúo mirando la película.
—¿Ahora quién tiene miedo?—pregunto riéndose de mi.
Le di un golpe con cariño y comenzamos a reírnos ambos.
—Hola chicos—eran Eduardo y papá que recién habían llegado del entrenamiento.
—Vamos a jugar—dijo Renata tomando del brazo a su elefanta.
—Está bien—respondió Eduardo, ellos subieron al cuarto de juegos, ósea a la habitación de Renata.
—Bueno hijo, yo debo irme a trabajar. Dile a tu mamá que llegaré para el almuerzo.
—Está bien—respondí aún mirando la película.
Pasó una hora, ya terminé la película. Estaba decente.
—Hijo, ayúdame a cocinar—dijo mamá trayendo una bolsa con verduras y carne.
Agarré una tabla de picar y comencé a cortar en pequeños pedazos de tomate y cebolla para hacer una ensalada.
—Lo haces muy bien hijo—dijo mamá prendiendo el horno.
—Aún no entiendo que vamos a comer—exclamé mientras seguía picando las verduras.
—Haré un invento—dijo riéndose—¡Ay!, me corté el dedo—gritó mientras insultaba al cuchillo. No entiendo como se corto, solo tenia que abrir una lata de arvejas.
—¡Mamá!—grité dándole una bandita—Deja de insultar, los chicos están arriba—decía mientras le ponía la bandita en el dedo.
—Gracias—dijo mirándome—Gracias por ayudarme—ella solo sonrió y siguió haciendo la comida, callada sin ninguna palabra.
Tomé mi celular y me fui a mi habitación, comencé a ver videos en YouTube.
—Divertidos... pero no me gustan—dije en voz alta, tratando de disimular mi desagrado. Los veía igual por aburrimiento.
—Gus, Valentina está aquí—dijo mamá desde abajo.
Saqué los videos y bajé corriendo las escaleras, casi me caigo.
—Hola—dijo Valentina extendiendo los brazos para darme un abrazo.
—¡Vachu!—dije correspondiendo ese abrazo—A pesar de haberte visto, te extrañé muchísimo—seguimos abrazados, era notorio que ese año nos dolió bastante.
—Tengo una gran idea—dijo sacando un papel de su bolsillo—Es la letra de una canción que escribimos, pasó mucho tiempo desde eso—ella solo sonrió, la letra era de una canción que habíamos escrito hace dos años.
—Qué recuerdos—exclamé soltando un suspiro—Extraño esos tiempos—Valentina sonrió más, se notaba su alegría.
—Bueno, cuéntame ¿Cuál es tu idea?—insinué doblando el papel cuidadosamente.
—Tener una banda—dijo. Ella no se estaba riendo así que supuse que lo decía enserio.
—¿Una banda?—pregunté, rascándome la cabeza.
—Si, una banda—dijo muy segura de su respuesta—¿Recuerdas qué amábamos el planeta Saturno?. Bueno nuestra banda se llamará Thirty One Moons, ya que Saturno tiene treinta y un lunas.
—Wow, es una muy buena idea. Pero necesitamos tocar instrumentos y ninguno de nosotros tocamos—dije desilusionado.
—Problema resuelto—ella sacó una tarjeta de su bolsillo, era una tarjeta de presentación. Una empresa llamada "Bruno's Company"—¿Y esto?—pregunté aún sin entender.
—Es una compañía de música, mi mamá es muy amiga del dueño, y él puede ayudarnos con nuestra banda.
Nosotros subimos y continuamos con nuestra charla, Lola, Kiara y Nathalia ya habían llegado.
—Bueno chicas, Valentina y yo tendremos una banda, la cual se va a llamar Thirty One Moons—ellas estaban atentas, ellas ya sabían que también participarían, no como cantantes, pero si como maquilladoras, vestuaristas y editoras.
Ellas estaban contentas, sabían que ese era uno de nuestros sueños.
Se escuchó el mismo grito que la película y la otra vez desde la habitación de Renata.
—¡Oyeron eso!—grité levantándome de la cama y saliendo para el cuarto de Renata.
—¿Oír qué?—preguntó Kiara, mientras miraba a las otras chicas, que tampoco habían oído nada.
Ellas se levantaron y me siguieron, yo ya estaba allí mirando a Renata, la cual no sabía que había pasado.
—Estoy seguro de que escuché un grito—pronuncié en voz baja, muy confundido por lo qué pasó.
—Gus, ¿Estás bien?—preguntó Lola tocando mi hombro.
—Si, eso creo—dije sin mirarlas, solo podía mirarla a ella. Cómo era posible que esté tan calmada si ella fue la que gritó.
—Bueno Gus debemos irnos—dijo Nathalia—Nos vemos—dijeron todas.
—Las acompañó a la puerta—exclamé guiándolas a la puerta, mientras bajábamos.
Las chicas ya se habían ido, yo no sabía que había pasado o que pasará, solo sabía que estaba pasando algo raro.
—Todo comenzó con esa alucinación de una señora y sus garras—dije mirando mi celular—Luego cuando vimos la película, pero ese grito había sido por una "banshee", esa rara mujer o fantasma de la película. Y por último ahora—solo podía pensar en eso, no se me iba de la cabeza, no me dejaba en paz. Hasta que se me ocurrió buscar que era una banshee, ya que gritó exactamente igual que mi hermana.
—Buscaré que es una banshee—decía mientras entraba a Google.
"Las banshees forman parte del folclore irlandés desde el siglo VIII. Son espíritus femeninos que, según la leyenda, se aparecen a una persona para anunciar con sus llantos o gritos la muerte de un pariente cercano. Son consideradas hadas y mensajeras del otro mundo."
—¿Irlandés?—pregunté exaltado—Renata no es irlandesa, ninguno lo somos—esto estaba cada vez más raro, cada vez más loco—¿Muerte?, creo que esto se confunde, como mi hermana seria una "banshee" y saber cuando alguien está por morir. ¡Que absurdo!—saqué la pestaña y apagué mi celular.
Me acosté a dormir.
A la mañana siguiente tenía que ir a la escuela, era lunes. Para mi buena fortuna mis profesoras de Latín y Griego no podían ir. Están enfermas.
—¡Chicos rápido que van tarde!—gritó mamá, guardando todo los desayunos en unos recipientes y metiéndolos en nuestros bolsos—Me dormí, así que o corren o se van caminando.
Salimos corriendo para el auto, papá estaba esperándonos. Él condució hasta la escuela de Renata y Eduardo y luego me llevó a mi secundaria.
—Adiós hijo, vuelve con tus amigas hoy—dijo dando vuelta el auto.
—Está bien papá, nos vemos luego en casa—exclamé entrando al colegio.
Me senté en mi sitio, las chicas estaban allí. Me sentía muy feliz, estar en la misma secundaria juntos de nuevo era asombroso pero Gabriel, Guadalupe, Belén y María estaban celosos por que les prestaba más atención a las chicas que a ellos.
—Chicos, hoy se ha incorporado un alumno nuevo, Andrés el viene de otro instituto, pero se cambió por qué se mudo de casa—decía la profesora, mientras estaba pelando un chicle—Háganlo sentir cómodo.
—¡Hola!, soy Gustavo, pero puedes decirme GusGus—dije presentándome—Ellas son Valentina, Kiara, Lola y Nathalia—Gabriel y las demás me estaban mirando muy mal, estaban celosos de mis amigas.
—Ho-hola chicos—dijo con una voz muy tierna. Andrés tenía brakets, pelo marrón y unos ojos hermosos.
—Hola, ven siéntate junto a nosotros—dijo Kiara trayéndole un banco y una silla.
Yo estaba atónito, no sabía que me pasaba, nunca había sentido esto. Creo que estaba enamorado, pero de un chico...
—GusGus, tienes un minuto—exclamó Valentina—Ven, sígueme—ella me llevó hasta la otra punta del salón, porque la profesora estaba en el baño—¿Te gusta un chico?—preguntó, mirándolo a él.
—¿Qué?, un chico, no para nada solo me gustan las chicas—dije tratando de disimular.
—Bueno, tienes que mejorar tus mentiras, porque eres pésimo—ella se rió y básicamente estaba muriendo de ternura por mi.
—Valentina, cállate la boca—dije riéndome ella hizo lo mismo, esto duro unos treinta segundos y nos fuimos a nuestros lugares.
—O-oye Gustavo—se escuchó a mi derecha, era Andrés—M-me preguntaba si quieres ser mi amigo—en ese momento estaba por estallar de la felicidad, quería decirle gritando que si, pero debía ser cuidadoso porque la profesora puede ponernos una mala nota.
—Si, me encantaría ser tu amigo—dije súper emocionado, claro que eso no se vió—Si quieres te ayudo a ponerte al corriente en tus materias—le propuse ya que podía pasar más tiempo con él. Yo no tenía dieces pero me iba bien en mis materias.
—M-me gustaría que me ayudes, así me pondré al corriente—exclamó sonriendo por mi propuesta.
Ya era hora del receso, hoy teníamos clases hasta las once y media. Ya eran las diez y cuarto.
—Ven, vamos con las chicas—él solo me siguió, las chicas estaban en el patio leyendo—Son aquellas, vamos.
La mayoría de las veces en los recesos nos la pasamos leyendo o escribiendo, o bueno eso hacíamos antes de que se fueran.
—O-oye Gustavo ¿Quiénes son los que te miran mal?—preguntó Andrés intrigado.
—¿Esos?—pregunté señalando al grupo de Gabriel.
—Si, esos.
—Solo Gabriel es el que me mira mal, María, Belén y Guadalupe son muy buenas amigas, te las puedo presentar si quieres—dije saludando a las chicas—Como puedes ver, Gabriel me detesta.
—¿Por qué?—preguntó Andrés—Si pareces una gran persona y muy agradable.
—Gracias—dije algo sonrojado—Gabriel me odia porque cree que desde que llegué a este colegio le quité su fama, su amistades, básicamente su vida. Es lo que todos llaman como una plástica—Andrés me miró por unos minutos, yo disimulaba que no me di cuenta, pero estaba muriéndome por dentro.
—Eres lindo—dijo Andrés—Bastante de hecho—en ese momento me puse muy rojo, y no podía hablar. Por suerte toco la campana para entrar del receso.
Yo aún seguía rojo, Valentina era la única que sabía porque estaba así, ella solo se me burlaba.
Paso el tiempo y termino la hora. Ya eran las once y media, debíamos irnos.
—Gu-Gustavo—dijo Andrés—Ten, léelo luego—era un papel, lo abrí y contenía su número de teléfono, Valentina vio mi cara de emoción y casi se muere de ternura.
Llegue a casa, había vuelto con las chicas en el autobús, cuando estaban casi nunca los usábamos, ya que el papá de Lola venía a buscarnos pero como ya crecimos tenemos que irnos solos.
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Editado: 28.06.2019