Mi novio de alquiler

Capítulo 3: ¿Exesposo o futuro vecino?

Capítulo 3: ¿Exesposo o futuro vecino?

El domingo, es mi día de compras para el hogar. Luego de que mis amigas se marchan, mejor dicho, las llevo hasta sus respectivas casas, me traslado hasta el mercado más cercano. ¿Saben lo difícil que es escoger buenas papas cuando están llenas de tierra? La verdad es que pasé como más de diez minutos en esa tarea. Por supuesto, no me olvidé de comprar tomate, cebolla, brócoli, berenjenas, melón, zanahorias…

Uso un carrito para poder ayudarme con mis compras. Me ha ocurrido un par de veces que lo olvido y debo hacer dos viajes hasta el carro para poder cargarlo todo. Ser una mujer que vive sola a veces apesta. No crean que en situaciones como esas no he pensado en lo ventajoso que sería tener a un hombre con buenos brazos. «¿Pagarle a alguien para que me soporte?», la idea sigue asomándose en mi cabeza una y otra vez.

No me interesa conocer a los amigos borrachones de Stefany y mucho menos a los amigos mujeriegos de Joaquín, el esposo de Cateherin. Como sea, el domingo también aprovecho de limpiar mi hogar. Mi apartamento tiene dos habitaciones, dos baños, una sala relativamente espaciosa y una cocina.

La habitación principal es la más grande, aunque si al caso vamos, no es tan grande como quisiera. Mi cama matrimonial ocupa casi toda el área. Sumando el armario que tiene dos compartimientos altos con sus puertas y una zona plana que me sirve de mesa. El televisor de 42 pulgadas está en la pared libre, tengo un ventanal que ocupa casi la mitad de una pared y en la otra pared libre, pues no tengo nada. Estoy pensando que podría ponerle algunas calcomanías de esas minimalistas.

La otra habitación es más pequeña y cumple la función de depósito y oficina. Tengo mi escritorio, con mi silla y mi laptop. Cuando no puedo ir hasta la oficina, trabajo desde casa. Sin embargo, como estos últimos años he intentado estar al frente de todo, por lo general lo de quedarme en casa sucede muy poco. Pero, a veces si adelanto trabajos los fines de semana.

En cuanto a mi empresa, se trata de un pequeño edificio de dos plantas. No tiene ascensor y bueno, su estructura no tiene nada de llamativo. Es simplemente un cuadrado. En la primera planta está el equipo de marketing, también el de fotografía y programación. No son muchas personas, dos en marketing, dos fotógrafos y un programador.

También, tenemos a una recepcionista que se encuentra en el centro del lugar. Ella se encarga de atender llamadas, asegurarse de la asistencia de los empleados y cualquier otra labor para la que sea necesaria. En la segunda planta está el área de redacción y de administración. Tenemos a una contadora/administradora, seis redactores y una asistente.

En total, tengo a 14 personas a mi cargo. ¡Ah! Olvidaba que en la planta baja tenemos también un pequeño comedor. En fin, Pluma Digital C.A, es mi pequeña empresa y es mi orgullo. Así que obviamente, quiero comprar la parte de mi exesposo, la cual es la mitad de la compañía. Claro, se supone que negociaremos cuando él esté aquí… Espero que actúe de forma razonable por primera vez en su vida.

En medio de todas mis cavilaciones, el domingo pasa y llega el lunes. Me alisto para ir al trabajo. Hoy me inclino por algo cómodo, un jean alto, una camisa manga larga de botones blanca y el cabello recogido en una cola de caballo. Aplico un poco de polvo y rubor en mi rostro, luego brillo en los labios. Me veo en el espejo complacida y me dirijo a la empresa.

Una vez llego, saludo a todos simulando que los veo, pero la verdad es que no los estoy mirando, mi vista se pierde detrás de ellos, mientras pienso en todos los trabajos pendientes y saco cuentas de mis gastos. Claro, dirigir una empresa, así sea de solo 14 empleados requiere pues que uno se encuentre haciendo análisis de forma constante.

No solo debo preocuparme por lo que sucede dentro de la compañía, sino también por lo que sucede afuera de esta. Conocer los planes del gobierno, mantenerme al tanto de la economía nacional, estar pendiente de las noticias, todo. Subo las escaleras a paso lento y en la segunda planta, repito el salido con el equipo de redacción.

—Buen día a todos —digo moviendo la mano viendo por encima de sus cabezas. Mi equipo solo asiente y repiten todos en coro, “Buen día señora María Paula”. La verdad es que odio que me digan señora, pero tampoco me agrada la idea de que me digan señorita, así que mejor me quedo con el “señora”.

Mi asistente Ana, se acerca a mí con una carpeta entre sus brazos. Es menuda y tiene el cabello castaño claro.

—Buen día señora María Paula, hoy tiene pendiente editar el texto de Archer para la revista “Nosotros” y evaluar los diseños del equipo de marketing. Uno de los clientes más grandes, pidió una corrección de uno de los trabajos, así que también tendría que evaluar esa solicitud.

Tomo aire, mientras abro mi oficina y me giro para asentirle a Ana quien me sigue mientras habla.

—Comenzaré con lo de la corrección, por favor le dices a Archer que venga a mi oficina antes del mediodía. Estimo que a eso de las once y media ya tendré listas sus observaciones si es que las hay. De momento no me pases llamadas por favor, a menos de que se trate de algo urgente.

—Ok señora.

Una vez que me siento en mi mullida silla empresarial, enciendo mi ordenador para revisar lo de las correcciones. Detesto a los clientes quisquillosos, pero dado que evitamos rechazar trabajos, no me queda más que lidiar con estos. Me concentro en mi tarea, cuando de pronto recibo una llamada. Veo el remitente y frunzo el ceño.



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En el texto hay: superacion, jefa, alquiler

Editado: 30.07.2021

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