Mi historia junto a ella

4

Llegamos al cielo ante la presencia de Dios y Él mismo la recibió. Duraron horas y horas platicando, ella ya lo conocía pero hacía mucho que habían dejado de verse, desde que la extraña presencia maligna había llegado a la tierra. Yo esperé en el jardín que ahora formaba parte de la mansión de Dios, es decir en el mismo cielo y ya no en la tierra.

Cuando ella salió, nos dimos cuenta que en la tierra no había seres humanos concebidos para que ella bajara a un nuevo cuerpo y tampoco para que yo cuidara, así que nos quedamos ahí esperando. Durante el tiempo que estuvimos en el jardín nos hicimos muy buenos amigos, mas sin embargo nunca me atreví a confesarle mi amor por ella pues no estaba bien hacer eso, yo era sólo un ángel y ella era un alma que pronto bajaría a la tierra para habitar un cuerpo. No era correcto mi amor por ella, así que sólo platicamos de todo y de nada y paseamos por todos los rincones del hermoso cielo.

Hasta que un día, Dios nos dijo que ya era hora, que un nuevo ser había sido concebido y ahora los dos teníamos que bajar, ella para introducirse en el cuerpo y yo a su lado, protegiéndola.

Nunca había pensado que siendo tan pocos humanos y existiendo sólo los ángeles necesarios, a mí me tocaría de nuevo protegerla a ella, así que lo hice. Bajé y fui de nuevo su ángel guardián.

Era mi dicha y mi perdición, la tenía tan cerca pero no la podía tocar. En fin, así sería siempre y nunca podría hacer nada al respecto.

Un día, paseando por un valle hermoso a un lado de mi asignada, me di cuenta que Caleb viajaba cerca cuidando de su asignado también, pues los dos iban juntos. En cuanto ellos se detuvieron a descansar, Caleb me saludó y preguntó si podía sentarse a mi lado, yo por supuesto acepté. En todos los años que teníamos viviendo, Caleb y yo nunca habíamos hablado, sólo en la ocasión en que Dios nos había creado, nos habíamos saludado y sólo eso. Ahora él se quería sentar conmigo y era obvio que tenía algo por decir así que lo dejé.

—Leonard… —dijo mientras se acomodaba a mi lado y los dos vigilábamos cada movimiento de nuestros asignados como si fuéramos padres de unos recién nacidos— llevamos muchos años en este lugar.

Dijo eso y no supe si él esperaba una respuesta pues había hecho una pausa muy extensa, así que sólo asentí con una leve expresión y esperé a que él siguiera hablando.

—¿Te gusta lo que haces? —me preguntó mirándome a los ojos y yo sentí como si hubiera sido una clara amenaza, dado que él sabía que yo estaba enamorado de mi asignada.

—¡Claro! Me encanta —dije con demasiado entusiasmo tratando de no mostrarme culpable—. ¿A ti no?

—Sí, también me gusta mi trabajo. Es muy gratificante saber que llevamos a estas personas por el camino del bien.

De nuevo se produjo una pausa y deseé que los humanos siguieran su camino para poder alejarme un poco de él y así evitarme una conversación incómoda.

—¿Crees que así será todo el tiempo? —me preguntó él algo angustiado.

—¿A qué te refieres?

—Todo aquí está muy tranquilo —me dijo mientras miraba a todas partes— pocos humanos habitan el planeta, pero… ¿has visto la enormidad de este lugar? La tierra es enorme y estos hombres empiezan a multiplicarse…

—¿Cuál es tu punto, Caleb? —para ese momento, ya no me importaba si nuestros asignados se quedaban más tiempo ahí, ahora yo quería saber a qué se refería mi compañero.

—Pues mi punto es que en algún momento el planeta estará de humanos hasta los topes y ya nada será tranquilo. El mal viajará libremente entre ellos y no sé lo que pueda pasar...  No sé si me guste estar así.

—No lo había pensado —le contesté mientras meditaba sobre el tema un poco— es cierto, pronto este planeta se llenará de humanos por doquier y nuestra vida será más agitada.

Quedamos en silencio un rato los dos absorbidos completamente por nuestros pensamientos, hasta que su voz quebró ese silencio.

—¿Qué se siente?

—¿Qué se siente qué? —pregunté confundido.

—Amar.

—Yo… emm… Caleb, por favor…

—No te preocupes, Leonard. No estás infringiendo ninguna regla impuesta por Dios, sólo quiero saber qué se siente.

—Es lo más bello del mundo y del universo entero.

—Espero sentirlo algún día, ¿crees que todos los ángeles puedan amar?

—No lo sé —dije—. Pero si te enamoras, lo sabrás inmediatamente.

—Leonard… —dijo él después de una gran pausa—. Creo que Dios nos ha creado a nosotros dos diferentes a todos los demás ángeles. ¿No te has fijado en eso?

—No, claro que no ¡qué va! Todos somos iguales, Caleb —dije convencido de ello, no me gustaba pensar que entre los ángeles hubiera diferencias.

—Por supuesto que no, tú y yo somos diferentes… ¡Mejores! Dios ha tenido un plan antes de crearnos y nosotros estamos incluidos.

—¿Un plan? —pregunté pues no tenía ni idea a lo que se refería.

—Sí. Dios me lo mencionó una vez, pero no me dio detalles. Sólo dijo que tú y yo somos parte de un plan. Juntos podríamos ser más fuertes que Él, estoy seguro.

—Caleb, eso es tan…

Pero en eso nuestros humanos se levantaron apresurados y nosotros tuvimos que ponernos en marcha. Sólo nos miramos mientras tomábamos posición junto a nuestros asignados y él con una mirada me suplicó que lo meditara y que no le dijera a nadie lo que me acababa de decir.



#2431 en Fantasía
#3065 en Otros
#789 en Relatos cortos

En el texto hay: angeles, demonios, amor

Editado: 15.03.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.