Mi hermano el presidente

Revolucionarios

antonio

 

Así fue como me internaron por callejones; un callejón tras otro hasta dar a una pequeña y solitaria calle donde me subieron a la parte trasera de una camioneta.

Partimos, no sé a dónde. Mientras, los disparos continuaban escuchándose cada vez más lejos.

~¤~

La camioneta se detiene.

- Debes bajarte aquí. Iremos a otros barrios a repartir volantes.

- ¡No, por favor! Llévenme con ustedes...

Los demás, me miran extrañados.

- Podría ser una espía- dice uno.

- ¡No! - lo miro. Es el joven de pelo corto que acompañaba al mulato el día de la masacre-. Les juro que no soy espía. Es sólo que... necesito volver al barrio a las 4 y... no sabría cómo hacerlo desde aquí. ¡Ni siquiera sé dónde estamos!

- ¿Cómo te llamas? - me pregunta el mulato.

- Inés. Me llamo Inés.

- Es muy peligroso para ti andar sola por allí. Podrían confundirte con uno de nosotros- reflexiona-. Lo mejor, entonces, será que nos acompañes y luego te devolvemos al barrio.

Y así lo hicieron.

Pasamos todo el día repartiendo volantes. Almorzamos refresco con galletitas y volvimos a la faena.

Cuando íbamos en la camioneta, cantamos canciones populares, como jóvenes normales que no sufren opresión. Ninguno de nosotros pasaba de los 26 y, al final del día, ya era amiga de todos.

El mulato se llamaba Antonio. Era inteligente y serio. Nadie lo contradecía. Parecía ser el líder.

Rubén era su mejor amigo y quien lo acompañaba aquel día en que casi pierden la vida frente a mi casa.

Rodolfo, de cabellos castaños muy claros y sumamente divertido. Era el bufón del equipo.

Johan, el que nunca opinaba, únicamente obedecía.

En la parte delantera del auto estaba Carlos, era algo bobalicón.

Conducía Pepe, el mayor de todos, corpulento, de rostro barbudo, frente ceñida y corazón alegre; parecía un exluchador. Tenía al menos 31 años. Quizás un par de años menos que mi hermano.

Pepe y Rodolfo me volvían loca de risa.

Hasta que dieron las 4.

- Creo que ya es hora de que me lleven de vuelta.

- Tienes razón- asiente Antonio-. Pepe, llévanos a las cercanías de "El Chele" - ordena-. Desdé ahí, caminaremos. Te dejaré donde te encontré.

Así lo hizo.

~¤~

Cuando llegamos al barrio y subimos por el callejón hasta nuestro destino, nos encontramos con 3 niños muertos, uno al lado del otro en medio de la callejuela.

Dos los había visto jugar cuando llegué. Pero el tercero... era la niña. La misma que se cayera galón en mano, esa mañana.



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En el texto hay: asesinato, dictadura, disputa familiar

Editado: 20.12.2020

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