Este planeta, el cielo, las estrellas, la luna, el sol… todo fue creado en un santiamén y fue creado de esa manera porque Dios así crea las cosas.
Él no se anda con rodeos, Él es rápido en todo, pero no por ser así de rápido quiere decir que no piensa las cosas, que no las medita. Él piensa en todo, hace sus planes, sus diseños y todo lo reflexiona muy bien antes de hacerlo. Es sólo que Él es así, muy rápido hasta en eso de diseñar.
Cuando creó la tierra, la pobló primero de todo tipo de plantas. Puso árboles muy densos por aquí, palmas por allá, cactus más allá, arbustos un poco más allá y todos los lugares los fue llenando de flores para que adornaran el espacio. Después que todo el planeta se llenara de hermosas plantas y flores, meditó unos momentos y pensó que quizá sería necesario crear unos seres para que caminaran por todo lo ancho del planeta y también para que ayudaran en el proceso de crecimiento y limpieza de las plantas. A estos seres les llamaría animales y entre ellos sabrían bien qué hacer para que todo funcionara a la perfección. Después de diseñar un número infinito de ellos, los creó, y a cada uno le dijo qué debía hacer. Creó caballos y les dijo que ellos debían comer las hierbas malas, creó abejas y ellas debían ayudar a polinizar, creó murciélagos y ellos debían ser los encargados de transportar las semillas de las plantas hacia otros lados, y siguió creando muchos animales más para que la naturaleza estuviera en armonía.
Cuando la tierra estuvo totalmente cubierta de verde y los animales se paseaban alegremente, Dios se sentó a observarlo todo. En efecto, su creación era hermosa, las plantas despedían un aroma delicioso y sin mencionar las flores que su olor era aún más bello; los animales paseaban tranquilamente y desempeñaban sus funciones tal cómo Dios se los había ordenado. Todo le parecía perfecto y en realidad era feliz mirando cómo funcionaba lo que había creado. Decidió que aunque él viviera en el cielo para poder observar todo, la tierra sería su jardín y en él se pasearía durante el día.
Así lo hizo y era feliz, pero un día al caminar por un desierto y observar lo extenso que era éste, se sintió un poco… extraño, o quizá lo que sintió fue una pesada soledad. Supo que no debía usar el jardín solamente para sí mismo, era tan grande que debía compartirlo con alguien más. Fue entonces cuando supo lo que tenía que hacer. Se retiró a su estudio para hacer sus diseños y después volvió a bajar a la tierra y buscó el bosque más bello y frondoso que existiera. En él se dedicó a hacer su creación juntando varios elementos de la naturaleza.
Cuando terminó, sonrió satisfecho. Ante Él estaba un ser magnífico, era un ser etéreo que Él había llamado “alma”. El alma que tenía enfrente era incorpórea y asexual. Lo había creado como un ser divino para que juntos pudieran explorar cada rincón de la tierra y fueran eternos compañeros.
El alma y Dios se hicieron buenos amigos, Dios tenía presencia física y el alma no, pero eso no impedía que ésta tomara forma humana para que fueran semejantes. Caminaban durante horas y Dios le enseñaba todo lo que sabía, el alma aprendía todo sin siquiera parpadear.
Después de un tiempo, Dios se alejó dejando a su compañera un poco atrás, se sentó en la playa y comenzó a meditar. Ya no se sentía solo, pero había algo que le molestaba: sabía que lo que estaba haciendo era alejarse de lo que dictaba el destino y ahora que lo pensaba bien, todo lo había hecho para su propia satisfacción. Lo había sabido desde el primer momento en que disfrutó de las pláticas tan amenas con el alma que había creado, sabía que debía proseguir con lo planeado pero lo había estado posponiendo día tras día. Pero ahora quizá sería necesario seguir adelante.
Se despidió de su compañera diciéndole que subiría a su casa unos momentos y la dejó en la tierra sola.
Una vez estando en su estudio, de nuevo comenzó a hacer sus diseños. Le dolería mucho quedarse solo de nuevo pero eso era lo que había tenido que hacer desde un principio, no debió haberse permitido disfrutar de la compañía de ese ser que había creado y que además le había enseñado muchas cosas, sólo esperaba que eso no afectara el futuro.
Bajó de nuevo y buscó al alma que andaba vagando por la tierra. Cuando la encontró, le explicó lo que iba a suceder.
—De ahora en adelante, todo cambiará —le dijo.
—Lo sé —contestó su interlocutor.
—¿Lo sabes? ¿Cómo es que lo sabes?
—No puedo ver el futuro como tú, pero sé que no me creaste sólo para ser tu amiga. He estado esperando este momento desde hace tiempo.
—En efecto, no te creé sólo para eso. Tú tienes una misión y de ahora en adelante la tendrás que cumplir.
—Y dime, ¿cuál es mi misión?
—Verás, tú eres el primer ser que he creado además de todas las plantas y animales. Tú eres diferente y haré para ti un cuerpo. Este cuerpo no te permitirá salir de aquí, ya no podrás ir conmigo al cielo, al menos no lo harás estando dentro de ese cuerpo. A partir de que entres en él, tendrás una misión para esa vida. Esta misión será crear una raza nueva de humanos junto con un compañero que crearé para ti, ellos nacerán de ti ayudada por él, y otros nacerán de ellos.
—¿Seremos como dioses?
—Sí, pero ellos me adorarán a mí, pues tú serás igual a ellos. Tendrás descendencia y esa será tu misión.
—¿Sólo eso?
—Por esta vida sí, sólo eso. Pero en cada vida que tengas, en cada cuerpo que te dé, tendrás una diferente —dijo Dios— además, mírate, eres la primer alma y has aprendido todo directo de mí que soy el todopoderoso. No lo dudes que en un futuro, que en una vida que tengas alguna vez, tu misión sea la de salvarme a mí.
—¿Cómo podré salvarte yo? ¡Tú eres Dios! Nadie podrá hacerte daño. Además, toda mi descendencia y yo seremos hijos tuyos, todos te amaremos.
—Déjame te digo algo antes de proseguir. He visto el futuro, y no todos me amarán, justo en este mismo instante está creciendo una fuerza maligna e invisible en este planeta, esa fuerza yo no la hice pero de alguna manera se formó y creo… Creo que tomará mucho poder.
Editado: 15.03.2024