Los días se sucedieron, y la atmósfera en la casa se volvía cada vez más densa. La sonrisa de Luna era un bálsamo para mi corazón, pero cada vez que me encontraba con el padre de ella sentía que la lucha se intensificaba. Cada encuentro se convertía en un tira y afloja, un juego peligroso de palabras que dejaba cicatrices invisibles en ambos.
Una tarde, mientras Luna dibujaba en su habitación, decidí que era hora de hablar con el de nuevo. ( No estoy tan segura de hacer eso).
La idea de enfrentar su mirada fría me llenaba de ansiedad, pero sabía que no podía rendirme. Tenía que ser clara y firme en mi convicción de que Luna merecía más.( No les parece que la parte de" clara"...osea no yo si no la palabra. Es muy chistoso porque es como..bueno es mi nombre. Y por eso debo de ser clara con las cosas.🤭).
—Señor —dije, entrando en el salón donde él estaba leyendo un libro—. Necesito hablar con usted, si no es ninguna molestia.
Él levantó la vista, y su expresión se tornó seria.
—¿Otra vez, Clara? —preguntó, con un tono desgastado.
—Sí, otra vez. Esto es importante. Luna necesita ir a la escuela, y no puedo seguir ignorando su deseo —comencé, sintiendo que la determinación se apoderaba de mí.
—Ya te he dicho que no creo que eso sea lo mejor para ella —respondió, su voz firme como una roca.
—Pero no has considerado lo que ella siente. Ella quiere aprender, quiere socializar. No es justo que la mantengas alejada de eso —insistí, sintiendo que la frustración comenzaba a burbujear dentro de mí.
—Esas decisiones la tomo yo, no su niñera.( Ouch, eso dolió).
—No tengo que justificarme ante ti —dijo, su tono autoritario resonando en la habitación.
—No se trata de justificaciones, se trata de Luna. Ella tiene derecho a ser feliz y a crecer en un ambiente donde pueda aprender —repliqué, sintiendo que mi voz se alzaba.
—Clara, tú no eres su madre. No tienes derecho a dictar lo que es mejor para ella —dijo, su mirada dura.
—No estoy dictando nada. Estoy hablando desde el corazón. Luna necesita vivir, no estar encerrada en una burbuja —le dije, tratando de apelar a su humanidad.
El silencio se instaló entre nosotros, pesado y tenso. Pude ver cómo luchaba con sus propios pensamientos, pero su expresión seguía siendo inflexible.
— ¿ Y si lo fuera? — solté sin pensar.
— ¿A que te refieres? — dijo mirandome fijo a los ojos. Ya sabía a qué me refería.
— Si fuera la madre de luna, lo aceptaría.
—Buy bien, no lo eres..y no lo serás.— dijo mirandome serio.
( A decir verdad ya me lo imaginaba.)
—No quiero que esto se convierta en un conflicto —dijo, aunque su tono no dejaba lugar a dudas sobre su postura.
—No se trata de un conflicto, se trata de su bienestar. Ella merece la oportunidad de aprender y crecer —insistí, sintiendo que la angustia se acumulaba en mi pecho.
Finalmente, pareció titubear, pero rápidamente volvió a cerrar la puerta a la posibilidad.
—No tengo nada más que discutir —dijo, dándome la espalda.
Salí del salón con el corazón pesado. La conversación había sido difícil, y la sensación de impotencia me invadía. Sabía que esto no era el final de la lucha, pero también entendía que tenía que encontrar otra forma de ayudar a Luna.
A medida que pasaban los días, la tensión entre el Padre de Luna y yo se hacía palpable. Cada vez que nos cruzábamos, había un aire de desconfianza y resentimiento. La atmósfera en la casa se tornaba pesada, y yo sabía que tenía que actuar.
Decidí que era momento de buscar apoyo fuera de la casa.
Sabía que me arrepentiría de esto, peri es mejor intentarlo. NO PUEDO CREER QUE ESTO ALLÁ LLEGADO TAN LEJOS.
Hablé con algunos amigos y familiares sobre la situación, y todos coincidieron en que Luna necesitaba tener la oportunidad de ir a la escuela. Con su apoyo, comencé a investigar sobre los derechos de los niños y cómo podría presentar el caso de Luna de manera formal. ( Parezco una estúpida).
Una tarde, mientras revisaba algunos documentos en la biblioteca, me topé con un artículo sobre la importancia de la educación en la infancia. Leí sobre cómo la falta de socialización y educación podía afectar el desarrollo emocional y cognitivo de un niño. Me sentí aún más motivada a actuar.
( ¿Lo que estoy haciendo está bien? )
( Creo que después de esto. Me quedaré sin trabajo) 😬
Finalmente, decidí que era hora de hablar con un abogado.( ¿Tenía que ir tan lejos?).
Quería entender mejor los pasos que podía tomar para asegurarme de que Luna tuviera la oportunidad de asistir a la escuela. Hice una cita y, al llegar, la abogada me escuchó atentamente.
—Es una situación complicada, pero los derechos de los niños son muy claros. Ellos tienen derecho a recibir educación y a expresar sus deseos —me explicó, dándome una pequeña esperanza.
—No quiero que esto se convierta en una batalla legal, pero siento que no tengo otra opción —dije, sintiendo que la angustia me invadía de nuevo.
—Entiendo tu preocupación. A veces, lo mejor es intentar resolverlo de manera pacífica, pero si eso no funciona, podemos explorar otras vías —me aseguró.
Salí de la reunión sintiéndome un poco más empoderada. Sabía que la lucha no sería fácil, pero estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para proteger a Luna.
Al regresar a casa, me encontré con el en la sala. Su expresión era seria, y su mirada me hizo sentir que había llegado el momento de un enfrentamiento definitivo.
—¿De qué hablas con esa gente? —preguntó, su tono acusador.
—He estado buscando maneras de ayudar a Luna. Ella merece ir a la escuela, y no voy a quedarme de brazos cruzados —respondí, sintiendo que la adrenalina comenzaba a fluir en mí.
—No necesito que te entrometas en mi vida o en la de mi hija. Ya te he dicho que mi decisión es firme —replicó, su voz tensa.