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Cuando los meseros avisaron que la cocina ya estaba cerrada, la gente empezó a pedir la cuenta y retirarse. Elías por fin pudo acercarse a la mesa de la familia de Xty y felicitar al señor.
— Disculpe que apenas me acerque. — Dijo apenado, sirviéndole una malteada de chocolate al festejado. — Apenas pude escaparme de la cocina. Muy feliz cumpleaños, señor. Tiene mi más profunda admiración y respeto, porque usted, sin llevar la misma sangre, ha sabido ser más padre para su hija de lo que el mío lo ha sido jamás.
— Muchas gracias. — Agradeció Alejandro, luego cambió de tema. — Vimos que tienes mucho trabajo. ¿No has pensado contratar ayudante de cocina?
Elías sonrió y negó encogiéndose de hombros.
— Soy muy celoso con mis recetas. — Dijo a manera de explicación, tomando una silla para sentarse ante la mesa. — Además de las actuaciones de Xty, es el menú lo que hace este lugar tan especial, creo yo.
— Te doy la razón. — Asintió la mamá de la joven. — La comida es espectacular. Y el trato de los meseros también es muuuy bueno. Me gustó mucho este lugar.
— Gracias, la verdad es que los chicos son los mejores. — Asintió Elías sonriendo y los meseros, quienes estaban cerca limpiando y recogiendo el local, agradecieron. Luego se giró hacia Xty y la miró con orgullo. — Llegaste caminando por la acera y pasaste entre la gente sin alterarte, sino todo lo contrario. ¡Felicidades! Te veías totalmente dueña de ti misma.
Ella sonrió divertida.
— Venía custodiada por el mejor equipo de guardaespaldas que te puedas imaginar. — Dijo señalando a sus abuelas. — Porque, así como las ves de tiernas y delicadas, en realidad estas santas señoras son unas auténticas máquinas de guerra.
Todos empezaron a reír divertidos ante ese comentario, charlaron un poco más, y se despidieron, dejando que Elías y su equipo cerrara el lugar.
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Mientras Elías estacionaba el auto, Cristy inhaló profundamente, con los ojos cerrados, para darse valor. Él lo notó y la tomó de la mano tratando de calmarla.
— Tranquila cariño, voy a cuidarte, te lo prometo.
— No debería estar así. — Admitió ella, apenada. — Se supone que ya las conozco y la verdad es que tu hermana me agrada mucho. Pero el hecho de que ahora se enteren de que tú y yo tenemos una relación, confieso que me tiene muy nerviosa.
— Va a ser una sorpresa para ellas, estoy seguro. — Asintió él, ayudándola a salir del auto. — Pero también sé que se van a poner muy felices... ¡Y no dejes que Arely te pida descuento de cuñada en su vestido de novia!
Cristy no pudo evitar soltar una buena carcajada ante esa petición. Se acercaron a una casa y Elías sacó sus llaves para abrir. La dejó pasar primero y al entrar encontró a la familia en la sala, charlando. Estaban Arely, su mamá y un hombre que supuso que era el novio de la primera.
— Buenos días. — Dijo la joven, con algo de timidez mientras Elías entraba detrás de ella.
— ¡Hola! — Exclamó Arely, poniéndose de pie mirándola con curiosidad. — ¿Te conozco?
— Sí, la conoces. — Asintió Elías con una sonrisa. — Familia, les presento a mi novia Cristy.
— ¿Cristy? — Volvió a preguntar su hermana, mirándola con atención. De pronto abrió mucho los ojos.
— ¡Cristina! — Exclamó corriendo a abrazarla. — ¿En serio eres tú?
Cristy se puso un poco tensa, pero se esforzó por recibir el abrazo y poner una sonrisa en su rostro.
— Suéltala. — Musitó Elías inmediatamente, retirando a su hermana con delicadeza. — Cristy no tolera el contacto físico, la estás poniendo nerviosa.
— ¿Es en serio? — Preguntó Arely algo dolida.
— Sí, lo siento mucho. — Respondió Cristina, apenada. — No es contra ti, te lo prometo. Tú me caes muy bien. Es un problema que tengo desde hace mucho tiempo.
— Debe ser horrible. — Dijo la joven soltando un suspiro de pesar. — ¡A mí tanto que me gusta abrazar a la gente que quiero!
Cristy soltó una pequeña risa.
— Ese es el punto. — Dijo guiñándole un ojo. — Con mi familia no tengo ningún problema, como bien recordarás, a mamá le encanta abrazarme. Pero con ustedes... Necesito un poco más de tiempo para poderme a acostumbrar. Por favor no lo tomen como algo personal. De verdad tengo muchos problemas para interactuar con la gente.
— ¿Tú eres la chica de la casa de modas? — Preguntó Silvina, poniéndose de pie. — Casi no te reconocí sin los lentes y sin tu ropa formal.
— Hola señora. Gusto en verla de nuevo. — Dijo Cristy, acercándose a ella.
— Así que eres mi nuera. — Dijo la mujer con una tenue sonrisa. — ¿Y dices que no te puedo dar un abrazo?
— Uno rápido de tres segundos es mi límite para no ponerme a gritar. — Asintió la joven, algo apenada, acercándose a la mujer con los brazos abiertos. Ambas se abrazaron y se besaron en la mejilla.
— ¿Yo te puedo saludar de mano? — Preguntó el otro hombre, poniéndose de pie y parándose junto a Arely, abrazándola.