El hijo del senador

No sé cuándo, ni a qué hora ocurrió esto. Lo cierto es que estoy en casa del senador, esperando en su sala.

El senador... he visitado esta casa tantas veces. Pero no recuerdo el nombre de él... ni haber visto nunca el rostro de su hijo.

Y como si lo llamara con el pensamiento, Antonio aparece en el umbral de la acogedora salita donde había sido llevada.

- Señorita Inés. Qué agradable sorpresa.

Habla como si no me conociera. Como si no nos hubiésemos encontrado días antes en la iglesia.

- ¿Ha mandado buscarme?- pregunta.

Lo observo... ¡Que diferente! Bien vestido, con el pelo, que regularmente cae sobre su frente, todo echado para atrás, peinado con maestría y elegancia.

- Creí que el único motivo por el que visitaba mi casa era mi padre… - agrega.

Bello. Muy bello. Luce más varonil y aparenta menos edad. Ahora estoy segura de que no lo he visto antes. Jamás me habría olvidado de su porte… de su cara.

- Mi padre no está. Está en el palacio... con su hermano.

Mencionar a mi hermano me hace regresar a la realidad.

- Pasaba por aquí cerca... y decidí entrar a ver... cómo marchaban las cosas- balbuceo idiotizada.

¿Por qué sonríe? ¿Dije algo gracioso? Ni siquiera sé cómo se llama en esta casa. No puedo arriesgarme a hablarle abiertamente.

- Es usted muy amable, señorita Inés. Por favor, siéntese. Aprovechemos la ocasión y conversemos un rato.

Me siento.

- Luce un poco tensa... ¿puedo ofrecerle algo?

- Realmente.... estoy molesta... - ¿Cómo se llama?- An... Anto...

- Antón- me ayuda él mirándome extrañado-. Y a qué se debe su... ¿incomodidad? ¿Puedo saber?

-Conocí una persona. Lo creí un extraño en principio… pero, resultó ser alguien muy cercano a mi…, sólo estaba disfrazado.

- ¿En serio? ¡A mí también me pasó algo similar! ¡Vaya coincidencia!

- Yo le confesé mi secreto. Creí que lo justo sería que me confesara el suyo- bajo la mirada con tristeza.

Me obliga a mirarlo levantando lentamente mi barbilla.

Es... demasiado guapo y me mira con tanta ternura.

- No me recuerdas, ¿verdad?. No recuerdas mi rostro, ni mi nombre- musita como un lamento-. Pero yo, yo te reconocí desde el primer momento que te vi arrodillada en el sucio suelo de aquel barrio.

Nos miramos fijamente y, tras unos segundos de silencio me ofrece su mano como todo un caballero.

- ¿Quieres pasear conmigo?

~¤~

Nos sentamos junto a una fuente en una banca del enorme jardín. Siento que he estado allí otras veces, pero tampoco lo recuerdo claramente.

- Aquí podemos hablar libremente- me dice-. Ahora sabemos que libramos las mismas batallas; compartimos un mismo sentimiento. El mismo dolor, la misma impotencia. Ser partícipes de todo y no poder arriesgarnos sin colocar en el fuego a las personas que amamos. Un día moriré y las personas dirán: "Murió el hijo del bastardo senador"

- ¿Y tu padre sabe...?

- Creo que sospecha. Al menos, hubo un tiempo en el que lo hizo. Estaba metido en movimientos turbios, y los hombres del presidente comenzaron a vigilarme. Tu hermano me mataría simplemente por la duda, pero mi padre se adelantó y no sé cómo, logró convencerlo de que no soy una amenaza. Mi padre nunca me haría daño.  Me mantiene “aislado”, y yo le hago creer que es así.

Entonces, Antonio toma mi mano y discretamente, coloca algo en ella.

Es un pequeño frasco con polvos blancos.

- Es veneno- susurra.

- Antonio...- quiero devolverle aquello, pero ha apretado su mano contra la mía.

- ¡Eh!- llama mi atención- No es exclusivamente para él. Llévalo contigo, puede servirte de ayuda. Te guste o no, vives con el enemigo ahora.

Entonces suelta mi mano lentamente.

- Úsalo para protegerte.

- Antón... – todo aquello me hace llorar.

Antonio seca mis lágrimas con la punta de sus dedos.

- Ahora eres parte de la familia. "Nuestra verdadera" familia. Cualquier cosa puede pasar.