Catherine estaba en la oficina de aquel hombre de la constructora.
Su respiración se había calmado.
Su corazón también.
—Lo siento mucho. Estaba tan ofuscado con el trabajo que ni siquiera noté que estabas ahí —dijo el hombre, ahora más calmado, aunque seguía algo confundido—. ¿Quién eres y por qué estás en mi oficina?
Catherine tragó hondo y apretó los puños.
Esta vez obtendría el trabajo, sin importar qué.
—Solo vine para que me dieran empleo —dijo con voz suave.
El hombre la miró, extrañado.
—No contratamos mujeres.
El cuerpo de Catherine se tensó.
—Lo sé. Pero... solo deme una oportunidad para mostrarle que puedo con esto —respondió con una determinación que ni ella misma sabía que tenía.
Él la observó unos segundos. Luego suspiró hondo.
—Este no es trabajo para señoritas —dijo, intentando volver a sus papeles.
—Perfecto, porque yo soy un gremlin con fracturas —dijo Catherine, plantándose justo frente a su escritorio.
Aquello le causó gracia al hombre.
La miró divertido.
Y Catherine solo alzó aún más las cejas con determinación.
—Está bien, niña… Si pasas la prueba de entrada, te contrato —dijo cruzando los brazos.
Catherine también cruzó los suyos y lo miró con una sonrisa triunfante.
Él le devolvió la sonrisa. Sabía que Catherine no podría pasar la prueba que tenía en mente.
Pero ella representaba una oportunidad:
La oportunidad de divertirse al menos por unos segundos.
La oportunidad de despejar su mente.
Entonces se la llevó.
Era un salón de pruebas, aunque parecía más un gimnasio.
—Bueno, niña… Hay tres pruebas que necesitas completar para ser parte de esta compañía —dijo el hombre, quitándose la chaqueta y colgándola sobre el espaldar de una silla.
Catherine lo miró, decidida. Estaba lista para lo que fuera.
—La primera prueba es de fuerza —señaló una máquina de pesas.
—La segunda es de resistencia… Tienes que aguantar la respiración hasta que suene la campana —dijo, señalando una piscina.
—Y la tercera y última es de reflejos —indicó una zona donde se lanzaban sacos de arena que debía esquivar.
El hombre lo explicó todo con orgullo y satisfacción.
La cara de Catherine estaba entre el "esto es una locura" y el "tengo que hacerlo".
Pero no iba a echarse para atrás.
—¿Crees que puedes con todo eso, niña? —preguntó él, esperando que ella flaqueara y se fuera.
—Sí. Puedo con eso y más, señor gruñón —dijo Catherine, colocándose en posición.
Todo debía hacerse bajo un tiempo límite.
Ella apretó el botón de inicio y corrió hacia la primera prueba.
—Por cierto, mi nombre es Catherine, no "niña" —dijo con voz firme justo antes de comenzar.
El hombre estaba sorprendido.
La insolencia de la humana, mezclada con su determinación, llamó su atención.
La alarma sonó.
La primera prueba había comenzado.
Catherine se colocó y empezó a jalar las cuerdas.
En la máquina había unas marcas rojas.
Tenía que alzar las pesas hasta llegar allí.
Si lo lograba, pasaba.
Y podía ir a la siguiente prueba.
Las pesas eran pesadas.
Cuando se fijó, notó que debía levantar cerca de ochenta libras.
No era lo usual para una prueba de ingreso, pero él solo quería hacerla sufrir un poco.
Catherine respiró hondo, se agachó y, con un grito, las levantó.
Sus músculos ardían.
La visión se le nublaba.
Pero las mantuvo arriba.
El silbido de aprobación de la máquina sonó.
Había pasado la primera prueba.
Catherine dejó caer las pesas al instante.
Intentando recobrar fuerzas, se puso en pie y fue a la siguiente prueba.
Se metió en la piscina y, una vez lista, apretó el botón.
Los segundos pasaban. Ella se concentraba en una sola cosa: aguantar la respiración.
Entonces el aire comenzó a faltarle.
Sentía que empezaba a desesperarse.
Quería salir, pero no quería fallar.
Su cuerpo temblaba, ansioso por salir, pero ella lo obligaba a quedarse.
No supo cuánto tiempo pasó, pero otro silbido de aprobación sonó.
—¡¡Juuuuh... HUFFF!!
Un sonido profundo, que salió desde lo más hondo de sus pulmones.
Como si estos se hubieran expandido de golpe.
Para los presentes, aquello sonó más como el rugido de una bestia adolorida.
Sin perder más tiempo, Catherine caminó hacia la última prueba: la prueba de reflejos.
Realmente no podía creer que todo esto lo hacía por un empleo.
Parecía más una de esas competencias de Ironman: correr, nadar y esquivar.
A este punto, Catherine no estaba sola.
Otros trabajadores se habían unido como espectadores.
Estaban más que sorprendidos de que la chica hubiera llegado tan lejos.
Le gritaban y aplaudían, pero ella no podía escucharlos.
El zumbido de su propia sangre golpeándole los oídos se lo impedía.
Se paró junto al botón para comenzar la última prueba.
Intentaba recobrar el aliento.
Intentaba recobrar un poco de fuerzas.
—Es lo último… y me contratan —se murmuró a sí misma con fuerza.
Pero como todos allí eran lobos, todos la oyeron.
Entonces, cuando estuvo lista, apretó el botón.
Se quedó quieta, expectante.
La adrenalina era lo único que la mantenía en pie.
#542 en Fantasía
#935 en Otros
#333 en Humor
romance hombres lobo, desamor tristeza amargura corazn roto, slowburn
Editado: 30.06.2025