Capítulo 11.
|Aarón Miller|
Tarareo en voz baja alguna canción de Maroon 5, no sé cómo se llama, a mi costado se encuentra Fabianne que sigue pensativa. Le doy un mordisco a la manzana que me dio, me sorprendió que me dijera que tenía desayuno exprés para los dos, aún recuerdo cuando hicimos el trabajo de biología en casa y abrió dos barritas de chocolate y creí ingenuamente que me invitaría, pero no, se las devoró de unos cuantos mordiscos, me cuestiono como pasó de ser así de egoísta con el chocolate a no comer ni un trozo, es algo que se me hace demasiado extraño, pero no comento nada.
Hablar con Fabianne es hablar con una caja fuerte, no dice nada, y más si son cosas personales, en las escasas ocasiones en las que le he insinuado algo o hice el inicio de aquellas preguntas solo se pone a la defensiva y no dice nada.
Hago una mueca.
—¿Hora? —pregunto.
—9 am —la preocupación en su voz es notoria, la miro un segundo.
—¿Sucede algo?
—No, todo en orden, conduce más rápido —aumento la velocidad y cuando llegamos a su casa parece no querer bajarse.
Inhala y exhala unas cuantas veces, voltea a verme y parece tener miedo.
¿A que le temes?
—Nos vemos el lunes —abre la puerta rápidamente, la detengo.
—¿No vas a la fiesta de hoy?
Me mira.
—No creo que me dejen.
Mierda, sus padres. No podía llegar borracha, si le hicieron esa mierda en la mano por llegar borracha, no quiero ni imaginar que le van a hacer por no haber llegado a dormir.
Mierda.
Mi cuerpo se tensa de pies a cabeza.
—Fabianne... —se da cuenta de que lo sé, niega.
—Voy a estar bien, ve a casa que te van a matar cuando llegues.
Niego y busco su mirada, intentando que ceda y me permita ayudarla.
—No me van a decir nada, pedí permiso para quedarme a dormir en casa de Lucifer y dije que alrededor del medio día volvía a casa, mis padres están bien —aparta la mirada —si quieres te acompaño y les explico a tus padres lo que pasó.
—¡No! —exclama y a penas el grito abandona su boca se la cubre con la mano.
—¿Por qué?
Vuelve a subir y habla en voz baja, como si temiera que sus padres la escucharan.
—No te van a creer —maldice por lo bajo, pasa sus manos por su cabello suelto, frustrada.
—Podemos pedir que pidan la grabación del pasillo o del cuarto de servicio, van a ver que nos quedamos encerrados.
—Sí y verán que me besaste, que dormiste sobre mí y que tu rodilla fue muy cariñosa con mi vagina.
—¿Eh? —hago una mueca de confusión.
Sacude su cabeza.
—Voy a estar bien —dice mirándome a los ojos —a parte no sé qué hago dándote explicaciones —su mala cara vuelve —ve a casa, Aarón.
Y dale con mi nombre cuando quiere que la deje en paz.
—Vale —asiento viendo como deja sus guantes en el asiento al bajar —nos vemos el lunes, sabes que si me lo pides los mato ¿no?
Se tensa un segundo y me da la leve impresión de que piensa aceptar, pero sacude su cabeza y me da una sonrisa de boca cerrada.
—Supongo que gracias, pero no es tu asunto, Aarón —tenso la mandíbula.
Se baja y casi camina con miedo.
Tomo mi celular y escribo un mensaje.
Espero a que entre para abrir la guantera, saco un arma y le pongo las balas, la meto en mi cinturón, tomo una chaqueta de mi maletera y me la coloco, camino a paso rápido con los guantes en las manos, como escuche algún golpe ese señor y esa señora me van a conocer.
Me acerco con cuidado y me apoyo en la puerta con cuidado, giro la perilla y sorpresivamente esta sede, Fabianne estaba tan distraída que ni la cerró correctamente.
Entro haciendo el mínimo ruido, tal como me enseñaron mis hermanos.
El primer grito llega, me tenso y decido que no voy a sacar mi arma al menos que sea estrictamente necesario, no quiero problemas con un traficante, es lo menos que necesitan mis hermanos.
—¡¿A quién te estabas follando que llegaste hasta el día siguiente?!
Tomo aire y me ordeno relajarme un poco, no puedo aparecer tan furioso.
Se escucha un golpe.
—¡Responde prostituta del demonio!
—Padre, ya te expliqué...
—Tu solo dices mentiras, nadie nunca te cree, no mientas que tu palabra para mi me vale lo mismo que nada, eres una puta, te follas a todo lo que vez frente a ti, atrevida, ofrecida...Ni novio tienes, quien querría una novia prostituta...Juliana el cigarro.
—Papá, no...
Tomo una decisión.
—¡Fabianne, cariño! —entro trotando, me paralizo al encontrar a la rubia siendo sujetada de los brazos con mucha fuerza por su padre que parece fuera de sí, unos pasos más atrás está la madre con un cigarro en la mano, listo para dárselo a la basura de su esposo.
Al verme la señora se lo lleva rápidamente a la boca y la mierda suelta bruscamente a Fabianne.
—¿Todo en orden? —pregunto viendo como intentan disimular, finjo que no vi nada.
Me acerco a Fabianne que tiene las mejillas húmedas, la sujeto de la cintura y pego su espalda a mi pecho, se tensa, pero sabe que mientras esté aquí no le van a hacer nada.
—Fabianne, ¿Qué hace este muchacho aquí? —espeta con brusquedad la madre.
—Espero y me recuerde —digo cortésmente, aunque lo único que deseo es sacar mi arma y dispararles a ambos en el pecho.
Lo que hacen es inhumano, es su hija y estuvieron a punto de hacerle dios sabe qué con un cigarro. Debo hablar con Anthony.
¿Vida perfecta? Fabianne tiene una vida peor que la mía, joder, elfo. ¿Por qué mientes tan bien?
—Claro, Aarón ¿verdad? —asiento amablemente, aunque su tono y mirada sea todo menos amable.
El señor retrocede al verme tan tenso, puedo disimular lo mucho que deseo matarlos, pero no que estoy tenso, igual no deseo hacerlo, quiero que vean que la puedo proteger, que, si dan un solo paso están muertos, me temen, saben que soy un Miller y no podría amar más mi apellido, saben que en un solo parpadeo los puedo matar.