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Cristy entró a su casa con una tenue sonrisa en los labios y se dirigió a la cocina. Ahí encontró a sus papás tomando una taza de café. Alejandro la miró con seriedad mientras la madre trataba de disimular una sonrisa y la joven no pudo evitar sonrojarse, bajó la vista y se dirigió a la alacena a tomar una taza.
— Hola... — Musitó apenada, mientras se servía café ella misma.
El hombre soltó un suspiro y negó con la cabeza.
— Hablo, me voy y las dejo solas. ¿De acuerdo? — Le dijo a su esposa.
Ella asintió sonriendo más ampliamente, mientras Cristy se sentaba ante la mesa, frente a ellos.
Se volvió a su hija y volvió a suspirar.
— Debería sentirme feliz por ti. — Empezó a decir con calma. — Eres adulta, independiente, muy madura para tu edad y bastante juiciosa. Y el que por fin estés venciendo tus miedos y empieces una relación con alguien, debería tenerme muy contento. Pero no, no lo estoy.
— ¿Por qué? — Preguntó Cristy, frunciendo el ceño.
— Porque me acabo de dar cuenta de que soy un papá celoso. — Respondió él, encogiéndose de hombros. — Porque no estoy seguro de que ese hombre te merezca. Porque no quiero que te lastimen ni que se burlen de ti... Por toooodas las razones que un papá pueda tener cuando su hija empieza a salir con chicos. ¿Entiendes? Nunca me tocó vivir algo así, empezamos tarde con estas cosas y ahora no puedo evitar comportarme como el papá de una adolescente a la que se le empiezan a alborotar las hormonas.
Cristy, sin poder evitarlo, soltó una pequeña risa.
— Todo esto es nuevo para mí también. — Asintió. — Y te entiendo, créeme que te entiendo. Pero quédate tranquilo, por favor. No voy a meter la pata, no me voy a embarazar de buenas a primeras si eso es lo que te preocupa y, sobre todo, no estoy saliendo con alguien que no valga la pena, eso lo sé. Sus intenciones son serias, me lo ha probado hasta el cansancio y ha sido increíblemente paciente y empático conmigo. Conoce mi problema, lo ha sabido manejar muy bien e incluso ha estado leyendo artículos de psicología para poder ayudarme. De hecho, quiere conocerlos y presentarse formalmente para pedirte permiso de cortejarme, pero le pedí que esperara, porque quiero estar segura de todo esto.
— ¿Y por qué no estás segura? — Preguntó el hombre con suspicacia. — ¿Qué es lo que te hace dudar?
— Yo misma. — Admitió ella luego de un momento de pensarlo. — Hoy logré recargarme en su hombro y eso lo considero un gran logro. Pero sé que no va a ser fácil convivir con él, ni permitir que me abrace ni nada de lo que hacen generalmente los novios. ¡Ni siquiera caminamos tomados de la mano! No dudo de él, dudo de mí misma. No sé qué tan fácil vaya a ser para mí lograr superar mis traumas y, por lo mismo, no sé si él vaya a aguantar todo esto o acabe hartándose y se vaya. ¿Me explico?
Alejandro meditó por un momento y luego asintió, mientras se ponía de pie.
— Creo que eso le toca a tu madre hablarlo contigo. — Dijo caminando hacia la joven. La besó en la frente y luego se enderezó. — Quiero una vida normal para ti. Quiero que te enamores y, sobre todo, que te amen como te lo mereces. Y si ese chico es el indicado, estaré de acuerdo y daré mi bendición, pero si te lastima, si se atreve a hacerte llorar... Te aseguro que lo mataré con mis propias manos. ¿Entendido? Eres mi hija y siempre te voy a proteger de cualquier hijo de la fregada que quiera jugar contigo.
Cristy sonrió y lo miró con adoración.
— Gracias, papá. — Asintió.
Él sólo hizo un gesto con la mano y salió de la cocina dejando a las mujeres solas.
— Está celosísimo. — Dijo Lucía, sonriendo. — Cuando vimos que llegó el auto, corrió a asomarse a la ventana a ver por qué diablos no entrabas, lo tuve que quitar de las orejas y traerlo aquí para darte intimidad.
Cristy volvió a reír divertida, luego se puso seria y se sonrojó.
— Me besó... — Musitó apenada. — Logré dejar que me besara.
Su mamá la miró con los ojos muy abiertos, luego se puso de pie de un salto y corrió a abrazarla.
— ¿Estás bien? — Le preguntó con preocupación. — ¿Fue bueno para ti?
— Fue... Maravilloso. — Dijo la joven con un suspiro.
Su mamá soltó un pequeño grito y la volvió a abrazar.
— Me alegra muchísimo que no haya sido nada traumático. — Dijo antes de soltarla y volverse a sentar. — Por un momento temí que te hubieras asustado o que te entrara un ataque de ansiedad.
Cristy sonrió y negó.
— Fue muy delicado, muy tierno, no me abrazó siquiera. — Explicó con emoción. — Siempre mantuvo sus manos sobre el volante del auto y cuidó mucho de no asustarme ni ser invasivo. Nada de beso francés ni nada por el estilo. El ya sospechaba que era mi primera vez y tuvo muchísimo cuidado.
— Me gusta ese muchacho. — Asintió Lucía, tomando su taza. — De verdad me gusta mucho para ti.
— A mí también me gusta mucho. — Respondió la joven, en voz baja, con algo de preocupación. — Y te confieso que eso me asusta. Porque creo que me estoy enamorando de él.