Tengo 26 años y acabo de llegar a Los Ángeles, la ciudad de mi sueño. Mi cabello castaño claro, largo y ondulado, caía sobre mis hombros, justo por encima de la cintura. Mis ojos verdes brillaban con emoción y mi sonrisa era una mezcla de nervios y esperanza. Mi piel tenía un tono claro, con un toque de sol que había conseguido en mis últimos días en Canadá.
Me puse mi chaqueta de cuero negra, ajusté mi bolso sobre el hombro y salí del aeropuerto. El avión había aterrizado en el Aeropuerto Internacional de Los Ángeles y yo estaba lista para dejar atrás el gris y frío invierno canadiense para sumergirme en el calor y la luz de Hollywood.
Al salir del aeropuerto, un aire cálido y soleado me envolvió, y las palmeras se balanceaban graciosamente en la brisa. El sol brillaba intensamente, creando un contraste vibrante con el paisaje urbano. Respiré hondo, sintiendo la adrenalina recorrer mi cuerpo.
Con mi maleta, llena de ilusiones y un poco de ropa, me dirigí al taxi que me llevaría a mi nuevo hogar. El dinero que había ahorrado durante meses se había ido en el pasaje y en un pequeño apartamento en un barrio no tan glamuroso, pero que me permitía estar cerca de la acción.
El taxi me dejó frente a un edificio de tres pisos, con una pintura descascarada y una puerta de madera desgastada. El dueño, un hombre corpulento de unos cincuenta años, con un cigarrillo en la boca y una sonrisa cansada, me entregó las llaves.
—Aquí tienes tu nuevo hogar, preciosa— dijo, sin mirarme a los ojos. —Espero que disfrutes de tu estancia.
Entré al apartamento, sintiendo un escalofrío recorrer mi espalda. Era pequeño, con una sola habitación y una cocina diminuta, pero tenía una ventana que daba a la calle, ofreciendo una vista de la ciudad que me llenaba de esperanza.
Al dejar la maleta en el suelo, me dirigí a la ventana y observé el bullicio de la ciudad. Carros relucientes, gente con atuendos extravagantes y la promesa de un futuro brillante se mezclaban en una danza que me fascinaba.
—Hollywood, te estoy aquí—susurré, sintiendo una mezcla de nervios y emoción. Sabía que este era solo el comienzo.