La luz entraba suave por la ventana del hospital.
Un rayo dorado acariciaba las sábanas blancas y el rostro dormido de Catherine, que frunció el ceño como si el sol estuviera interrumpiendo un sueño profundo… demasiado profundo.
Parpadeó.
Una vez.
Dos.
El techo blanco del hospital fue lo primero que reconoció. Luego, el olor. Antiséptico, alcohol… algo más cálido.
Parpadeó de nuevo, esta vez más despacio.
Su cuerpo se sentía entumecido, pero no dolorido.
Su mente, nublada, como si acabara de salir de un túnel largo y húmedo.
Sus dedos se movieron, lentos.
La lengua, pastosa.
—¿Qué…? —susurró, la voz ronca, gastada.
Entonces lo vio.
Johnny.
Dormido en la silla junto a su cama, encorvado hacia adelante, con una mano sujetando la suya como si temiera que ella pudiera desvanecerse si la soltaba.
Catherine lo miró.
Y por un instante…
Todo pareció encajar.
Todo pareció normal.
"Fue un sueño", pensó.
La voz.
El bosque.
El desmayo.
La loba.
Todo. Absolutamente todo… había sido un sueño.
Un delirio febril, una mala mezcla entre dolor de cabeza y ansiedad emocional.
Suspiró.
Sintió un alivio inesperado recorrerle el cuerpo como una ola cálida.
No había lobos.
No había voces en su cabeza.
Solo Johnny, dormido, respirando suave, con el cabello revuelto y la camiseta arrugada.
—Gracias a Dios —murmuró, cerrando los ojos de nuevo por un segundo.
Venus no dijo nada.
Y ese silencio fue lo más tranquilizador de todo.
No había sarcasmos.
No había frases atrevidas.
No había: "Hola, humana, lista para dejar de ser tan patética".
Solo… silencio.
Y eso fue lo que más convenció a Catherine de que todo estaba bien.
Que todo había vuelto a ser como antes.
Que estaba despierta.
Y cuerda.
Por ahora.
Johnny se movió primero con un quejido leve.
Se estiró, frotándose los ojos como quien lleva siglos sin dormir bien.
Y entonces…
Abrió los ojos.
Y la vio.
Despierta.
Mirándolo.
Su cuerpo entero se tensó antes de que pudiera reaccionar.
—¿Catherine? —preguntó con una voz ronca, incrédula, rota por semanas de espera.
Ella sonrió, suave.
—Hola.
Johnny se lanzó hacia adelante sin pensar, sin filtro, sin aire.
Apretó su mano más fuerte.
No como antes.
Como si la necesitara para asegurarse de que ella estaba ahí, de verdad.
—Estás despierta —murmuró, con los ojos húmedos y las ojeras dibujadas como sombras profundas bajo su mirada—. Estás… aquí. Dios, creí…
No terminó la frase.
Catherine lo miró. Y fue entonces cuando lo notó bien.
Las ojeras.
El cabello alborotado.
La barba incipiente.
La piel más pálida.
Y los ojos… sus ojos de lobo dorado, cansados, partidos, como si el alma le hubiera estado goteando lentamente durante meses.
Se le encogió el corazón.
—¿No has dormido nada, verdad?
Johnny soltó una risa bajita, temblorosa.
—Duermo mejor aquí. A veces con un ojo abierto por si parpadeas.
Catherine sintió cómo una lágrima le pinchaba la garganta, pero la contuvo.
No estaba lista para llorar.
No todavía.
—Bueno, pues… estoy despierta —dijo, alzando un poco las cejas—. Aunque honestamente… creo que acabo de tener el sueño más estúpido y ridículo de mi vida.
Johnny parpadeó.
—¿Ah, sí?
—Sí —asintió ella—. Te juro que soñé que me hablaba una loba en mi cabeza que decía llamarse Venus y me decía cosas tipo “deja de ser patética, humana”. Y luego yo me escapaba del hospital, y terminaba en el bosque, y ahí —Dios, esto es lo peor—, yo era una loba también, y tú te transformabas frente a mí... ¡Y estabas desnudo! O sea, completo. Desnudo. Y yo me desmayaba como protagonista de novela venezolana en horario estelar.
Johnny se quedó completamente congelado.
Y ahí fue cuando se desató.
La risa.
Esa risa incontrolable, fuerte, casi de foca desquiciada en ataque de histeria.
Johnny solo la miraba.
No dijo nada.
No podía.
Porque cada palabra que ella decía…
era real.
Cada maldito segundo de su “sueño”… había pasado.
Catherine, por su parte, se secaba una lágrima de la risa.
—Dios, ¿te imaginas? ¡Qué horror! ¡Y tú en modo lobo sexy diciéndome “Mía” como si fueras el protagonista de una película con portada de novela barata! ¡JAJAJA! ¡Qué locura!
Johnny trago saliva, tenso como una viga.
Salvatore murmuró con tono sombrío:
“Alfa… esto es peor que cuando me ignoras. Ella piensa que la vida real fue un episodio de ‘Los Animaniacs’.”
Y Johnny… solo alcanzó a decir:
—Catherine…
Pero no supo si debía decírselo.
Porque ¿cómo le dices a la mujer que amas… que su “sueño ridículo” fue su nueva realidad?
Catherine se reía todavía, limpiándose los ojos con los dedos cuando notó que Johnny no reía con ella.
De hecho… no se reía en lo absoluto.
Tenía una expresión muy seria.
Demasiado seria.
—¿Johnny?
Él tragó saliva.
Se removió incómodo.
Se acercó a la cama y le tomó la mano con mucho cuidado, como si fuera de cristal recién pegado.
—Cathe… eso que dijiste…
—¿Lo del sueño loco?
#101 en Paranormal
#1224 en Otros
#401 en Humor
romance hombres lobo, desamor tristeza amargura corazn roto, slowburn
Editado: 12.07.2025