Mi Imbécil Favorito

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CAPÍTULO 2. SU VOZ...

 

Por ahora el primer día va bien. Las dos primeras clases he tenido suerte y me tocaba junto a Paris. Pero las otras dos he ido algo más perdida porque no conocía a absolutamente nadie, salvo a Clara, la compañera de volei de mi compañera de cuarto, aunque no tengo la confianza suficiente con ella como para ir y hablarle de primeras. A parte que se la veía muy ocupada tonteando con un chico al final de la clase.

Estoy de camino a la cafetería, he quedado con Paris en vernos allí para ir a comer. No tengo demasiada hambre, supongo que serán los nervios del primer día de clases, tengo el estómago cerrado desde esta mañana.

— ¡CAPULLO! — grito al chico de pelo rizado que acaba de pasar corriendo por mi lado tirando así todos mis apuntes al suelo.

— Lo siento — dice burlándose sin dejar de correr. Imbécil.

— Ey, ¿qué ha pasado? — Paris está agachada junto a mí ayudándome a recoger las hojas del suelo antes de que alguien las pise.

— Un chico, ha pasado corriendo y se me ha caído todo. — después de recoger cada papel de suelo vamos hasta nuestras taquillas, que están una al lado de la otra, y dejamos todo dentro.

 

— Por aquí — me dice mi nueva amiga andando hasta una mesa con algunos chicos. — ¡Hola! — dice al llegar. Deja su bandeja y se sienta al lado de un chico muy parecido a ella. Tiene los ojos igual de azules e igual de bonitos, el mismo hoyuelo en su mejilla y esas casi imperceptibles pequitas en los pómulos. A su lado está Clara y en frente de esta un chico de pelo castaño y definidos músculos. Dos sillas vacías quedan en la mesa. Quiero sentarme en una, pero mis manos no quieren dejar la bandeja sobre la superficie de la mesa, ni mis pies acercarse más a la silla.

— Puto señor Córdega — exclama un chico sentándose enfrente de Paris. Ha dejado un único hueco en medio de él y el chico musculoso. — . ¿Te piensas sentar? — me pregunta el recién llegado sin girarse siquiera.

— No puede ser — decimos los dos a la vez cuando me siento a su lado y podemos vernos a la cara.

— Tú.

— ¿Yo? — pregunta él divertido y extrañado.

— ¿Os conocéis? — interviene Paris con el ceño fruncido.

— No que yo sepa. — contesta el chico y luego me mira y me guiña un ojo. Agh. ¿Cómo se puede ser tan engreído?

— Es el chico que me ha empujado antes. — explico.

— Ah, sí. Perdona por eso, tenía prisa cariño. — "¿Cariño?". Pero, ¡¿qué se ha creído este?!

— Hablando de lo cual, ¿qué te ha dicho el señor Córdega? — salta de pronto el chico que se parece a Paris. ¿Por qué no me sé el nombre de nadie? Y ¿por qué nadie se presenta?

— Es un capullo — Oh, ¿en serio? No sé yo quién lo es más. Pero apuesto lo que sea que eres tú. — , me suspendió la asignatura el año pasado y este no me deja ir a su clase. Me toca ir a las extraordinarias el mes que viene. — la mesa se llena de un fuerte bullicio por las palabras llenas de enfado del chico que tengo a mi derecha.

Un silencio se instaura en la mesa y decidí romperlo con mi inoportuna curiosidad — Paris — llamo su atención que estaba concentrada comiendo de su ensalada. — , ¿piensas presentarme a tus amigos? — pregunto de forma muy casual.

— Oh, claro, se me olvidaba. Este es Sean — señala al chico musculoso que tengo a mi izquierda. — , esta es su hermana, Clara Anderson, que ya conoces. Y estos dos son mis hermanos, Nick — señala al que me ha tirado antes y está sentado a mi lado — y Will Johnson — dirige esta vez su mirada al último chico de la mesa que está a su lado. Parece muy majo, mucho más amable que su hermano, seguro. — . Sé que soy la hermana más guapa, pero te aseguro que compartimos los mismos genes. — dice con un acto dramático que provoca risas por parte de todos los que estamos allí sentados.

 

Estoy en mi taquilla cogiendo el libro de física, ya que es la última asignatura de este día tan agotador. Cuando al girarme para cerrar mi taquilla y ponerme a caminar, me cruzo de bruces con Will Johnson propinándole un fuerte golpe en la cara.

— Perdón — digo avergonzada por haberle dado sin querer con la puerta metálica de mi taquilla en las narices. Él sostiene su roja nariz tras el golpe con ambas manos. Le he dado muy fuerte.

— Tranquila, no es nada. — ¿No es nada? Sujeta su nariz como si se le fuera a desprender del cuerpo en algún momento.

— Voy a traerte hielo. No te muevas de aquí — preocupada le dejo junto a mi taquilla y me dirijo hasta la cafetería.

 

— ¡Nora! — me llama a pocos pasos de mí Will. Está claro que no puede hacerme caso. ¿Tanto le costaba quedarse allí y esperarme? — No ha sido nada, de verdad — se quita las manos de la cara y me enseña el golpe que le he propinado. Su nariz parece algo hinchada y por sus mejillas corre cierto rubor que hace que su rostro sea más tierno. — . Solo necesito agua fría. Voy al baño, ¿me esperas? — asiento. Él entra por la puerta de nuestra izquierda al baño de chicos y yo me quedo en el solitario pasillo a esperar que salga. Está claro que él no puede recibir indicaciones de nadie, pero yo, yo las recibo de todo el mundo.



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En el texto hay: adolescentes, amor, apuestas

Editado: 24.07.2021

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