Mi hermano el presidente

Masacre

ines

Despierto tirada en el piso.

La realidad me envuelve poco a poco...

Afuera se escuchan ruidos... me acerco a la ventana. Personas protestan con pancartas en las manos, la mayoría de ellos son estudiantes universitarios. Tratan de derribar el portón de la casona donde vivo. La policía prepara sus armas, están listos para hacerles frente, ¡pero la multitud está desarmada! Exigen la atención de mi hermano.

Me parece increíble todo esto....

Me alejo de la ventana. Ya sé lo que va a pasar.

Mi hermano... es el presidente de la república . Esta vez ordenará disparar.

Hay mucho ruido afuera pero por alguna razón… yo sólo escucho silencio. Y de repente, disparos. Muchos disparos que extrañamente, emiten un sonido hueco, como si estuviese yo sumergida en un tanque.

Y en apenas segundos, vuelvo a escuchar nada.

Me acerco nuevamente a la ventana.

Los cuerpos de unas 20 personas tirados en la calle húmeda y solitaria, bajo un cielo nublado.

No siento...

No pienso.

~¤~

Parece que fue ayer cuando mi hermano, siendo apenas niños, anunció su decisión durante nuestro humilde desayuno en la pequeña casa de madera en la que vivíamos en el barrio.

- Ya lo decidí- dijo-. Cuando sea mayor, ¡voy a ser presidente!

Mi madre se echó a reír; en aquellos momentos parecía algo imposible. No sólo por su edad, si no, por su manía de decir que iba a ser algo diferente cada vez que le daba la gana.

A sus 14 años, quería ser de todo. Ella no le hizo mucho caso. En cambio, yo sí... esta decisión de mi hermano me sorprendió sobremanera. Yo apenas tenía 10 años y no recuerdo que él jamás volviera, después de aquel día, a sugerir otra carrera.

- ¡Ah, eso sí! Todo el mundo tiene que estudiar, y el padre que no mande a su hijo a la escuela va preso- decretó-. Y todo el que esté en contra del gobierno lo mando a matar.

Yo le creí. Lo conocía bien.

Ahora entenderán por qué me siento tan extraña...

Sus sueños se hicieron realidad.

No están con nosotros ni mi madre, ni mi hermanita, la más pequeña.

Estoy sola, completamente.

- Estabas aquí, Inés...

Él, el excelentísimo señor presidente... mi única familia.

- Creí que dormías- expresa en un tono afable.

- Aún si estuviese dormida, los disparos me habrían despertado- contesto con frialdad.

- Precisamente, he venido por los disparos. A veces me convenzo de que este ya no es lugar para ti.

- Es mi país. Es hogar.

- Sí, pero se ha tornado muy violento.

- Tú eres el presidente. Arréglalo.

Y hubo entre los dos un incómodo silencio.

Déjame solo. Tengo asuntos que atender- me pide.

Salgo del despacho cerrando la puerta.

~¤~

Subo las escaleras hasta mi habitación.

Mi cuarto, ocupa casi todo el tercer piso. La pequeña casa de una muñeca. Mi hermano la había creado para mí.

No apoyo el régimen, pero amo a mi hermano.

Siempre voy de su brazo. Pienso en mí misma como su mano izquierda.

La casona está bien protegida y aquel día, además, la rodean decenas de militares. Por eso me sorprende tanto observar, desde mi cuarto, a dos jóvenes acercarse hacia las rejas. Nadie nunca ha llegado a ella y, estoy segura de que tampoco lo harán ellos. Visten de jeans y camiseta, utilizan un pañuelo como cubrebocas. No cabe dudas, son revolucionarios. No distingo sus rostros… Uno tiene el pelo largo hasta las orejas, el otro lo lleva corto, muy varonil; pelo oscuro. Ambos.

No parecen amenaza y sin embargo, uno de los guardias se prepara a disparar.

-Dios mío! ... ¡los van a matar! – estoy segura de ello.

Y, de pronto, mi amargura se convierte en desesperación. Es la primera vez que siento el impulso de hacer algo. La necesidad de detenerlos.



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En el texto hay: asesinato, dictadura, disputa familiar

Editado: 20.12.2020

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