Mi Imbécil Favorito

18

PARIS…

 

—¿¡Y ahora también me vais a decir que no pasa nada!?  —pregunto al llegar a la mesa bastante alterada. Alexander me retiene de la mano e intenta hacer que me tranquilice.

—¡Nora!  —exclaman las dos igual de sorprendidas.

Ninguna de las dos articula palabra alguna. Yo no estoy muy relajada, que digamos.

—¿¡Queréis decir... algo!? —sin darme cuenta algunas lágrimas caen por mis mejillas.

Estoy tan frustrada y dolida porque me lo hayan ocultado tanto tiempo y de esta manera, que ya no puedo soportarlo más y he explotado, gritandoles, llorando y gimiendo sin control. Cada una de las pocas personas que hay en la cafetería están al tanto de la disputa que estamos teniendo y Alexander sólo intenta frenar el descontrol de mis palabras.

—Nora, tranquilízate. Esto...

—¿Qué? ¿¡Me vas a decir que se puede explicar!? —Paris agacha la cabeza apenada, yo creo que no por la situación si no por el escándalo que tenía montado. ¡Ups! ¡Descontrol!— Ya lo creo que se puede explicar, estáis saliendo juntas y ninguna de las dos habéis sido capaz de decirme nada. ¡Lleváis meses escondiendo esto!

—Sólo... déjame explicártelo...

Vuelvo a interrumpir a Paris como por centésima vez.

—  Ya no hay nada que explicar —suelto entre sollozos— , estáis saliendo y no queríais que me enterara de ello. Pues muy bien, haré como que no sé nada, es más, ni os conozco —dicho esto hecho a nadar, dejándolas a ambas muy aturdidas por mi reacción y a un Alexander anonadado por la situación siguiéndome junto con su hermana fuera de aquel local.

—¡Nora! ¡Nora! —me llama Alex.— ¡NORA! —me grita llegando a mi lado y cogiendo mi muñeca para que frenará el paso.— ¿Qué ha pasado ahí dentro? —señala dentro del local donde estábamos.

—No sé, estaba muy cabreada con ellas y...

—¿Cabreada? ¿Por qué? —me interrumpe Mónica estirando un poco de mi falda para llamar mi atención. Es tan dulce que solo con mirarme con esos ojitos color miel logra tranquilizarme.

—Porque... —respiro profundo y continúo— Porque esas dos chicas de ahí —señalo la mesa de la ventana donde se ven a las dos chicas con las que acabo de "pelear".—, son amigas mías, incluso una de ellas es mi mejor amiga; y me han mentido... —estaba triste muy triste. Me sentía traicionada, herida, dolida. Sentía que había perdido algo muy valioso, y claro que era valioso, estaba perdiendo a mi mejor amiga.

—Pero... no lo entiendo —dice Alex— , ¿por qué no las has dejado explicarse? ¿Por qué sólo has supuesto lo que pasa sin dejar que te lo expliquen?

—Porque llevan meses haciendo eso a mis espaldas —y aunque sé que Alex lleva razón, ahora, no solo se trata de la mentira, se trata de que mi orgullo no me permite recapacitar y darle la vuelta a las cosas. Ya no, ya estaban hechas—, y de sus caras cuando me han visto.

—También puede ser que estaban angustiadas porque parecías una loca gritándoles.

—¡Ay! ¡Hermanito! Nunca aprenderás... —exclama Mónica a mi lado, dándole un pequeño golpecito en la espalda a Alex.— Las peleas de chicas, no son como las de chicos, y nunca, nunca, nunca, le digas a una mujer que está loca, aunque sea cierto... —parece un niña tan madura cuando habla. Tiene mucha razón, y da unos consejos bastante buenos.

Estuvimos sin parar de reír unos minutos debido a la cara de Alex por las palabras de su hermana pequeña. Hasta que un grupo de señoras que iban camino a la iglesia se nos quedó viendo como si estuviéramos chifladas, ¿os lo podéis creer? ¡Vaya viejas!

Mi móvil empezó a sonar, lo saqué del bolso y vi que era mi madre.

 

Llamada:

Mamá: ¡Hola, cielo! ¿Dónde estás?

     Yo: Hola, mamá. Estoy en... —miro a mi alrededor.— cerca de mi cafetería favorita.

Mamá: Vale, ¿puedes venir a casa?

     Yo: Sí, ¿pasa algo? ¿Está todo bien?

Mamá : Sí, sí, mi amor, tranquila. Papá y yo solo queremos hablar contigo.

Yo: Vale, enseguida voy. ¡Adiós mamá!

 

Cuelgo, y me giro hacia las dos personas que me miran expectantes.

—¿Ha pasado algo? —pregunta Alex dubitativo.

—Oh, no, nada. Sólo quieren decirme algo —me encojo de hombros.

—Ah.

—Bueno, chicos, tengo que irme —me acerco a Mónica y le doy un abrazo y un beso en la mejilla.— Me ha encantado conocerte, tenemos que ir al parque algún día —me guiña un ojo y asiente efusivamente. ¡Monísima!

—Lo siento por lo de antes, no te metas en más peleas sin que esté yo delante —abrazo a Alex mientras reímos y después me voy hacia casa.

 

Estoy sentada en uno de los asientos que hay en el metro. En este vagón tan sólo estábamos una niña de unos 12 años y yo. Cuando me di cuenta al lado mío había una carta, la abrí y la letra parecía de chico, es más se me hacía familiar. La curiosidad me invade y con suma delicadeza abro la carta y la leo.

[Nora

Nunca se me ha dado bien decir lo que siento y expresar frente a los demás mis sentimientos. Por eso, tengo que escribirte esta estúpida carta, para que me perdones por ser tan idiota a veces... Me conoces, y en el fondo sabes que estamos destinados. *Me preguntaba si*

     Te recuperaré, 

Jake.]

¿Jake me había escrito una carta de amor? ¿Por qué? No, no, no. ¿Qué hacía aquí la carta... aquí? Todo esto es muy raro. Hablaré con él el lunes.



#23603 en Novela romántica
#3906 en Chick lit

En el texto hay: adolescentes, amor, apuestas

Editado: 24.07.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.