No sólo en apariencias, Pepe era un revolucionario violento. Así que le hablé de mi plan, en nuestro segundo encuentro.
- ¿Sabes si Rubén vive? – le pregunto.
- Sí, vive. Está en la cárcel. Él y la mitad de los nuestros.
- Quiero sacar a Rubén. A todos.
- ¿...? No hay manera de salir de allí
- Entonces la destruimos. Si nadie puede salir, nadie debe volver a entrar. ¿Tienen contactos adentro?
- Dos de los guardias son nuestros... sólo dos. Hay más de 50 guardias armados allí.
- Habrá 100 mañana.
- ¿Qué?
- Créeme. Doblarán la seguridad.
- ¿Y quieres hacer esto, cuando hay menos posibilidad de sobrevivir?
- Confía en mí. No tendremos una mejor oportunidad. Si logramos liberar a los presos y les damos armas... ¿pelearan con nosotros?
- Pelearan.
- ¿Ves esa idea tuya de atacar la casa presidencial?
Asiente.
- Ataca el Palacio Gubernamental.
- ...
- Mañana, justo después de destruir la cárcel.
- Pero, Inés... ¿qué estás diciendo? Atacar el palacio... ¡nos caerá la milicia entera encima!
- ¡No si no pueden alertarlos!
- ¿C-cómo...?
- Deben dar la voz de alarma, sólo entonces se movilizará el ejército.
- ¿...?
- Voy a decirte ahora cómo lo haremos, pero antes que nada hay algo que te quiero confesar.
- ¿…? – me mira expectante.
- Sé que confías en mí porque sabes que también lo hacía Antonio, y sé que como a él, ciertas… “cosas” en mí pueden generarte una que otra… interrogante. No soy quien crees que soy, Pepe. Y si vamos a correr este riesgo juntos, lo justo es que sepas realmente con quién lo haces. Deberás guardar mi secreto hasta la muerte.
~¤~
Estoy lista.
Bajo por el ascensor de la casa. En el primer piso, me topo con Tita.
- ¿Sabes si mi hermano está listo? - le pregunto.
- Sí. Fue al despacho.
Me dirijo al despacho. Hasta el pasillo llegan los gritos de mi hermano, al teléfono.
- ...¡¿El ministro de la policía?! ¿¡Mi secretario?! Pero... ¡¿cómo?! ¡¿El procurador también?! P-pero... ¡No entiendo! ¿Como hormigas? ¡¿Cayeron como hormigas, imbécil?! ¡¡¡Se supone que debían cuidarlos!!! ...Enve... ¿Envenenados?
¡Ay, Dios! ¡Me ha descubierto! ¿P-pero qué...? ¿Cómo es posible? Si hace días que... ¡Efecto lento! ¡Un veneno de efecto lento!
Debo huir... Pero ¿y Pepe? Nuestro plan... ¡De ningún modo abortaré nuestro plan!
- ¡¡¡INÉS!!! - lo escucho gritar.
Claro que no iré. ¡Mi habitación! ... por las escaleras... n-no... ¡por el ascensor!
- ¡¡¡INÉS!!!
Vamos ascensor, cierra, ¡cierra!
~¤~
Entro a mi habitación a toda prisa y cierro con seguro.
- ¡Dios! ¡Dios! ¿Qué hago? - Cálmate, Inés. ¡Cálmate!
Piensa, ¡piensa!
- Ok... ok. Seguiré el plan - ¡Sólo sigue el plan!- Tenía todo planeado para un momento como este. ¿Dónde puse las jeringas?
- ¡Inés! ¡Abre la puerta! - grita mi hermano desde afuera- ¡Abre ahora!
Busco por todos lados. Las jeringas estaban en una de mis gavetas.
- ¡Rápido, rápido! - preparo la jeringa con el líquido que me dio Pepe.
-¡Inés! ¡Abre!
Abro, y una fuerte bofetada cae en mi rostro como plomo.
- ¡Ah!
Caigo al suelo aturdida, jeringa en mano. Él me observa cegado por la ira.
- ¡Maldita! - grita y se abalanza sobre mí.
Clavo la aguja en su cuerpo en la primera oportunidad.
- ¡Argh! - se queja y se arranca la jeringa-. Eres una...
Entorna los ojos y se tambalea. Aprovecho para levantarme a toda prisa.
- ¿Que me...? - su voz suena estropajosa-. Me enve... envenenasssste... tammmmbién....- cae de rodillas.
- ¡¡Ah!!! - escucho a alguien gritar desde la puerta.
¡Es Tita! Ha visto todo.
-¡Tita!
Tita huye. Salgo tras ella mientras mi hermano cae pesadamente sobre la alfombra.
- ¡Tita, detente! - la agarro en mitad de las escaleras. Ambas sofocadas, sin aliento.
- ¡No! ¡No, señorita! ¡Por favor, no me mate! - llora.