CAPÍTULO 7. ¡TE ODIO!
Ya ha pasado una hora desde que salí de la habitación. Todavía no me entra sueño así que voy a pasear un poco a ver si me canso y empiezo a querer dormir, bueno a necesitarlo porque querer quiero. voy tan aturullada pensando en mis cosas que no me he dado cuenta de que había alguien en el camino.
— ¡Nos volvemos a ver! — mi cara expresa un total desconcierto al verle todavía por aquí. Parece que se ha dado cuenta y continúa hablando — Sé que te gusta más verme solo con una toalla atada a la cintura. Pero no esperarás que salga así a pasear, ¿verdad? — su estúpida broma hace que al menos salga una sonrisa de mis labios.
Nick me sonríe de vuelta. ¿Qué le pasa? o sea, nunca es tan amable conmigo más de dos segundos seguidos.
— Eres un creído
— ¿Un creído que te encanta? — tiene unos ojitos de corderito que solo están haciendo que mi sonrisa se intensifique más.
— No. Solo un creído más y ya.
— Me has hecho daño princesa — se pone su mano en el pecho dramatizando hasta un punto extremo esta situación.
— Creo que podrás sobrevivir.
— ¿Sin tu amor? Imposible — una parte de mí querría que esas palabras no llevaran consigo una connotación tan irónica; y la otra parte de mi ser me quiere dar un buen puñetazo por estar imaginando esas cosas.
— Ja Ja — me doy la vuelta con la intención de irme, pero su mano sujeta la mía.
Muy tranquila me giro de nuevo hacia él. Ninguno dice nada, nos dedicamos a mirarnos por unos segundos. Él entrelaza nuestros dedos de forma instintiva. No me aparto, solo me quedo ahí observando la situación. Me siento como un espectador viendo una película en el cine, como si esto no me estuviera ocurriendo a mí. Por segunda vez en el día tengo los labios de Nick pegados a los míos. Vuelvo en mí en cuanto noto como una de sus manos aprieta con cierta fuerza mi culo. Me separo de él y le pego un tortazo en la cara. ¿Quién se cree que es para meterme la lengua hasta la campanilla y encima tocarme el culo? ¡Mi culo es sagrado!
— ¡¿Pero qué narices te pasa?! — pregunta Nick exaltado. No se esperaba para nada mi reacción, y a decir verdad, yo tampoco.
— ¡No! ¡¿Qué mierda te pasa a ti?! ¿Quién te crees que eres para tocarme el culo? — estoy muy cabreado. Sabía que no podíamos estar más de cinco minutos sin gritarnos y enfadarnos mutuamente.
— No parecía que te importara hace unos dos minutos — bufa. Dirige sus manos a su pelo y estira un poco de este claramente frustrado.
— ¡Te odio! — le grito de vuelta y me alejo unos pasos de él.
— ¡Oh, que dolor! — detesto la forma en la que saca todo de quicio. No hace tanto que nos conocemos, pero no lo soporto ni un minuto más. No tengo fuerzas para seguir peleando con él, hoy no. — ¿Te crees que me importa lo que una niñata pija cómo tú piense de mí? ¡Pues no! — se va al segundo después de decirlo todo y yo me quedo allí unos seundas más. Histérica porque me ha dejado con el insulto en la punta de la lengua. Me trago mis palabras y vuelvo a mi habitación corriendo.
Cuando llego a mi habitación seco el par de lágrimas rebeldes que han escapo de mis parpados por la cólera de hace unos minutos. Me quito la sudadera y lso zapatos y los dejo de cualquier manera en el habitación. Cuando ya solo llevo el pijama me echo en la cama y miro el techo con paneles blancos.
— ¿Pasa algo? — una somnolienta Paris habló en medio de la oscuridad de la habitación, a esta solo la iluminaba el reflejo de la luna que entraba por la ventana.
— He salido a dar una vuelta. Duerme, es tarde... — mantuve la compostura hasta que oí un gruñido provinente de la cama de mi compañera e intuí que se había vuelto a dormir.
La enorme necesidad de llorar me recorre de pies a cabeza. ¿Por qué justo ahora los recuerdos de aquella noche viene a mi cabeza? No es fácil olvidarte de una traición tan grande como es la de que tu novio te engañe tu "mejor amiga". Fue horrible la sensación de vacío y perdida que sentí durante meses tras verlos en la cama de Jake. Él se giro para mirarme y cuando se dieron cuenta de que estaba allí de pie viéndolos, no hicieron o dijeron nada para, al menos, excusarse. Solo me pidieron que cerrara la puerta y ellos siguieron a lo suyo. En ese momento le grité a Jake una retaila enorme de adjetivos malsonantes que nunca antes habían salido de mis labios, y me sentí tan sumamente bien por ello. Aunque él ni se imputo. Lloré meses por él, lo pasé peor que mal. Pero lo he superado, y nunca más dejaré que alguien me trate como una vez lo hizo Jake.
Mi despertador empieza a sonar y debido a lo tarde que me dormí ayer parezco un zombie. Tengo unas ojeras que se pueden ver desde la otra punta del internado. Me recojo el pelo en un moño despeinado y me pongo el uniforme con mis converse blancas, cojo la mochila y salgo corriendo de la habitación para llegar a tiempo a literatura. Por suerte esta es una de las clases que comparto con Paris y podremos hablar y ella podrá pasarme sus esplendidos apuntes que tanto voy a necesitar para el examen del viernes. Estamos a miércoles y aún no he empezado a estudiar para ese examen...
Llego al aula antes de que el maestro entre por la puerta. Para mi sorpresa Paris no está sentada en nuestro sitio habitual, ni en ningún otro. Entonces me acuerdo de que hoy tenía que ir a ver al orientador. ¿Por qué? Ni idea, no le pregunté. Me dio palo hacerlo.