Mi hermano el presidente

Primera traición

revolucionarios

 

Bajo corriendo, no estoy segura de que estoy haciendo o qué voy a hacer.

Para cuando llego al portón, los jóvenes se han detenido. Sólo miran los cadáveres, pero igual el guardia les apunta.

- No dispare... - le pido sumisa-. Esos jóvenes fueron mis compañeros en la universidad-. Miento.

Otro guardia me escucha y corre hacia el interior de la casona. Lo sigo.

- ¿Sus compañeros? - escucho la voz de mi hermano desde el pasillo-. No los maten en nuestro frente... Inés es muy nerviosa y ya está muy alterada. Síganlos y mátenlos por ahí- ordena-. Son revolucionarios, y es una afrenta venir a la casa del presidente de esa manera, en horas de toque de queda. Si los dejamos vivos, pueden ser ellos quienes halen el gatillo contra nosotros en otro momento.

Apenas lo escucho me dirijo hacia donde se encuentra mi chofer.

-¡Rápido, Luis, al auto! Necesito que me lleves urgentemente al salón.

Y aunque le intriga bastante mi petición en aquellos momentos, no deja de cumplir mi orden.

El salón de belleza no cierra para mí. El toque de queda no afecta a diplomáticos ni militares. Y mis subordinados no se atreverían a cuestionar ninguna de mis órdenes.

~¤~

Nunca abandonábamos la casa por el frente. Nunca.

En la calle, los rebeldes, alejaban los cuerpos de la casona y los apilaban en un camión estacionado a pocas cuadras.

Le pido al chofer interceptar a los dos revolucionarios que divisé por la ventana.

Lo hace.

El auto pasa junto a ellos, les dejo caer una nota:

"¡Huyan!

¡Van a matarlos!”

Mi chofer acelera emprendiendo la huida a toda prisa.

Al mirar por el retrovisor, los jóvenes habían desaparecido. Estoy asustada, sí; pero por primera vez en mucho tiempo, siento una inmensa alegría en mi corazón

- Ahora sí, Luis. Llévame al salón.

Nunca me había metido con el régimen de mi hermano. Nunca como hasta hoy.

~¤~

A partir de aquel momento, algo cambió en mí.

Me vestí de jeans, tenis y polo, y me fui a las calles con Luis.

Entramos a los barrios y pude ver los traumas resultados del método de gobierno de mi hermano.

Personas sin casas, sin comida... sin ropas... sin medicinas... sin nada... Era triste.

Una patrulla casi nos descubre.

- ¿Qué hacen ellos por aquí? - Pregunté cuando la perdimos, estaba un tanto asustada.

- Siempre lo hacen, señorita. Pasan cada cierto tiempo, así evitan levantamientos y problemas. Usted sabe...

- No. No sabía.

No sabía que el régimen de mi hermano tenía a los pobres en tal estado.

- No es peor que los anteriores, ¿verdad? – Deseaba con todo mi corazón encontrar un motivo para justificarlo.

- Es lo mismo, señorita. Son los tiempos los que cambian... pero es lo mismo.

Pensé unos segundos en todas las cosas que pasaban a mi alrededor y que no sabía. Presa en mi jaula de oro. Ajena a todo lo que no pasaba frente a mis narices.

¿Dónde quedó ese espíritu curioso y aventurero que tantas veces hizo enfadar a mi madre?

Ahora lo sentía volver.

- ¿Nos vamos, señorita?

- N-no... vete tú.

- ¿...?

- Continuaré a pie.

- ¡Pero..., señorita! ¡Es muy peligroso para usted!

- Nadie reconocerá a la hermana del presidente mientras vista de esta manera y lleve una cola de caballo.

- ¿Y qué le diré a su hermano? ¡Me matará si llego sin usted!

- Dile que estoy en la iglesia... ayunando con las monjas. Pasa a recogerme a las 4.

- Haré lo que me dice... pero, por favor, ¡cuídese!

Luis...era un hombre bonachón, de 61 años. Lo recuerdo a mi lado desde hace tanto tiempo y sin embargo, veía su rostro preocupado y consternado, por primera vez en mi vida.



#6759 en Thriller
#2639 en Suspenso
#16261 en Otros
#2584 en Acción

En el texto hay: asesinato, dictadura, disputa familiar

Editado: 20.12.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.