Mi Más Bella Canción De Amor

Capítulo 2

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Elías se encontraba detrás de la barra del café preparando unos emparedados. La tarde estaba tranquila y sólo había un par de mesas ocupadas.

En una, un grupo de chicas reía a carcajadas y, ocasionalmente, volteaban a mirarlo, coqueteándole abiertamente, cosa a lo que estaba acostumbrado así que siempre ignoraba a ese tipo de mujeres, aunque trataba de ser amable, pero evitaba en lo posible acercarse a las mesas cuando acudían clientes así. En la otra mesa, algo retirada de la primera, estaba una pareja joven conversando en voz baja. Le había llamado la atención que miraban a todos lados como estudiando el local y señalaban algún punto ocasionalmente, tanto del interior como de la calle. El joven era el más conversador y, al parecer, intentaba convencer a su compañera de algo, a lo que ella se mostraba algo dudosa y negaba con la cabeza.

Tenía un buen rato observándolos con disimulo, prácticamente desde que llegaron le habían llamado la atención. Ella se veía algo tímida, pero era linda, más que linda, tenía una belleza natural muy llamativa. Estaba seguro de que no usaba maquillaje, sólo un labial en un tono bastante discreto. Vestía de manera sencilla y muy femenina, su acompañante, aunque era más alto que ella, se veía mucho más joven y no estaba seguro de que en realidad fueran pareja.

Terminó de preparar la comida y se la entregó a uno de los meseros que esperaban conversando junto a la barra, se limpió las manos y salió hacia las mesas. Las jóvenes lo notaron y empezaron a cuchichear entre ellas, emocionadas, señalándolo sin mucho disimulo pero, para su inmediata decepción, Elías se acercó a la mesa donde estaba la pareja.

— ¿Ya decidieron cuándo y cómo van a hacer el atraco? — Les dijo levantando una ceja en forma inquisitiva.

La joven se ruborizó totalmente y bajó la mirada mientras su acompañante soltaba una carcajada divertida.

— No, todavía no. — Negó él. — Nos falta ultimar unos cuantos detalles pero, si nos ayudas, quizá este fin de semana lo podamos lograr.

— ¡Gus! — Exclamó la joven, totalmente asustada, haciendo que el acompañante volviera a carcajearse.

— ¡Es broma! — Negó divertido, luego se puso serio dirigiéndose a Elías. — Pero quizá sí nos podrías ayudar. ¿Trabajas aquí?

— Soy el encargado. — Repuso este, encogiéndose de hombros. — Pero no esperes que te dé el horario de la camioneta de valores. No voy a participar en un auto robo.

— No, no se trata de eso. ¿Tienes diez minutos?

— Soy todo oídos. — Asintió sentándose en una silla libre, no sin dejar de notar que la joven mantenía la vista baja.

— Yo soy Gustavo, y ella es mi hermana Cristy. — Dijo el joven, ofreciéndole la mano.

— Elías. — Respondió este, aceptando el saludo, mientras ella permanecía con la vista baja, sin moverse en lo absoluto.

— Discúlpala. — Negó Gustavo. — Es muy tímida, le cuesta mucho interactuar con la gente.

— Entiendo. — Asintió él, echando una rápida mirada a la joven, luego se giró hacia el hermano. — Entonces... ¿Van a asaltar la cafetería?

— No, sólo nos preguntábamos si alguien trajera su guitarra y se pusiera a cantar aquí, en vivo. ¿En dónde la instalarías y cómo podría salir de aquí rápidamente?

— Nunca hemos tenido música en vivo. — Negó Elías, frunciendo el ceño.

— No hablo de una banda, sino de un solista con su guitarra. — Aclaró Gustavo. — Ya sabes... Una silla, una bocina, un micrófono y un pedestal para el teléfono.

Elías se giró a observar el local y luego señaló con un gesto.

— Quizá en ese lugar, junto a la puerta. — Le dijo al joven. — Ahí junto hay un enchufe para los aparatos, los meseros no se tropezarían con el músico y todas las mesas podrían verlo actuar.

— Es lo que habíamos pensado. — Asintió Gustavo con una sonrisa complacida. — ¿Tienes puerta trasera en el local?

— Hay una, sí... Da a la calle de atrás y es por donde metemos la mercancía.

— Eso es genial... — Musitó Gustavo, con una sonrisa de satisfacción, luego se giró a su hermana, quien había permanecido callada, sin levantar el rostro. — Piénsalo Cris... Este sitio tiene todo cubierto. No es grande ni pequeño, está en un lugar bastante accesible, puedes salir por la puerta de atrás sin que nadie te siga. ¡Está más que genial! Deberías intentarlo, aunque sea sólo una vez.

— No me siento lista. — Musitó Cristina, sonrojándose de nuevo.

Gustavo colocó su mano sobre la de su hermana, mirándola con comprensión.

— No voy a obligarte. — Dijo con un suspiro. — Pero, la verdad, es que me decepcionas un poco, si te soy honesto.

La joven levantó la vista de golpe y miró a su hermano con una expresión que era una mezcla de miedo y sorpresa.

— Lo primero que hay que hacer para resolver un problema es... — Siguió hablando Gustavo, mientras Elías los miraba intrigado.

— Reconocer que se tiene un problema. — Remató la joven, volviendo a bajar la vista.

— ¿Tú cantas? — Preguntó Elías.

Ella asintió en silencio, sin mirarlo.




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