Mi Imbécil Favorito

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CAPÍTULO 8. ¡SUPERALO!

 

— Me alegra volver a verte — susurra para que el profesor no nos pille hablando. — . Ayer estuve un poco frío, perdona — el Jake que me está hablando ahora mismo no se parece a ningún otro Jake con el que haya compartido algo. Ni cuando lo hicimos por primera vez fue tan amable.

"Tampoco fue un animal", apunta mi consciencia. No, no lo fue. Pero no sé, hay algo raro en su forma de comportarse conmigo. Como si quisiera algo... Da igual.

— Intento atender — le digo con mi sonrisa más falsa, para no parecer una estúpida.

— Entonces, ¿no deberías estar mirando la pizarra y no mis labios? — suelta con una risita tan típica suya.

Me giro bruscamente hacia el profesor. Apuesto a que si hubiera tenido el pelo suelto o recogido en una coleta y no en un moño, mi cabello hubiera azotado su cara. Una lástima que no haya sido así.

— Venga, no te enfades. Me ha gustado que me miraras así — sus palabras se han vuelto más sensuales. Su voz ronca esconde ese deseo profundo y sexual que antes me encantaba y ahora solo me da ganas de ir al baño.

— Sh — le digo para que calle.

— Bichito, no seas mala — suplica.

— ¡¿Mala yo?! — salto un poquito alterada, aunque por suerte solo se han dado cuenta el chico insoportable que tengo al lado y un chico de delante que simplemente se ha reído de mi numerito.

— ¿Te parece bonito pasar así de mí? — me pone morritos. Quiero pegarle.

— Me parece precioso — Jake coloca un mechón rebelde que se ha escapado detrás de mi oreja. ¡¿Puede dejar de intentar ligar conmigo?! —  Déjame en paz, por favor.

— No quieres eso — afirma muy seguro de sí mismo. Está claro que no se va a callar.

— Blossom, Smith, al despacho de la directora. — exclama el profesor en voz alta. Mis ojos se abren como platos al oír que me han vuelto a mandar al despacho del director con el imbécil de turno. Jake solo coge su mochila y con una espléndida sonrisa en los labios sale de clase. Yo voy detrás de él muy, pero que muy enfadada.

 

— ¿Estás enfadada? — le miro mal.

— ¿Eres idiota o te entrenas? — pregunto sarcásticamente.

Pone una de sus manos en su barbilla y hace como que piensa — Me entreno — contesta super convencido. Lo que yo diga, es el rey de los idiotas.

— Relájate fiera, ni que fuera la primera vez que vamos a dirección.

— Ese es el maldito problema, cuando estoy cerca de ti siempre salgo mal parada — mi enfado ha pasado de azul oscuro a un negro tenebroso. Estoy muy alterada. Me saca de todas y cada una de mis casillas.

— Bichito... — susurra para que me tranquilice.

— No me llames así. Perdiste ese derecho hace mucho tiempo. Terminamos, ¡SUPERALO! — le grito fuera de mí. Que me llame así me hace acordarme de los meses en los que estuvimos juntos. Tal vez no fue la relación más sana o la más bonita del mundo. Pero fue mi primera relación seria con un chico, y también fue con él con la primera persona que lo hice. así que sí, me afecta mucho recordarlo. Me afecta, no porque le siga queriendo, porque no es así. Me duele porque lo pasé muy mal y no quiero que me vuelva a herir, ni él ni nadie.

— Creo que lo superé antes que tú, cariño — me dice como si fuera obvio — . Lo viste ayer por la noche en el patio — ¡Mierda! Se dio cuenta de que le vi besarse con aquella chica.

Las palabras no emanaban de mi boca. Se negaban a salir. Mis mejillas se tiñen de rojo. Le di la espalda y empecé a andar a paso decidido hacia dirección. En realidad no pensaba entrar al despacho, pero quería hacerle creer que sí para que me dejara tranquila.

— Nunca dejarás de ser la hija perfecta, la amiga perfecta o la alumna perfecta... — sentencia Jake. Agarra mi muñeca y me arrastra hasta la salida. Bajamos juntos las escaleras y nos detenemos frente a un árbol.

Le miro a los ojos, a esos ojos color café que me observan como la primera vez que nos vimos. Aquella fría mañana de septiembre hace más de dos años.

 

FLASHBACK

— Ey cariño, no te enfades es una simple visita a la dire... — su tono despreocupado me hace gracia. Nadie de mi entorno me diría eso, pero ahí estaba él quitándole importancia a todo. Algo de él me atraía muchísimo. No podía dejar de mirarle.

— Lo primero, no me llames cariño, Blossom — suelto con un tono aparentemente irritado y amargo, aunque realmente no lo pienso, simplemente así salen las palabras de mi boca. — . Lo segundo, que a ti te de igual que te castiguen no significa que los demás seamos igual de estúpidos que tú. Tengo vida para perder el tiempo castigada en una habitación ¡contigo! —  le espeto en la cara como si nada, parecía una ametralladora. Nadie me podía parar. Supongo que mi reacción es normal teniendo en cuenta la estricta educación que recibí de mis padres desde que tengo uso de razón. No les echo la culpa, pero a veces desearía relajarme un poco. Con todo en general...

— Yo tampoco quiero que me castiguen, pero dudo mucho que por cruzar un par de palabras en clase nos vayan a hacer algo de eso — intento replicarle pero continúa hablando — . Por cierto, no soy estúpido. Guapo sí, estúpido no. — ¿En serio? Levanto las cejas y él empieza a reír.



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En el texto hay: adolescentes, amor, apuestas

Editado: 24.07.2021

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