Mi Imbécil Favorito

20

RECONCILIACIONES Y VERDADES

 

—¿¡Qué le ha pasado a mi hermano!? —en ese momento todo me cae encima. Las horas, los días, las semanas, todo acaba de derribar los muros que tanto me han costado construir.

Estoy metida en una habitación de hospital con Will y Paris. Las blancas paredes del hospital están empezando a agobiarme y la presencia de Paris, junto a la impertinencia de Will por conseguir una explicación no ayudan lo más mínimo.

—¿Nora? ¿¡Nora!? —intenta llamar mi atención Will, Paris no le presta atención, al igual que yo. Las dos nos miramos fijamente, pero no es la típica mirada asesina. Nos miramos con anhelo La he echado tantísimo de menos, que volver a verla en está situación solo me dan más ganas de llorar y de abrazarla, sobre todo, más ganas de perdonarla y de que me perdone. Pienso que ese anhelo ha sido mutuo, tengo esa esperanza de que ella también me haya echado de menos y que por fin podamos dejar los engaños y todo eso atrás, aunque no sin antes una explicación. Eso está claro.

—¡NORA! —salto de la silla y me pongo de pie, por el susto que me ha dado Will al gritarme en el oído. Al levantarme tan rápido y ponerme de pie no me fijo que él está justo enfrente de mí, lo que hace que nos choquemos y nos demos un cabezazo.— ¡Au! No era necesario pegarme. —dice mientras se frota la frente donde ambos nos hemos golpeado.

Paris empieza a reírse muy fuerte por la reacción de Will y yo no tardo en unirme a ella.

—Tampoco era necesario gritarme —le digo de igual forma,  y es entonces cuando los tres reímos por la situación tan ridícula.

—Bueno... ¿Y qué ha pasado? —pregunta avergonzada Paris. Yo tampoco es que esté muy cómoda.

FLASHBACK

Después de ver la Torre Eiffel y volver al hotel nos vamos a dormir. Nick duerme en la cama y yo bajo a dormir al sofá del salón con la excusa de que quería ver una película. Cuando me despierto, salgo a correr, como la chica fitness que soy. Hace una mañana fantástica, los pájaros cantan y el Sol está radiante. Cuando vuelvo al hotel, Nick todavía duerme, así que cojo la ropa y me adentro en el baño para ducharme. Al salir del baño ya vestida, lo encuentro sentado en la cama revisando su móvil, iba vestido con una camiseta azul de Nike, unos vaqueros denim y sus típicas deportivas, también Nike.

—¿Desayunamos juntos? —me pregunta de lo más dulce.

—Obvio. Cojo el móvil y bajamos. 

— Bien.   

Tras desayunar, pasamos el día de sala en sala, de museo, en museo. Bueno, no tanto, solo fuimos a uno pero tenía tantas salas distintas que parecían trescientos museos.

—¿Vamos a la fiesta que nos ha invitado ese chico? —le pregunto a Nick

—¿Qué chico?

—El que nos ha hecho la foto antes, tonto. Venga, vamos, ¡por favor! —le pido como una nena pequeña.

— Está bien, vamos —dice resignado y algo ¿contento?

—¡Gracias! —le digo y salto a sus brazos, la verdad no sé ni porqué estoy tan contenta si es una simple fiesta, en la que, además, no conozco a nadie. Pero da igual, estoy contenta y eso es lo que importa.

"Querías abrazarle, no te inventes excusas".

No, ¿por qué no te callas?

Salimos a la calle y sin darme cuenta, tenía la mano de Nick tomada. No me molesta, es más me agrada, parecía que a él tampoco le incomoda puesto que no la aparta en ningún momento. Solo nos separamos cuando el taxi para y nos subimos ambos en la parte trasera de este. Después de que Nick le dijera a aquel hombre canoso la dirección que nos había dado aquel atractivo chico, Nick gira su cabeza hacía la ventalla para observar el paisaje, o esquivarme, no sé. Mi cuerpo reacciona de forma extraña últimamente cuando estoy con él en algún sitio, no puedo evitar sentir un cosquilleo que recorre todo mi cuerpo, de la cabeza a los pies, es como una corriente eléctrica de alto voltaje. Lo único que deseo en este momento es besarle, y no un beso lento, sino uno verdaderamente pasional. Pero me conformo con darle dulcemente y de forma disimulada la mano. Rozo la palma de su mano con mis dedos y sin darme cuenta también me acerco a él en el coche. Nick parece darse cuenta de mi intento fallido de darle la mano disimuladamente, y entrelaza definitivamente nuestras manos. Vuelve su cabeza para mirarme y me sonríe de forma pícara.

—¿Qué pasa? —le pregunto avergonzada.

—Nada... Que eres adorable —tras decir eso vuelve su vista a las grandes mansiones que ahora se ven por la venta , y me deja a mí y a mis mejillas teñidas de rojo sin saber que hacer, o decir.

—Ya estamos —nos avisa el taxista.

Bajamos del coche y cuando Nick le ha pagado al hombre, nos dirigimos a una de las grandes mansiones de la calle. La estridente música se oye hasta en la otra punto de París y los vasos de plástico rojos típicos en las fiestas estadounidenses aquí, son verdes. Decenas de chicos y chicas borrachos se encuentran en el jardín, enrollándose, e incluso alguno ya va tan borracho que está echando la pota. Otros aún no están lo suficientemente borrachos como para vomitar y en vez de eso, juegan con los aspersores que acaban de encenderse. Nick me da la mano y yo entrelazo nuestros dedos. Ahora que lo pienso, este gesto hace que nos veamos como una pareja, cosa que nunca pareció cuando sí salía con Jake, él nunca medió la mano, y menos en una fiesta, no se perdería la oportunidad de ligar con dos zorras por su "novia", lo sé, ridículo.

—¡Bonjour, madmuasel! Me alegra que hayas... hayáis venido. —su amplia sonrisa al verme disminuye cuando ve que vengo con Nick.

—Hola, ¿aquí no se bebe nada? —pregunta Nick demasiado seco y antipático. Estará ¿celoso? No, no creo. ¿Por qué estaría celoso de mí?



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En el texto hay: adolescentes, amor, apuestas

Editado: 24.07.2021

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