Mi hermano el presidente

El Chele

ninos

Salí del vehículo negro y empecé a caminar por las sucias calles. Los niños, ajenos al hambre que sufrían sus estómagos, a los mocos que corrían por sus rostros, al sucio despiadado que cubría su cuerpo medio desnudo; jugaban sin parar.

Caminé y caminé. No era indiferente a aquello. Yo fui pobre y en aquel lugar, no lograba sentir más que nostalgia.

~¤~

Unos niños y su madre cargan agua. La más pequeñita no tiene más de 4 años y lleva un galón al parecer muy pesado para su delgado y frágil cuerpo.

La niña, tropieza con una roca y cae de frente con todo y galón lastimándose los labios.

Instintivamente la tomo en mis brazos y la levanto. Recojo el galón de agua y le limpio la herida con el borde de mi blusa.

La madre permanece junto a mí, preocupada, pero al ver que la niña no ha sufrido daño grave, le pega y le pelea.  Ahora tendrán que volver atrás, a llenar nuevamente la vasija.

Estas escenas me recuerdan mi niñez. Una niñez que, por más que me esfuerzo, veo difusa. Parece que todo se detuvo aquel día, mientras desayunábamos.

La familia se marcha y yo me levanto del suelo.  Al hacerlo, mi mirada tropieza bruscamente con la de un joven que reparte volantes casa por casa.

Es el mismo joven de pelo largo que yo salvé.

Lo reconozco. Y evidentemente, él también a mí.

Es mulato, alto y delgado. No lleva el rostro cubierto hoy. Puedo ver la fina y descuidada barba que cubre el borde de sus labios. Lleva una camisa sencilla mangas cortas con los primeros tres botones desabotonados. Hace mucho calor.

Permanezco inmóvil, mirándolo y, casi sin notarlo, se ha dibujado en mi rostro una risilla de satisfacción. El plan ha funcionado. Mis acciones de aquel día, dieron resultado.

Él se acerca.

- ¿La conozco? - pregunta con voz varonil.

- N-no lo creo.

- ¿Vive en el barrio?

- ... Quizás... alguna vez... ¿Qué reparten?

- Volantes para una reunión.

Me tiende uno.

- ¿Está herida?

Se refiere a la sangre en mi franela.

- Oh, no... no es mía. Gracias- acepto el volante.

- ¿Segura que no nos conocemos?

De pronto, unos compañeros se acercan a toda prisa y lo halan.

- ¡La policía! ¡La policía!

Y él me hala a mí.

Echamos a correr y tras nosotros, el sonido de disparos.



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En el texto hay: asesinato, dictadura, disputa familiar

Editado: 20.12.2020

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