Mi Luna es Mayor & Difícil

33. Colapso Express

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Rey estaba al borde.

No del liderazgo.

No de un acantilado.

Del colapso nervioso.

Y si un lobo con más de treinta años en el puesto de Alfa estaba considerando arrancarse el pelaje a mechones… algo andaba muy mal.

—¡Mabel! —rugió desde la cocina—. ¡¿Dónde está mi libreta de “eventos de emergencia”?! ¡Voy a organizar una boda en tres días o me voy a mudar al bosque con los osos!

Su esposa apareció con una taza de té y una sonrisa calmada de quien ya ha visto todas las fases lunares… y todas las locuras hormonales de su marido.

—¿La de emergencias con cachorros o la de emergencias con hijos calientes?

—¡La de hijos calientes! ¡La que tiene hojas plastificadas y un dibujo de una bomba con encaje! —bramó Rey, buscando entre los cajones como si su existencia dependiera de ello.

Mabel le puso la libreta en las manos con una mirada de "te amo pero estás insoportable".

Rey la abrió.

Leyó el título con orgullo:

“Plan C: Celo Matrimonial y Otras Catástrofes.”

—Esto… se acaba ya —murmuró Rey, pasando la primera página con determinación—. Ya no soporto ver a mi hijo con la mirada perdida y la entrepierna tensa. ¡Ese niño va a explotar como piñata en quinceañera!

Mabel se carcajeó mientras se sentaba a mirar el espectáculo.

—¿Y qué vas a hacer? ¿Casarlos a la fuerza?

—¡No! ¡Voy a hacer lo que todo Alfa sensato haría en mi lugar! ¡Unir la manada en una causa común! ¡Unirlos en celebración! ¡Unirlos… en santo y bendito matrimonio con pastel y lista de regalos!

—¿Y lo de pedirle a tu hijo si quiere casarse?

—¡No hay tiempo para eso, Mabel! ¡Si se besan una vez más sin supervisión, el sofá de la oficina va a quedar embarazado!

Mabel levantó su taza.

—Brindo por eso.

Rey no escuchó.

Ya estaba anotando cosas en su libreta.

—Pastel. Flores. Anillo. Ropa decente para Johnny, porque si lo dejo, va a llegar con jeans rotos y esa chaqueta de motociclista que huele a gasolina y testosterona. ¿A quién le pidió matrimonio? ¿A una humana? ¡Ah, sí, claro! ¡A una humana que también está a punto de combustionar!

Se giró hacia Mabel.

—¡Y tú! ¡Ve preparando a las mujeres de la manada! ¡Quiero una boda digna! ¡Pero rápida! ¡Exprés! ¡Como pizza con hambre emocional!

—¿Y si ellos se niegan? —preguntó Mabel, levantando una ceja.

Rey levantó la cabeza.

—No se van a negar. Porque los dos están a esto —juntó dos dedos— de pegarse una fusión cuerpo-alma sin permiso ni ceremonia. ¡Esto es por su bien! ¡Y por el mío! ¡Y por mi sofá!

Mabel bebió un trago más de su té.

—No sabía que estabas tan sentimental, Alfa.

—¡No es sentimentalismo! ¡Es supervivencia!

Y con eso, Rey salió disparado por la puerta, la libreta bajo el brazo, una mirada decidida…

Y la misión de organizar la boda más rápida, dramática y necesaria de la historia de Tres Cruces.

***

En el centro de operaciones no oficial —también conocida como la cocina de la mansión de la manada—, todo era un caos glorioso.

—¡¿Por qué hay confeti en la mantequilla?! —gritó Tonya, con su habitual elegancia asesina, mientras sostenía un cuchillo en una mano y una servilleta color rosa chillón en la otra.

—Fue parte de una prueba decorativa experimental, ¿vale? —respondió Adrián, con glitter en la barba y un moño de regalo atado en la muñeca—. ¡Estoy intentando innovar!

—Estás intentando que muramos por asfixia estética —murmuró Lucas, desde la esquina, donde preparaba los menús de la boda a mano. Con dibujos. Incluyendo un taco con velo.

Kai lloraba.

Literalmente.

—¡Es que es tan romántico! ¡Mi mejor amigo va a casarse! ¡Y yo ni siquiera tengo a quién mandarle indirectas pasivo-agresivas!

Roxana, por su parte, estaba sentada con una libreta, el teléfono y una copa de vino (a las diez de la mañana), organizando las mesas y discutiendo con un DJ por WhatsApp.

—¡No, no quiero reguetón clásico! ¡Esto es una boda, no una fiesta de secundaria con trauma emocional! ¡Ponme algo con cuerdas y suspiros, algo que haga llorar a la abuela aunque no esté invitada!

Miriam, al fondo, revolvía un tazón de ponche con gesto ausente mientras murmuraba:

—En mis tiempos, las bodas se resolvían con un mordisco y una noche en el bosque. Pero bueno… cada generación tiene su drama.

—¡¿Alguien ha visto mi lista de invitados?! —gritó Brian, que sostenía tres carpetas con post-its de colores y cara de gerente colapsado—. ¡Sin ella no sabré dónde sentar a los tíos que odian a los primos y a la loba que se robó el novio de la otra loba en el solsticio pasado!

Elan, sentado en una caja de botellas de vino, alzó la mano.

—Yo me ofrecí a hacer los recordatorios con flores secas y pequeños poemas escritos a mano. Pero después descubrí que soy alérgico al romance.

Niel, el policía, apareció con una caja bajo el brazo y una mirada de quien preferiría estar atrapado en un tiroteo antes que en una boda comunitaria.

—Traje los fuegos artificiales. Rey dijo que quería “algo que gritara ‘¡se acabó el celo!’ desde el cielo”.

—¡Eso dije! —gritó Rey, entrando con su traje a medio planchar colgado del brazo—. ¡Y quiero que explote justo después del beso! ¡BOOM! ¡Emoción! ¡Drama! ¡Aplausos! ¡Hormonas con protocolo!

Mabel lo seguía, abanico en mano.

—Querido, si sigues así, el que se va a desmayar en la boda no va a ser Catherine.




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