Mi hermano el presidente

Exilio

inesDe pie en medio del despacho, él me observa.

Está imponente, vestido de traje sentado en aquel elegante sillón detrás de su enorme escritorio. Pero está pálido, sus ojos enrojecidos, enormes ojeras… deshidratado.

- Inés... Inés...- suspira profundamente, retira sus lentes recetados-. Nuestra madre siempre dijo que para ser una niña, eras demasiado traviesa.

- ¿Me vas a regañar?

- ¡No me contestes como si tuvieses derecho a hacerlo! - grita manoteando el escritorio-. ¡Eres una estúpida! – se pone de pie.

Aprieta los puños en silencio. Actúa como si le doliese algo por dentro.

- Tuve miedo- dijo y se le quebraba la voz-. De todos tuve miedo. Pero nunca creí llegar a temer a mi propia hermana... sangre de mi sangre. ¿Eres tú quien me destruyes?

Bajo la mirada apenada.

- Eres tú quien se auto destruye... pero no lo puedes ver.

- ¡Cállate! Te he dado todo, ¡TODO! Siempre lo mejor. Nada tienes que envidiar. Te he querido, has contado siempre con todo mi apoyo. ¿Y qué recibo en cambio? ¡Jamás te di un motivo para traicionarme!

- ¡Te di la oportunidad de cambiar! ¡Te pedí! ¡Te supliqué!

- ¡Soy el presidente de este país! ¡Maldición! ¡¡¡Yo soy el presidente!!! - grita fuera de si- Teníamos algo bueno aquí, estoy organizando, ¡estoy cambiando a este país! Y tú quieres que renuncie a eso, ¡¿Por qué?! ¡No hay otra forma de corregir! No podemos cambiar nada si no estamos dispuestos a sacrificar, ¡si no queremos sufrir!

- Admítelo, hermano. Por favor, hazlo. Acepta que el poder te ha segado. Quizás iniciaste algo bueno pero, todo se te ha salido de las manos.

- No. No todo.

Vuelve a sentarse y pide por el intercomunicador hacer pasar al senador.

Segundos después, el aludido hace acto de presencia.

- ¿Señor presidente?

- Proceda, por favor, senador.

El senador lee en voz alta unos papeles. Me acusa de conspiración contra el gobierno y me condena, según las leyes vigentes, al exilio.

- ¿Exilio?

- Si te hubiese enviado lejos mucho antes, no me habrías causado tanto dolor.

- ¿A dónde vas a enviarme?

- No sé a dónde irás. ¡No sé ni quiero saberlo! El senador se encargará de todo.

- Tranquila, Inés. Me aseguraré de que, a donde vayas, nada te falte- asegura el senador con voz fraternal-. Nuestros hombres te escoltarán inmediatamente hasta el aeropuerto.

- No lo creo. Hay un lugar al que iré- saco mi arma y le apunto al presidente-. Y sé muy bien cuál es.



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En el texto hay: asesinato, dictadura, disputa familiar

Editado: 20.12.2020

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