Mi Más Bella Canción De Amor

Capítulo 10

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Lucía, quien conocía a su hija perfectamente y era capaz de notar sus cambios de humor, aunque ella fuera casi inexpresiva, al ver el sutil desconcierto de ella, miró al recién llegado y lo reconoció como el joven de las fotos que Cristy le había mostrado. Sólo que, al igual que su hija, ella trató de mantenerse neutral y guardar la compostura.

— ¿No se supone que da mala suerte que el novio vea el vestido antes de la boda? — Preguntó fingiendo tranquilidad.

— ¡No es mi novio! — Exclamó Arely, soltando una carcajada, mientras Elías la mantenía abrazada.

— Es mi hijo. — Señaló Silvina. — Nos hizo el favor de traernos el día de hoy.

Elías se giró hacia Lucía y le extendió la mano, soltando a su hermana.

— Hola, soy Elías, hermano de la novia. — Dijo con amabilidad. — Por favor, acepten mis disculpas por interrumpir la sesión.

— Hola. — Dijo esta, aceptando el saludo, sonriendo ampliamente con alivio. — Yo soy Lucía.

— La señora es la encargada de este lugar, y esta maravillosa mujer es su hija Cristina, quien está diseñando mi vestido... ¡Y es muy talentosa! Estoy amando lo que me está mostrando. — Intervino Arely. — Y la señora Adela es la propietaria de todo esto y es abuela de Cristina y mamá de la señora Lucía.

— En realidad, soy su suegra. — Explicó Adela. — Lucía es la esposa de mi hijo.

Elías se giró hacia Cristina y, al reconocerla, abrió los ojos visiblemente sorprendido, luego sonrió ampliamente.

— Cristina... — Musitó ofreciéndole la mano. — Encantadísimo de conocerte.

La joven, sutilmente sonrojada, aceptó la mano y él, sorprendiendo a todas, la acercó a su boca y besó el dorso. Luego se giró hacia la señora Adela y la saludó con formalidad.

— Las dejo que sigan trabajando. — Dijo caminando hacia uno de los sofás, se sentó y fijó su mirada en Cristy, quien luchaba por no mostrar ninguna emoción.

— Como te decía... — Empezó de nuevo a hablar la joven. — El encaje de burdeos que va en la cintura estará bordado a mano con pequeñas perlas, algo muy sutil y discreto, pero muy elegante, te lo aseguro.

— ¡Me encanta! — Exclamo Arely, aplaudiendo. Su mamá también se mostró complacida y todas siguieron hablando del diseño.

Elías no apartaba la vista del objeto de sus noches de insomnio. ¡No podía creer que la esquiva Cristy estuviera frente a él! Bueno, no. Realmente no era su Cristy. Esta era Cristina, otro disfraz, supuso. La observó con discreción: Su cabello recogido, su discreto maquillaje, las gafas y su traje sastre y su absoluta seriedad... Sí, definitivamente no era Cristy. Esta era una ejecutiva de la moda, una diseñadora de lo más profesional y talentosa, según podía escuchar. Amable, pero manteniendo las distancias. ¡Qué maravillosa suerte había tenido al acompañar a su hermana! Ahora sabía más de Cristy, había conocido a su mamá y a su abuela y ya sabía dónde localizarla. Sonrió para sus adentros y siguió admirándola en silencio recordándose a sí mismo que le había prometido no acosarla y, sobre todo, que iba a mantener en secreto su identidad. Así que no podía admitir frente a su madre y su hermana que él y Cristy se conocían, sin tener que explicar de dónde o por qué.

Otra mujer entró a la habitación y empezó a tomar las medidas a Arely mientras Cristina anotaba todo en una libreta y las otras dos damas daban indicaciones a la asistente.

Casi media hora después, luego de ultimar detalles y que Arely recibiera instrucciones y agendaran una nueva fecha para la primera prueba del vestido, las mujeres se empezaron a despedir y Elías se puso de pie de un salto, acercándose al grupo. Estrechó la mano de las mujeres mayores y dejó a Cristy para el final, la retuvo por un par de segundos más, y sin decir una palabra, le sonrió, inclino la cabeza y salió de la habitación detrás de su familia.

Cuando se quedaron a solas, la joven soltó un profundo suspiro y se dejó caer en una silla cercana.

— ¡Qué pequeño es el mundo! — Dijo Lucía, mirándola divertida. — ¿Verdad?

— Y que lo digas... — Musitó Cristy, sonrojándose.

— ¿Qué está pasando? — Preguntó la señora Adela, con curiosidad.

— Ese tipo es Elías, el encargado del café donde canta Xty. — Explicó la joven, sonrojándose sin poder evitarlo.

— ¿En serio? — Preguntó su abuela, sentándose junto a ella. — ¡Es muy guapo!

— Y todo un caballero, por lo que pude notar. — Asintió Lucía, acercando otra silla. — Me agradó mucho, sobre todo, el hecho de que se lleve tan bien con su hermana.

Cristy asintió en silencio, aún ruborizada.

— Y es discreto. — Señaló la abuela. — Supo guardarse para él su sorpresa y no dijo que ya te conocía.

— Eso es cierto. — Acordó Cristy. — Temí por un momento que se le saliera decir algo a su familia.

— Según nos dijo Gus, ese joven prometió cuidarte. ¿No? — Comentó Lucía. — Y, al parecer, lo está haciendo... ¡Me gusta!

— A mí también... — Admitió Cristina en voz muy baja, sonrojándose totalmente.

Su abuela y su mamá sonrieron y se dedicaron una mirada cómplice, Adela le palmeó la mano a su nieta con cariño y se pusieron de pie.




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