Dos lobos.
Una habitación.
Y una cama de hospital que no estaba diseñada para soportar el peso del amor salvaje en forma peluda.
Johnny —o mejor dicho, el lobo de pelaje oscuro con ojos dorados— giraba en círculos frente a la loba marrón chocolate, intentando parecer intimidante.
No funcionaba.
Ella le mordía las patas.
“¡Hey! ¡Eso es trampa!”, gritó Johnny mentalmente, tratando de saltar hacia un lado.
“Es estrategia”, replicó Venus con descaro. “Acéptalo, Lobo sexy, estás perdiendo.”
Salvatore lloraba de la risa.
“¡Nos están humillando con gracia, Alfa! ¡Ni cuando nos orinamos de cachorros nos vimos tan ridículos!”
Johnny gruñó suave.
Pero no de rabia.
Sino de risa.
Literalmente, estaban jugando a pelear.
Se empujaban, se lamían, se revolcaban en la sábana de hospital como dos adolescentes que acababan de descubrir que el mundo era mucho más divertido con colmillos.
Y entonces, sin más… los dos se detuvieron.
Sus miradas se encontraron.
Y el aire cambió.
No de forma dramática.
Más bien… como quien se da cuenta de que el juego ya no es solo juego.
“¿Volvemos?”, preguntó Johnny, su voz suave, tentadora.
“Solo si prometes no gritar si te muerdo”, respondió Venus.
“Dios mío, sí, volvamos”, dijo Catherine, al fin tomando el control de su cuerpo con un suspiro.
La transformación fue fluida.
Ambos, envueltos en luz tenue, volvieron a sus formas humanas… con una advertencia silenciosa: sin ropa.
—¡Rayos —susurró Johnny, cubriéndose con la sábana—! Esto ya se volvió costumbre.
—Te quejas, pero ni parpadeaste —dijo Catherine, sonriendo con picardía.
Johnny se rió, bajando la mirada un segundo… y luego volvió a verla, fascinado.
—Estás hermosa.
—Y tú estás listo —murmuró ella, acercándose… y sin previo aviso, le mordió el cuello.
Johnny se quedó helado.
Su cuerpo entero se tensó.
Sus ojos se abrieron como platos.
La respiración se le fue.
—¿Q-qué…?
—Shh —susurró Catherine, lamiendo suavemente la marca con una sonrisa felina—. Mi turno de morder.
“¡SEÑORAAA!” gritó Salvatore dentro de Johnny. “¡ESTAMOS MARCADOS! ¡SOMOS DE ELLA! ¡ESTO ES MEJOR QUE UNA TARJETA DE FIDELIDAD CON DESCUENTO EN TERNURA!”
Johnny la miró.
Con la marca fresca en el cuello.
Con sus labios tan cerca.
Con esa expresión de satisfacción absoluta.
Y luego… sonrió.
—Así que... ¿esto significa que ya somos exclusivos? —bromeó.
—Significa que si alguien más te mira como yo te miro… lo muerdo también.
“¡Sí, reina! ¡Múerdelos a todos! ¡Marca al mundo si es necesario!” chilló Venus, dando vueltas como una loba drogada de amor.
Johnny bajó la cabeza hacia la suya, aún sin poder dejar de sonreír.
—No sé si esto es real… o si me metí en un universo paralelo donde mi mate es una loba sexy, dominante y posesiva… pero me encanta.
Catherine le tiró de la sábana.
—Tú cállate… y ven acá.
Y por unos minutos más… no hubo ni pasado, ni reglas, ni transformaciones traumáticas.
Solo ellos.
Mordidas incluidas.
***
Johnny apenas había terminado de reír cuando la puerta del hospital se abrió de golpe.
—¡¡¿¡QUÉ CARAJO ESTÁ PASANDO AQUÍ!?!! —rugió el padre de Johnny.
Catherine soltó un grito ahogado y Johnny casi se cae de la cama.
Ambos se taparon con la sábana como si el FBI hubiera entrado en misión secreta.
—¡¿PERO USTEDES SON ANIMALES O QUÉ?! ¡ESPERA, NO RESPONDAS ESO! —gritó Rey, tapándose los ojos con una mano—. ¡TÁPENSE! ¡TÁPENSE, POR LA LUNA! ¡NO QUIERO TERMINAR EN TERAPIA POR CULPA DE SUS DESNUDECES DESUBICADAS!
—¡Papá! —exclamó Johnny entre risas nerviosas—. ¡Toca la puerta, al menos!
—¡TOCAR LA PUERTA DEBISTE HACER TU ANTES DE MORDER A TU MATE COMO VAMPIRO CON NECESIDAD AFECTIVA! —bramó Rey, aún cubriéndose los ojos—. ¡AY MI RETINA, YA LA SIENTO IRSE!
Justo entonces entró Mabel, con su abanico y su expresión de "yo sabía que esto iba a pasar".
—Tranquilo, Rey, respira. Tú antes eras peor. ¿Recuerdas la boda de mi prima Carla?
—¡No invoques esa memoria! ¡Mi terapia no ha terminado!
Pero entonces Rey bajó la mano y vio la marca en el cuello de su hijo.
Se congeló.
Su cara pasó de “papá molesto” a “abuelo prematuro en potencia”.
—¿Qué… es eso? —preguntó con voz baja. Peligrosa. Intensa.
Johnny se encogió de hombros, tragando saliva.
—Una… marca. De mi mate.
Rey se quedó en silencio un segundo eterno.
Y luego explotó.
—¡¡¿¡TE MARCÓ ELLA?!?!! ¡¿ESTÁN LOCOS?! ¡¿USTEDES DOS SON COMPLETAMENTE IDIOTAS O ESTÁN PARTICIPANDO EN UN EXPERIMENTO PARA VER QUIÉN ME MATA PRIMERO?!
—¡Yo solo me estaba vengando! —respondió Catherine, asomando la cabeza por la sábana con una mezcla de orgullo y culpabilidad adorable—. ¡Él me marcó primero! ¡Yo solo… igualé la jugada!
—¡¡¿VENGANZA?!!! —gimió Rey —. ¡Esto es una locura! ¡Esto no se hace sin preparación, sin guía, sin supervisión espiritual o al menos lubricante emocional!
—Rey, cariño —intervino Mabel con ternura mientras le abanicaba—. Estás haciendo esa vena del cuello otra vez.
—¡Porque ya no tengo control de mi cuerpo ni de mi hijo ni de sus decisiones hormonales!
Entonces se giró de nuevo hacia ellos, con el dedo tembloroso apuntándolos como si fueran los causantes del apocalipsis.
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Editado: 12.07.2025