Mi Novio, Su Hermano y Yo

Capítulo 112: La codicia

Stephany tenía prisa por llegar a la puerta principal, era hora de que su esposo se marchara a su trabajo, ella se dedicaría a hacer lo que quisiera. Los pasos de la mujer se detuvieron frente a la puerta y esperó pacientemente a que su esposo se dirigiera a ella, luego de tomar su abrigo y maleta.

—Cuídate — le dijo ella sonriendo.

—Vendré para la cena —. El hombre lo afirmó con una enorme sonrisa.

A pesar de que la joven se hubiera casado tan pronto, con motivos de no tener que trabajar; ya que, evidentemente, no era algo para ella. Dedicaba su tiempo a su hogar, era su manera de seguir viviendo de lujo sin sobreexplotarse.

Se despidieron besando los labios del contrario. Sin importar las razones originales que Stephany tenía para casarse con aquel hombre, ella había terminado amando a aquel sujeto.

Cuando Stephany p se había asegurado de que Alejandro se había marchado, cerró la puerta detrás de sí con una aliviada sonrisa.

—Tengo exactamente cuatro horas para poder encontrarme con Angélica — se dijo a sí misma caminando en dirección a la habitación principal. Cambiará su ropa y terminaría de recoger algunas de las prendas que su esposo había dejado en el lugar equivocado. —Y no aprenden — susurró con una sonrisa, dejando las prendas en su sitio correspondiente.

Un par de horas habían pasado y ambas amigas se encontraban en una de las cafeterías más exclusivas de la ciudad. Esa era la mejor de todas, y de hecho, la más costosa de la zona.

Las lámparas colgantes de cristal que había en cada una de las mesas, se combinaban perfectamente con las pedrerías de sus centros de mesa. Los colores que resaltaban en el sitio, eran mayormente plateados y azules. Parecía una especie de cafetería vanguardista, todos se esforzaban, por lo menos, ir una sola vez en su vida.

—¡Stephany! ¡Chica! Casi que no llegas. ¿Qué estabas haciendo toda la mañana? — renegó Angélica cruzándose de brazos.

Hasta el momento, ella había sido la que había tomado el «mando» de la relación con su amiga, siempre había sido así, pero desde que se habían casado, las oportunidades para verse no eran tan frecuentes como en los días de su soltería.

—Lo siento, tuve que terminar unas cosas en casa antes de tener que salir — los ojos de Stephany se pusieron de manera fija sobre el bolso de su amiga. —Lindo bolso — expuso ella con una gran sonrisa.

Al escuchar los halagos de su amiga, el pecho de Stephany se hinchó y una gran y sobrada sonrisa apareció en sus labios.

—Este fue un regalo de mi querido esposo, en nuestro tercer aniversario — dijo ella con demasiada suficiencia.

Angélica había adquirido desde su niñez a presumir cada una de las lujosas cosas que llegaban a su mano, y de esa misma actitud, aprendió Stephany, bueno, eso hasta que su esposo le hizo entender lo mal visto que aquel comportamiento era, por lo cual, desde ese entonces, ella comenzó a hacer grandes cambios en su actitud y comportamiento.

Era un camino largo y difícil el que estaba tomando, pero era lo mejor que podía hacer. Por lo menos, no tendría más riesgos de ser asaltada en medio de la calle, o estafada. Muchas eran las posibilidades de perder su dinero y comodidad de la noche a la mañana, por lo que ser prudente, era algo que debía trabajar de manera constante.

—Ya casi es tu segundo aniversario ¿Qué hará tu esposo para ti en esta ocasión? — preguntó una interesada Angélica. A ella le gustaba tanto presumir, que le sorprendía que su amiga no lo hiciera, más aún, cuando su esposo era el dueño de la compañía de entretenimiento más grande del país.

—No lo sé — respondió Stephany de manera tranquila. —Es una sorpresa, eso fue lo que me dijo. El último viaje que hicimos, conocimos bastantes lugares, compró un campo de flores en mi nombre, en medio de él había una casa de campo. Quizá vayamos a pasar un tiempo ahí, aprovechando sus vacaciones — expuso ella con sencillez, bueno, intentando sonar así.

Una pequeña sonrisa se posó en los labios de Angélica, no era una sonrisa de agrado, ni siquiera de compromiso. Era una que demostraba un retorcido plan. Las cosas en su casa no estaban marchando de la manera adecuada, ella estaba comenzando a vivir una gran tortura desde que su esposo limitó su tarjeta de crédito.

Ella era una completa derrochadora, cosa que no le podía desagradar más a William, su esposo. El comportamiento de Angélica era el de una niña consentida, todo lo que ella pedía, debía dársele, cada uno de sus deseos eran órdenes; ella se había encargado de espantar a cada una de las encargadas de la limpieza, todas las amas de llaves habían renunciado a causa de ella y de su pésimo humor.

No solo las había espantado, sino que ella no se atrevía siquiera a tocar un plato sucio, por tanto, ambos comían fuera de casa. Su matrimonio iba en declive gracias a ella, a pesar de que William la amara, ese amor ¿Llegaría a terminarse en algún momento?

Los ojos de Angélica fueron cautivados por el colgante de esmeraldas que tenía su amiga, el cual había sido claramente un regalo de su esposo.

Ella no decía qué cosas tenía, pero de solo verlas puestas, la codicia de Angélica despertaba dentro de sí, como si fuera un volcán a punto de erupcionar; como si su fiera interior deseara devorar a la presa que su amiga había casado.

Un trago grueso se abrió paso por la garganta de Stephany, ella había pasado tanto tiempo al lado de su amiga que conocía cada uno de sus movimientos, además de la sonrisa que la decoraba. Era esa mirada la que le decía que ella está a punto de hacer algo, y tenía miedo de tener razón en lo que su mente le decía a gritos.

—Deberíamos comenzar a ordenar — dijo Stephany intentando desviar su propia atención de lo que su intuición le advertía, y, debía alejar a su esposo de Angélica.

Ella le había dicho con anterioridad que su matrimonio no estaba funcionando de la manera adecuada, y, ella simplemente la conocía.



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En el texto hay: gemelos, romance, cambio de identidad

Editado: 09.06.2023

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