Pasó mucho tiempo y no volví a hablar con Caleb ni de ese tema ni de ningún otro. He vivido muchísimos años, tantos que no llevo la cuenta y en todos esos años sí lo volví a ver muchas veces, pero jamás nos dirigimos la palabra. Sin embargo, aquella afirmación que me hizo ese día se me quedó grabada en mi cabeza y constantemente la repetía para mí mismo. Sabía que había algo de cierto en eso, era más que obvio que Dios nos había creado a Caleb y a mí de una forma diferente a la de todos los ángeles. Éramos diferentes pero no sabía en qué…
Mi vida siguió el mismo curso: yo de alguna manera había logrado entender hacia donde iba el alma de mi amada cuando bajaba a la tierra para incorporarse a un nuevo cuerpo y siempre la seguía. En todas y cada una de sus vidas, yo logré ser su ángel guardián y nadie me lo impidió. Sólo una vez Dios me mandó llamar para preguntarme lo que estaba pasando y yo ni siquiera pensé en mentirle así que le dije toda la verdad. Él se quedó callado, al fin y al cabo yo no estaba haciendo nada malo, pues Él nunca nos dijo que no nos enamoráramos y respecto a las otras reglas, yo las estaba siguiendo al pie de la letra.
Así que esa vez, Dios sólo me habló sobre las reglas nuevamente y me dijo que por ningún motivo las rompiera. Eso quería decir que, podía estar enamorado pero no podía ir más allá y revelarme ante mi amada.
Viví, o más bien, he vivido experimentando todo tipo de emociones nuevas y extrañas. Mi vida al lado de mi alma (así le digo pues en cada vida cambia de nombre y sería raro llamarla sólo por uno) ha sido una constante montaña rusa. He llorado, reído, sufrido, gritado, cantado, besado, abrazado… pero todo lo he hecho yo solo. No me importa mucho, sé cuál es mi lugar en este planeta y sé que si bien estoy a un lado de la mujer que amo, es sólo para protegerla y hacer hasta lo imposible por que nunca se pase al lado maligno.
Quizá muchos piensen que con esto que estoy contando, quiere decir que ella -mi amada- siempre ha estado en cuerpos femeninos, pero no, tengo que admitir que no siempre ha tenido un cuerpo de mujer. En incontables vidas, su alma ha habitado cuerpos masculinos y no por eso la he dejado de amar.
Si bien dicen que los ángeles no somos ni hombres ni mujeres, tendré que desmentir esa versión, los ángeles somos hombres o somos mujeres. Dios es muy justo para esas cosas: ha creado ángeles hombres, ángeles mujeres, así como ángeles de piel blanca, de piel amarilla, de piel oscura, de cabello de todos colores y formas, etc. Eso lo ha hecho, según mi teoría, para que nos sintamos más cercanos a los humanos y nos identifiquemos con ellos.
Entonces, estaba diciendo que el alma de la que yo estaba enamorado, muchas veces había estado en cuerpos masculinos y eso a mí nunca me importó, sólo que pensé que era bueno aclararlo en mi historia. Muchos de ustedes han escuchado el famoso dicho “lo importante es lo de adentro” o “no importa el físico, lo que más importa es el interior” bueno, eso es cierto. Lo importante es la esencia de la persona, y la esencia, déjenme les digo, es el alma.
También me tocó llorar la muerte de mi amada siendo apenas un bebé, en otra ocasión el cuerpo de ella ni siquiera se formó en el vientre de su madre y en ese momento llevé su alma hacia la luz, casi a unos minutos de que hubiera bajado a la tierra para protegerla.
También ella ha estado en el cuerpo de personajes muy famosos e importantes. No me gustaría mencionar nombres puesto que quizá pudiera infringir una regla o pudiera hacer que ustedes se confundieran o se molestaran, pero sí puedo decir que en una ocasión me tocó ser el ángel guardián de un presidente que cuyo mandato fue muy importante para su país. Lo cuidé hasta su último aliento ya que en numerosas ocasiones sus enemigos trataron de asesinarlo.
En otra vida, mi asignada fue una actriz muy famosa y desde que nació hasta casi sus últimos días tuvo una vida muy agitada. En ese tiempo conocí cosas que jamás pensé conocer, cosas como drogas, mucho sexo, orgías y demás cosas espeluznantes. Cada noche yo le acariciaba su cabello y la llenaba de besos invisibles, rogándole con mis pensamientos y mi voz que ella no podía escuchar que no cayera, que no se hiciera mala. Creo que ella en su interior sólo hacía esas cosas para llamar la atención pues se sentía muy sola. Aunque se casó tres veces, en realidad no tuvo un amor verdadero; los hombres entraban y salían de su vida y eso hacía que ella utilizara esa máscara para poder ser un poquito feliz.
Constantemente lloraba en su soledad y yo lloraba a su lado. No era justa la vida con ella, pero no podía hacer nada para remediarlo. Yo seguía amándola intensamente, incluso en esa vida y aunque ella fuera de ese modo, a mi no me importaba. Era la mujer más bella del planeta y eso no lo pensaba yo solamente, la gente no dejaba de llamarla, de ofrecerle papeles en películas, de pedirle citas… Mi querida asignada era toda una leyenda viviente y yo no me cansaba de adorarla.
Los últimos días de esa vida estuvo muy enferma, tenía una depresión muy fuerte que estaba acabando con ella. Había gente vigilándola pues tenía tendencias al suicidio y, siendo muy famosa, querían evitar que cometiera una estupidez, ¡yo tenía miedo que cometiera esa estupidez! Si se suicidaba, entonces su alma se iría al infierno y ya no podría volver, entonces sería el fin de nuestra historia. Pero en sus últimos días, pasó algo muy extraño, ella estaba en su habitación acostada en su cama y completamente sucia, pues tenía días sin querer bañarse ni levantarse, en un momento se quedó sola y ella, aprovechando la oportunidad, sacó una pequeña navaja que tenía escondida debajo de su colchón, la abrió lentamente y se le quedó viendo durante largos segundos. Yo, siendo invisible por supuesto, comencé a suplicarle que no lo hiciera y le di todas las razones por las que no podía matarse, mis lágrimas caían calientes y abundantes por mis mejillas y no lo podía controlar. De pronto, una lágrima mía cayó en su rodilla y ella, como si la hubiera sentido, la miró, o al menos miró su rodilla seca y comenzó a llorar también. Al cabo de unos minutos soltó la navaja y se quedó dormida. Yo no lo podía creer, no sabía lo que había pasado pero sin duda me había sentido y quizá de alguna manera la había ayudado para que no se matara.
Editado: 15.03.2024