Mi novio de alquiler

Capítulo 7: Pelusa

 

Capítulo 7: Pelusa

—Momentáneamente dormirás en el sofá-cama —le explico a Derek una vez que entramos a mi apartamento —compraré una cama individual para meterla en el cuarto que tengo libre. Es pequeño, pero al menos bastará para que tengas tu espacio. Solo tengo que sacar mi escritorio y mi silla de ahí —comento más para mí misma —Puedes guardar tus cosas de una vez —lo animo.

El muchacho me sigue en silencio cuando lo dirijo hasta la habitación.

—El baño de invitados no lo uso, mi cuarto tiene su propio baño, así que estarás cómodo en este sentido. Eso sí, trata de mantenerlo limpio y ordenado porque odio el desorden.

—Entendido.

Mi empleado ingresa a la habitación y deja la maleta y su morral en el suelo. Lo cierto es que lo he notado un tanto decaído, silencioso. Y si algo ocurre lo mejor es que lo resolvamos ahora.

—¿Te pasa algo? —cuestiono.

—Es solo que… —me observa apenado y se lleva las manos a los bolsillos —mejor no le digo.

—¿Qué sucede Derek? Si algo ocurre debo saberlo y comienza a tutearme, se supone que ante los ojos de todos seremos novios.

—Estoy preocupado por mi gato.

—¿Gato?

—Sí, tengo un gato. Lo dejé en casa de mis padres, pero la verdad es que dudo que ellos vayan a hacerse cargo. Supuse que usted no aceptaría que trajese a un gato.

—Obviamente no —le digo cruzando los brazos.

Él baja el rostro.

—Mi mamá me envió un mensaje diciendo que si al final del día no paso a buscarlo, lo darán en adopción.

—Bueno, piénsalo de este modo, el gato tendrá un hogar donde sí lo quieran.

—Se llama Pelusa —replica él siguiéndome hasta la sala. Yo me llevo las manos a la sien, mientras hago un repaso del gran problema en el que me estoy metiendo. —No puedo dejar que le hagan eso a Pelusa señora María Paula, la verdad es que así no creo que pueda seguir con el plan.

—Cuando hicimos el acuerdo no dijiste nada de gatos Archer —exclamo elevando la voz y girándome hacia él para verlo molesta.

—No pensé que ellos querrían echarlo. Ya había planificado los días en los que iría a visitarlo —se defiende el hombre y yo reparo en lo bien que le queda el corte. «Quizá si se dejara crecer la barba se vería más sexy».

—No van a echarlo, solo lo darán en adopción, ve el lado bueno, te ahorrarás el dinero que gastabas en ese animal.

Mi empleado enrojece, pero no de vergüenza, parece que de rabia.

—Si quiere seguir con este contrato, mejor dicho, si quieres seguir con este contrato Mapa, deberás aceptarnos a Pelusa y a mí —y mientras dice eso se acerca con una mirada decidida y un paso firme. Trago saliva repentinamente incómoda. Archer ya no se ve como el trabajador tímido, sino como un hombre seguro de sí mismo. —¿Qué dice?

Suelto un resoplido con desgana.

—En ese caso, deberé añadir otras condiciones.

—Las que usted diga.

—No quiero que el gato aruñe mis muebles, no quiero que se orine o se cague en mi suelo y déjate crecer la barba.

Derek se toca la barbilla en una suave caricia y asiente.

—Tengo que advertirle que no me sale tanto vello y que en algunas zonas no crece lo suficiente.

—No me importa, seguro se te verá muy bien. Y una vez que uses los lentes de contacto…

—Tengo unos —me corta él entusiasmado —siempre me inclino por los lentes de pasta porque se me hacen más cómodos, pero una vez probé con lentes de contacto. ¡Ya le muestro!

Mi empleado me deja por unos pocos minutos sola en la sala y luego regresa sin aquellas feas gafas de pasta. El cambio es radical. ¿Cómo puede verse tan bien solo por un corte de pelo y sin lentes?

—¿Puedes probarte la ropa para mí? —inquiero entusiasmada. —Si lo haces iremos ahora mismo a buscar a tu gato.

Él sonríe.

—Será un honor señorita.

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Ni me pregunten cómo fue que acabé en busca de un gato con mi empleado. Ni siquiera sé cómo cedí a semejante idea. Solo les diré que las mujeres en ocasiones somos débiles ante la belleza. Sobre todo, aquellas que no hemos sido tocadas en tres años. Y ni siquiera sé si Archer sea tan guapo o si mis hormonas de treintañera, me están jugando una mala pasada.

Como sea, luego de verlo con los outfits —que le quedaban muy bien dicho sea de paso —, almorzamos algo recalentado y luego salimos para ir por su gato. La bestia, como le diré yo, es de pelaje negro y de un tamaño mediano. Literal es todo negro y me parece un tanto espeluznante. Además, va echada sobre las piernas de su dueño clavándole las uñas en el pantalón.

Sin embargo, ahora sí, Derek parece estar feliz de la vida. Regresamos a casa con el animal, quien apenas llega se sube en mi sofá haciendo que yo apriete las manos con fuerza.



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En el texto hay: superacion, jefa, alquiler

Editado: 30.07.2021

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