Pasaron las semanas.
Y aunque Catherine seguía insistiendo en que “no eran nada oficial”, los desayunos compartidos, las miradas largas, y el “accidentalmente siempre estás donde yo estoy” decían otra cosa.
Johnny había respetado su palabra.
No había vuelto a besarla.
Ni a repetir la pregunta.
Pero sus ojos…
sus ojos decían “ya casi”.
Y ese “ya casi” llegó.
Hoy era su cumpleaños.
Dieciocho años.
Mayor de edad.
Alfa en funciones.
Y, según Salvatore, "potencial rompecorazones certificado por el Ministerio de Lobeznos Enamorados".
“¡Es hoy, Alfa! ¡HOY es el día en que hacemos historia romántica o nos desmayamos de frustración hormonal!”, rugía Salvatore con una emoción digna de boda real.
Johnny estaba yendo en su moto hacia la mansión cuando un recuerdo le llegó a su mente.
Y no pudo evitar reír.
…Flashback…
Dos semanas antes…
La escena era tan tensa como una reunión familiar donde alguien menciona política.
Todos estaban en la sala principal de la mansión de la manada.
Ojerosos.
Despeinados.
Con cafés en la mano y ansiedad en la mirada.
—¡Nada en el hospital, ni en las cámaras de tráfico, ni en el puesto de tacos! —exclamó Kai, con los ojos rojos de tanto buscar.
—¿Y la maldita alpaca tampoco habló? —resopló Brian, ya al borde de declarar locura grupal.
Roxana caminaba de un lado a otro como si la alfombra fuera una pista de despegue.
—No puedo con esto. No puedo. Si le pasó algo, yo me voy del pueblo, vendo polvos mágicos en línea y me convierto en chamana. ¡La perdimos por tu culpa, Johnny! ¡¿Johnny?!
Silencio.
Mabel frunció el ceño.
—¿Y dónde está Johnny?
Todos giraron al mismo tiempo.
Y lo vieron…
entrando por la puerta trasera
con el cabello revuelto, la camiseta al revés
y una cara de “he dormido mejor que todos ustedes juntos”.
—¿QUÉ? —preguntó, levantando las manos como si él fuera la víctima.
Tonya se cruzó de brazos.
—¿Dónde estuviste?
Johnny parpadeó.
—Durmiendo.
—¿Y Catherine? —dijo Rey, con voz grave.
—¿Qué hay con Catherine?
—¡SIGUE DESAPARECIDA, IMBÉCIL! —gritó Roxana.
Elan, en una esquina, soltó:
—¿Y si ella esta con él…?
El mundo se detuvo.
Las cabezas se giraron como si fueran parte de una coreografía sincronizada.
—¿Estuvo contigo? —susurró Roxana, entre dientes.
—Johnny… —dijo Mabel, con voz de mamá-que-huele-mentira—. Dime la verdad. ¿Dónde está Catherine?
Johnny tragó saliva.
—Eeeeeh… hipotéticamente… si yo dijera que quizás… posiblemente… la encontré hace dos días…
—¿DOS DÍAS? —gritaron todos a coro.
—¡No fue a propósito! —se defendió Johnny—. ¡Ella apareció sola! ¡Y se quedó! ¡Y no quise interrumpir porque estaba en modo emocional súper delicado y… y…!
Roxana lanzó un cojín.
Tonya suspiró con la frustración de una CEO que ve a su equipo colapsar.
Adrián lo señaló como si fuera el villano de una telenovela.
—¡Este infeliz nos tuvo buscando por todo el condado mientras él estaba en su luna de miel emocional en modo clandestino!
Salvatore, desde adentro, susurró dramáticamente:
“Te dije que no lo contaras, Toretto. Te advertí que te ibas a morir si se enteraban. ¡Y ahora lo estamos viviendo en 4K!”
Mabel se quitó la chancleta.
Johnny corrió.
Pero no lo suficientemente rápido.
…Fin del flashback…
Johnny se sobó el brazo mientras aparcaba su moto frente a la mansión.
“Mamá sí que tiene buena puntería” murmuró con una sonrisita torcida.
“La mejor. Tiene el brazo de un francotirador emocional” agregó Salvatore, con voz de veterano de guerra con trauma de chancleta. “No sé si estoy orgulloso o asustado.”
El portón estaba decorado con guirnaldas, luces doradas y un cartel gigante que decía:
🎉 ¡Feliz cumpleaños, Alfa en Prácticas! 🎉
—“¿Alfa en prácticas?” —resopló Salvatore indignado—. “¡Somos Alfa certificado desde que nacimos, solo que todavía no nos entregan el título por cuestiones legales!”
Johnny rió bajito y sacudió la cabeza.
Entró.
Y fue recibido con un grito colectivo.
—¡¡¡FELIZ CUMPLEAÑOS!!!
Globos flotando.
Una mesa interminable de comida.
Una torta de tres pisos con una mini moto hecha de fondant.
Y, por supuesto, todos los presentes más ruidosos que una convención de licántropos con ansiedad sin medicar.
—¡Al fin llegó el cumpleañero! —gritó Adrián, ya con una gorra ridícula de cumpleaños y gafas de sol que no tenían sentido alguno.
—¡Te estábamos esperando, pastelito hormonal! —añadió Brian, lanzándole confeti en la cara.
—Feliz cumpleaños, hijo —dijo Rey, dándole una palmada en el hombro que casi lo lanza al piso.
—¡Que cumplas muchos más, mi lobito hermoso! —exclamó Mabel, abrazándolo con una fuerza de oso en traje de fiesta—. Y que esta vez no me hagas correr por el desierto como telenovela mexicana. ¡Desaparecido por el amor! ¡Qué vergüenza!
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Editado: 12.07.2025